Esta foto es del 26-S, día en que hubo una huelga general en el País Vasco y Navarra y por tanto una huelga que fuera de esos lugares nunca existió, y dentro existió pero, bah, fue una huelga “política”, las llaman ahora (debe de ser para diferenciarlas de las huelgas artísticas, las huelgas polígamas, las huelgas Walt Disney, etc.), una huelga nacionalista, una huelga en la que todo lo que pasó fue que los de siempre, los antisistema, los de la ETA y los de las asociaciones de padres y madres cruzaron coches y tiraron piedras y rompieron con las tapas de las alcantarillas los escaparates de los bancos. Como este individuo, en el Paseo Sarasate, en pleno centro de Pamplona que lo mismo que haciendo fresh-banking a la inversa podía estar rompiendo las lunas de una pastelería, pues su única ideología es la violencia (pero entonces en qué quedamos, ¿es una huelga política o no?); o incluso destrozando un Zara, el mismo Zara en el que probablemente se haya comprado el verduguillo, un nombre que le va ni que pintado, a este alborotador, a este enemigo de la democracia, a este matón, a este tipo terriblemente peligroso que, observen, observen, en su frenesí destructor, al arrojar la tapa de alcantarilla, descubre el faldón de su chupa de cuero y comprobamos que va armado, como si en lugar de un manifestante fuera un policía de paisano.
Patxi Irurzun
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Una de mis últimas colaboraciones en mi sección ‘Mi papa me mima» de la revista ‘Guía del niño’, donde cuento mis peripecias como pluriempleado: padre de dos criaturas, amo de casa y escritor.
FUNCIÓN NOCTURNA
-Hacéis una gran pareja… Tragicómica, eso sí —suele decir Malen, mi mujer, las noches que mi hija M decide que hay función nocturna.
Y se troncha de la risa, aunque a mí no me hace ninguna gracia, porque soy el que aporta la parte trágica en la representación.
Yo soy el “dormidor” oficial de M. Tenemos todo un rito –preparar el bibe juntos — que normalmente suele funcionar: yo caliento la leche, M echa el colacao, a M se le cae la mitad del colacao por la encimera, yo limpio la encimera, etc. Después, la llevo a caballito a su cuarto, ella se toma el bibe mientras yo le leo algo y, normalmente en la segunda o tercera página, colorín colorado, este cuento se ha acabado: M está roncando como una osita.
Pero a veces las cosas se tuercen, hay algún pequeño detalle que falla —por ejemplo, el personaje del cuento dice o no dice algo de la misma forma que lo dijo la última vez que lo leímos, “ayer”, o sea hace tres o cuatro meses…— y la osita dormilona se desvela como una lagartija, que empieza a dar vueltas en la cama, o que no para de dar coletazos con su lengua de trapo, a hablar, a llorar, a jugar con sus muñecos, a veces a hacer todo eso a la vez … Total, que al cabo de media, una hora, M decide que el ritual del bibe ha fallado y hay que ir a dormir a otro sitio.
Y es entonces cuando empieza la función: M se levanta de la cama, se dirige hacia el cuarto de estar, sonriente y con una expresión –según cuenta Malen, mi mujer, que nos ve, divertida, llegar— triunfal en el rostro, como si dijera “Mira qué mayor soy, todavía estoy despierta, no hay ritual ni papá dormidor que pueda conmigo”, y yo detrás, con el ceño convertido en una grapa, echando señales de humo por las orejas en las que se puede leer “Hala, a tomar viento mi ratito para escribir, o leer, o ver la tele”…
—Es que teníais que veros, estáis muy graciosos —intenta consolarme Malen (que mientras tanto ha tenido tiempo de acostar a nuestro otro hijo H, recoger la mesa, poner el lavavajillas…), riéndose y cogiendo en brazos a nuestra pequeña teatrera.
—Graciosísimos —contesto yo, tumbándome en el sofá, junto a ellas dos.
Y espero, en fin, a que caiga el telón, refunfuñando un poquito más, muy en mi papel.
Patxi Irurzun
Janis despierta una atención inusitada entre las camareras que no dudan en desatender a su clientela con tal de leer una líneas de la novela por encima del hombro del autor. Foto: Berta Bernarte
Janis sigue vivita y coleando, que es, esta última, una palabra muy apropiada para esta novela (Felipe Zapico añade otra: superdotada). La reseña es del escritor Jorge M Molinero en su blog LA JUVENTUD DEL OTRO
Oh Janis, mi dulce y sucia Janis
Me jode que el humor se infravalore en todas las artes; en el cine, un drama siempre será mejor visto que una comedia y algo parecido sucede en todas las demás ramas del espectáculo.
Oh Janis, mi dulce y sucia Janis es una novela de Patxi irurzun editada por Editorial Eutelequia.
Bajo el subtítulo de Memorias de una estrella del porno (amateur) se esconde una descacharrante novela, por momentos hilarante, soez y sucia que habla de y como gente normal en el bar con amigos o en casa cuando nos rascamos los huevos, sin velos ni censuras. El navarro, heredero del Bukowski más cerdo y magistral contador de historias, recorre con la excusa del mundo del porno todos los temas que interesan al protagonista, Dick Grande, un barrendero pamplonés al que le cambia la vida tras un viaje a la Habana; desde la música, fútbol, mujeres, política… y hace una radiografía perfecta de la sociedad acomodada y burguesa navarra al entorno borroka, igual que de estractos de mundos suburbiales de Manila, París, México o la propia Cuba.
Un libro que se devora, facilitado por un lenguaje sencillo, con muchos tacos y frases comunes, un cachondeo contínuo pero brillantemente escrito, pues desarrolla la difícil labor de entretener y encubrir una historia de amor, regando con lefa y fluídos varios una filosofía de la vida y sus habitantes sin que te des cuenta. Patxi es un antropólogo que sabe mirar y contarlo mucho mejor después. Y además, te partes la polla.