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No sé ni cómo te llamas, aunque por un momento pensé en ti como si fueras mi propio hijo. No sé qué sentiste cuando te golpearon: dolor, rabia, incertidumbre, miedo… No sé si te has visto en internet, en los periódicos con el rostro pixelizado, en los vídeos, ni si has leído algunos comentarios que dicen que la culpa es de tus padres, por haberte llevado a esa movilización. No sé si en tu instituto os agolpáis en las clases, o en tu casa ya no se compra ternera ni merluza ni se pone la calefacción. No sé si para quienes hacen esos comentarios eso es política o no. No sé si has oído al conseller de interior golpeando de nuevo con la porra a tus padres, cuando dijo que lo que sucedió fue algo fortuito, incluido el golpe de propina del otro policía, cuando ya estabas en el suelo, o los empujones y porrazos de varios hombres armados –aunque más bien parecían robots, sin alma ni cerebro- a la otra chica…
Supongo que sí, que tuviste miedo, y que todavía duele, y que cada vez que arrugas la cabeza y sientes los puntos y la herida te preguntas qué pasó y si mereció la pena y si deberías haber estado ahí. Yo creo que sí. Estoy convencido de que sí. Lo que pasó allí no fue algo fortuito. Lo que pasó allí es lo que está pasando en todos los lados, de una u otra manera, cuando despiden a alguien, cuando desahucian a alguien, cuando tratan de engañar al siguiente que despedirán o desahuciarán con palabras y leyes que solo son parches, que solo son el tiempo necesario para volver a levantar la porra. Ni siquiera es una casualidad que fueras un menor (fíjate lo absurdo y sucio de sus argumentos: si en lugar de haberte golpeado a ti hubieran golpeado a tu padre o a tu madre, o incluso al manifestante que escapaba de ellos ese golpe habría sido perfectamente constitucional; lo hubiera sido el que recibiste tú si no llega a haber por allí ningún periodista). Tu foto en los periódicos es la foto de un país zarandeado, que sangra, que llora, y que pretenden que asuma todo eso sin ni siquiera protestar, que asuma con santa resignación que ese es el futuro que espera a sus hijos.
Tal vez tú, y la chica que te defendió, penséis que no mereció la pena, pero yo creo que los dos hicisteis lo que teníais que hacer, y que estuvisteis donde teníais que estar. Yo me siento orgulloso de vosotros, de vuestros padres, yo me siento también vuestro padre y siento la obligación de hablar a mis hijos de lo que está sucediendo y de quiénes son los culpables, de quiénes son los que os golpean, la obligación de ayudaros a crecer sin miedo, sin resignación, sin rabia, o sabiendo en qué y contra qué se debe transformar esta. Yo creo en vosotros y no creo que merezcáis crecer siendo golpeados.
Por todo eso quiero que sepas que también creo sinceramente que mucha gente pensó algo parecido a esto que yo estoy escribiendo, cuando vio tu foto, y que gracias a esa foto hay cada vez más gente que va a pelear porque tengáis un futuro, más gente que sabe que no debe, que no puede quedarse en casa quieta cuando te están zarandeando, más gente que protesta. Toda esa gente, todos nosotros, como tu madre aquel día, también te abrazamos y te decimos al oído: “No tengas miedo, hijo, estamos aquí”.
Para http://lospiesdefoto.blogspot.com
Muchas gracias a todos los que habéis compartido tan generosa y pródigamente esta carta a través de Facebook, Twiter y redes sociales. Vosotros también estáis ahí
Esta es la estupendérrima portada de Julia D. Vázquez para la antología de cuentos navideños sangrientos coordinada por Jorge Barco y que publicará en unos días Origami. Participo con mi cuento Auto de reyes (una historia ambientada en un pueblo sakaníkola con puticlub en la que aparece el calvo de la lotería, en el papel de guardaespaldas de un concejal putero y amenazado por ETA, una pilingui que se llama Inmaculada -se llamaaaaba Inmaculada aquella putaaaaaa, etc.). Comparto cartel con Norberto Luis Romero, Vicente Muñoz Alvarez, Jesus Martinez Balmaseda, Sonia San Román, Joaquín Piqueras,Julia D Velazquez, Jorge Barco, Patxi Irurzun, Pepe Pereza, José Angel Barrueco, Antonio Huerta, Isone de Hasgar, Periquilla Los Palotes y Miguel Ángel Hernández Navarro.
Foto: Patxi Cascante
El pasado viernes día 2 de noviembre se presentó en el Txoko del París365 la antologia de poesía indignada «Esto no rima» y a mi me liaron y yo me dejé liar para acompañar a Abel Aparicio, coordinador del libro y Patxi Xabier Lasa, del comedor social, al que se destinaron los beneficios del libro. Estuvo muy bien el acto, con lectura de poemas por parte de voluntarios y usuarios, y la prensa lo reflejó como podéis ver en los siguientes links:
Diario de Noticias
Gara
Gara (Iritzia)
La Crónica de León
Diario de Navarra *:
Mi pequeño Hugo vino al mundo
de madrugada, como un sueño.
Uno de esos sueños
en los que hay momentos buenos
y otros malos
pero todos son hermosos
Oí, por ejemplo,
desde la sala de dilatación
a su madre
gritar como si se partiera en dos,
partiéndome en dos a mi
con su voz como un cuchillo
La ví después temblar
en el paritorio
y me pareció
la mujer más fuerte del mundo
y también la más guapa
como si ella también naciera otra vez
Luego trajeron a Hugo
y yo lloré igual que un niño
mientras sostenía entre mis brazos
a aquel pequeño hombre
Mi hijo.
Nuestro hijo
Más tarde, en la habitación
mi mujer lo amamantó
y yo me sentí feo y pequeño y torpe
al lado de ellos dos
Todavía me siento así
pero también me siento limpio, mejor.
Me siento, por primera vez en mi vida
un hombre.
Un hombre completo, feliz
Agradecido.
Estuvimos observando a Hugo en la cuna
—su dedos, perfectos, sus piernas largas
su carita, sus primeros balbuceos—
hasta que amaneció.
Entonces salí a llamar
y cuando se lo conté a mi madre
volví a llorar
y comprendí que,
afortunadamente
nada de aquello
había sido un sueño.
Eran las siete de la mañana
Y las enfermeras habían puesto música
en el pasillo.
La sinfonía del nuevo mundo.
Yo colgué el teléfono y volví a la habitación
al lugar donde debía estar:
Junto a mi mujer y mi hijo
Foto: Daniel Ochoa de Olza (Ganador II Concurso de fotografía erótica San Fermín)
Así, con la chorra fuera, dormía la mona una mañana sanferminera un sátiro involuntario, en la parte de atrás del ayuntamiento, mientras la gente pasaba a su lado, volvía de comprar churros, o iba a los kilikis, con los niños a hombros, y a nadie parecía molestarle demasiado, a pesar de la descomunal erección, que él apuntalaba agarrándose el ciruelo con firmeza, antes al contrario, cuando lo veían no podían contener una carcajada, incluidos los escritores de cartas al director y los de editoriales del Diario, los supernumerarios con concejalías de cultura o consejerías de educación, las meapilas del sector duro, los curas de pueblo que nunca habían venido a echar un polvo por sanfermín, a todos se les escapaba una risita cabrona, y es que algún pata papirofléxico le había ensombrerado el instrumento con un gorrito de papel, en el que hasta se había tomado la molestia de escribir en chiquitico Gora Euskadi!, y también le había anudado con una servilleta roja un pañuelico y una pequeña faja, que constreñía todavía más las venas gordas y azules de aquel Priapo gaupasero (o para el caso de empalmada), bueno las de su pito, que por lo tanto palpitaba con el oleaje de sus sueños lúbricos, a saber con qué estaba fantaseando, quizás con alguna nibelunga de esas que se subían a lo alto de la fuente de la Navarrería y enseñaban sus tetas como cántaros rebosantes de cerveza rubia y gélida, o con las transparencias de tangas y culos autóctonos a través de faldas enkalimotxadas , o con quinceañeras que meaban tan ricamente entre dos coches mientras hablaban del tamaño de los cojones de sus novios y decían lo ricos que sabían, como huevos del Museo, quién sabe, quizás el sátiro involuntario era un bizarro, y se había puesto giusepe solo por estar en aquel lugar, a las puertas (traseras) de la casa consistorial, quizás estaba soñando que tenía un traje de roncalesa de la corporación, que se ponía a escondidas frente al espejo de su casa, y que su casa estaba en una zona pija de la ciudad, con su ático y todo, que había construido sin permiso de obras, eso no importaba, él podía, y soñaba también que tenía comisiones en consejos de administración y de la caja, y que podía tenerlas, ¡si hasta el jefe de la oposición votaba a favor!, (bueno se abstenía, por mantener un poco las formas con los cuatro electores que le quedaban), todo eso soñaba, y cada vez el nabo se le iba inflando más, ah, qué gusto daba, qué burro le ponía tener un carné del partido y un apellido de Pamplona toda la vida y que todo eso fuera suficiente para triunfar en la vida, ah, ah, la erótica del poder, era cierto, cuanto más tenía más quería, y que se jodieran los pobres y que se murieran los feos, y que protestaran todo lo que quisieran, siempre podremos decir que son de la ETA, ah, ahhh, cuanto más pensaba en eso más se erguía el mástil, y nadie decía nada, la gente pasaba o gaupasaba, iba a almorzar o bajaba a las barracas, o a casa a echarse un poco, y todos se reían al ver aquella polla soñadora y con gorrito, Gora Euskalherria alaia!, y así estuvo el sátiro involuntario durante un par de horas, hasta que todo aquello comenzó a desmoronarse, por sí solo, y después se despertó, y se dio cuenta de que su lado no tenía ninguna rotunda nibelunga ni una alcaldesa con un traje rojo, ni una pizpireta navarrica con tanga del Bershka y también de que él no había entrado por aquella puerta trasera del ayuntamiento donde dormía la mona más que para pagar los impuestos o para pedir los datos del padrón y ver si le tocaba (así decían, como si las regalaran) una VPO bien lejos de los barios pijos, donde no molestara ni pudiera sentir que era capaz de atrapar los sueños en la palma de su mano.
Patxi Irurzun
Esta es la primera colaboración de esta temporada para El blog de los sanfermines, escrita con la chorra fuera, casi como si la firmara el mismísimo Dick Grande.