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Y más Vampir

Feb 6, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

En Gara, donde publiqué esta reseña sobre el comic de Joann Sfar:

Foto: Hoy en Gara mi repor sobre Vampir de Joann Sfar (me encanta), editado por Fulgencio Pimentel   http://www.naiz.info/eu/hemeroteca/gara/editions/gara_2014-02-02-06-00/hemeroteca_articles/las-hilarantes-situaciones-de-vampir-y-sus-peculiares-amigos-por-fin-reunidas

TODO VAMPIR EN FULGENCIO PIMENTEL

La editorial riojana inicia la recopilación de las historias del famoso personaje de Joann Sfar


Patxi Irurzun. Iruñea

Un vampiro que muerde a sus víctimas con un solo colmillo, suavemente, para no incomodarlas; una vampiresa que escucha trash metal; un ligántropo; la conciencia de un personaje alojada en la oreja de su gato…

Las historias de Vampir, el famoso personaje de Joann Sfar, está llena de situaciones disparatadas, oníricas, surrealistas, que a la vez nos hablan de temas muy humanos y muy reales: la muerte, la soledad, el paso del tiempo (o el no-paso, en el caso de un vampiro), el amor, la inseguridad, el miedo y también la alegría de vivir…

Fulgencio Pimentel, editorial riojana con un catálogo de libros y tebeos que es una obra de arte (cada uno de ellos es una pieza única, prescindiendo de formato editorial para crear libros que reflejen la singularidad de cada creador —“Y para ser más guay”, apuntan—) ha iniciado con este volumen la recopilación de todos los álbumes protagonizados por Fernand, el enamoradizo vampiro lituano creado por Joann Sfar, uno de los grandes del comic europeo, a quien Javier Mariscal ha definido como el Picasso del siglo XXI. Hasta ahora solo habíamos podido leer las dos primeras entregas de Vampir (‘Cupido pasa de todo’ y ‘Pensando en humanas’), pero en esta primera entrega de Fulgencio Pimentel se suman a ellas otras dos (‘Transatlántico en solitario’ y ‘El muelle de las morenas’), a la que seguirán en un próxima tomo tres más hasta completar toda la serie del autor francés. Además, en el primer y cuidado tomo aparecen algunos extras, como una entrevista con el vampiro, en la que Fernand desvela sus exquisitos gustos culturales o confiesa claves de sus atormentadas relaciones amorosas con vampiras, fantasmas, humanas o chicas-planta. Fernand, que en realidad es un trasunto del propio Sfar, es un vampiro clásico, un Nosferatu (aunque Sfar revela que inconscientemente se inspiró en su abuelo) desorientado en una época en la que las nuevas generaciones de chupasangres gustan del punk gótico, de los raves atronadoras y tumultuosas, de discotecas en las que difícilmente es posible escuchar canciones con letras de Jacques Prevert… Sfar nos cuenta sus aventuras, como es habitual en él, con su trazo nervioso, ágil, y al tiempo detallista, con la naturalidad de sus diálogos, con su ritmo subyugante, arrastrándonos de lleno hasta su particular universo, desbordante de imaginación, en el que no se pone límites y todo puede ocurrir, en el que están permitidas las incoherencias narrativas y los finales repentinos, en el que conviven realidad y sueños, lo sublime y lo cotidiano (brujas que estudian oposiciones, hombres-lobo que fuman…).

En Vampir (Gran Vampir, pues hay una maravillosa serie infantil, Pequeño Vampir, que tampoco sería mala idea recopilar, pues está igualmente desperdigada) hay además vasos comunicantes no solo entre las propias historietas (la compilación da otra dimensión a muchos de los personajes) sino con otros comics del autor, que introduce cameos de algunos de sus creaciones más famosas, como el Profesor Bell o el Golem. Un libro, en definitiva, delicioso, divertido, pleno de emoción, de alegorías, en la que un vampiro con corbata nos clava con mucha educación un colmillo y consigue que nos reconozcamos como terriblemente humanos.

NOVELA NEGRA, ROCK RADIKAL VASCO Y VAMPIROS EN LA EGUZKI IRRATIA

Feb 6, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Ese fue el menú del último programa de radio: entrevistamos a Paco Camarasa, uno de los sospechosos de organizar el festival Barcelona Negra. Y recomendamos unos cuantos libros: ‘Vampir’, de Joann Sfar (Fulgencio Pimentel) ; ‘Hertzainak, la confesión radical’, de Elena López y Pedro Espinosa Pepitas de calabaza editorial & Aiainai), «Kortatu. El estado de la cosas. Lucha, fiesta y guerra sucia», de Roberto Herreros y Isidro López ( Lengua de Trapo); y «La caza de brujas. Censura y persecución del rock vasco», de Mariano Muniesa (Quarentena ediciones). A partir del minuto 19.

http://www.eguzki.net/2014/01/31/pasealeku-del-viernes-31-01-2014/

GENERACIÓN PLATO ÚNICO

Feb 4, 2014   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

El ministro con nombre de eructo y el peluco de 26.000 euros,


GENERACIÓN PLATO ÚNICO
Patxi Irurzun


—Anda, pero si esa vive en el portal de enfrente— señala mi amigo Juantxo el jipi a una chica en el televisor, durante un reportaje sobre los usuarios de comedores sociales. Es una sensación extraña. En la tele las noticias siempre parece que les suceden a otros, lejos. No duelen. Te pueden inquietar, pero siempre hay cierta distancia que te hace pensar que estás a salvo. Hasta que reconoces a alguien en la pantalla. Y, a la vez, no deja de ser curioso y paradójico que lo sepas de ese modo, que te enteres en la tele de que quien vive a tu lado lo está pasando mal. La pobreza es algo privado, que sucede de puertas para adentro. De puertas para adentro hay toda una generación que está creciendo alimentada con platos únicos y haciendo los deberes con forro polar. Una generación a la que solo dan visibilidad las llamas de los contenedores. La pobreza avergüenza a quien la sufre, en lugar de a quien la provoca. Con la riqueza sucede lo contrario, si no hay ostentación no sirve para nada. Hace unos días una conocida política apareció en el parlamento con una camiseta en la que se podía leer la palabra Rock en letras doradas. Me fijé en ella por eso. Porque no puede haber nada menos rockero que esa mujer. Nada más alejado de la calle y de la realidad (aunque Juantxo el jipi dice que será por eso de que los rockeros van al infierno, como cantaba Barón Rojo; es otra explicación).

La forma de vestir de los políticos ya de por sí nos debería hacer dudar de ellos y preguntarnos cómo hemos llegado a permitir que sean quienes nos representen. Sus trajes a medida, sus bolsos, sus pelucos de 26.000 euros, como el que lució el ministro con nombre de eructo en cierta ocasión… Me cuesta mucho pensar que en una reunión de vecinos eligiéramos como presidente de la comunidad a alguien con ese aspecto —si lo hubiera—. La mayoría de los políticos son marcianos, gente que no sabe cuánto vale una barra de pan, ni en qué súper te van a costar tres veces menos que en una panadería. Gente que solo ha estado en una oficina de empleo para sacarse la foto y ha tenido suerte, han salido de allí sin ser manteados. Gente a la que no le puede, no le debería gustar el rock. Gente que, pese a todo ello, suele corear como un estribillo que su principal preocupación son los parados. Cada vez que los oigo y los veo decir algo de ese tipo me dan ganas de abofetearlos, de guillotinarlos con el filo de un folio. (“¿Esto se puede decir, Juantxo?” “Igual no, igual te meten un puro”, “Ya, pero si escupes a todos los desempleados del país un “Que se jodan” desde el hemiciclo no pasa nada, ¿no?).

Al final, se trata de una cuestión de proporcionalidad. Si tienes —por poner un ejemplo— un equipo de fútbol y una deuda con hacienda de millones de euros, recibes facilidades para saldarla. Si dejas de pagar un par de meses los 500 euros de la hipoteca, puedes perder tu casa, ser desahuciado, acabar en un comedor de Cáritas, aparecer en la tele; o lo que es peor —puntualiza mi amigo Juantxo el jipi—, ver en ella cómo alguien sale a la palestra a hablar de los ERE, la crisis, los parados, preocupadísima por ti, muy rockera, pero con una camiseta puesta que ha debido de costarle más de cien pavos.

Publicado en la sección Rubio de Bote de ON (Diarios del Grupo Noticias)
(Página 15)

PRÓLOGO PARA ‘GENTE SIMPÁTICA (The Simpathy Tour)’, de ESTEBAN GUTIÉRREZ GÓMEZ (BACO)

Ene 23, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
Gente simpática

Todavía sigo tocando la guitarra eléctrica con una raqueta de tenis. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez, de pequeño? Nuestra propia respiración cavernosa, ahuecada, como la de Darth Vader en Stars War, imitaba a una multitud rugiendo en un estadio mientras frente al espejo emulábamos a Angus Young dando saltitos. Sí, ¿quién, de pequeño, no ha soñado con ser estrella del rocanrol? Para los más destalentados la rosa de ese sueño se marchitó enseguida, pero la espina se quedó dentro, y algunos intentamos sacarla con habilidades más al alcance de nuestras manos: la literatura, por ejemplo. Escribir de algún modo es resignarse a crecer, a que el mundo te pase por encima. Es estar armado con una raqueta de tenis que puede ser una guitarra eléctrica, un fusil, una red para cazar monstruos… o para espantarlos, para enviar con ella bien lejos a los perros rabiosos que nos muerden el corazón por dentro o a los que acechan emboscados fuera –la rutina, la uniformidad, el conformismo …-. La literatura, como el rocanrol, nos permite seguir soñando. Escribir, ya sean canciones o cuentos, es un ejercicio de libertad, y creo que eso es lo que nos hermana y lo que nos ha permitido a mí y a Esteban sintonizar y compartir proyectos con algunos de los que fueron en la adolescencia nuestros héroes del rock o de quienes siguen siéndolo hoy en día.

Este libro es el diario de carretera de la gira de presentación de uno de esos proyectos: la antología “Simpatía por el relato”, una colección de relatos escritos por rockeros que junto con Esteban Gutierrez ‘Baco’ coordiné y que como hemos dicho en alguna ocasión (yo más que él, porque Esteban ya formó parte, tiempo atrás, del gran circo del rocanrol) fue la excusa para que nosotros consiguiéramos colarnos en los backstages con nuestras raquetas de tenis en las manos. “Simpatía por el relato” nos ha dado muchas satisfacciones y, a nuestra edad, todavía ha hecho florecer algún otro sueño (“Cambiemos el mundo con simpatía”, fue el lema que Esteban acuñó para el “Simpathy tour”). Una de esas alegrías fue la gira de presentación de “Simpatía por el relato” y esos días on the road son los que cuenta el autor en este libro. Pero no solo eso, ni quizás lo más importante. Esteban, además de dejar constancia en estas páginas de una serie de verdades incontestables, como que los rockeros no cenan o que para dos escritores cuarentones el rocanrol resulta demasiado cansado, recorre otro camino mucho más largo que el que nos lleva a las ciudades donde la antología se presentó (Madrid, Oviedo, Santiago, León, Zaragoza…) y se remonta casi treinta años atrás hasta encontrarse consigo mismo, con Baco, el joven que fue y que quería comerse el mundo, sin tiempo que perder, robándole horas al sueño para estudiar, trabajar en Correos y, a la vez, hacer pioneros programas de radio sobre rock o convertirse en un intuitivo y apasionado mánager de grupos como Panzer.

No hay en España escritos muchos diarios de carretera, de giras de grupos, ni desde un punto de vista literario ni incluso periodístico, géneros que en otras literaturas como la anglosajona sí han tenido tradición, pero desde luego todavía hay muchos menos libros musicales en nuestras letras como este, en el que el autor, Esteban, Baco, no solo mira alrededor sino también dentro de sí mismo, y se busca, se pone en pie, pelea con los fantasmas de su pasado, recoge los escombros de sueños rotos y los vuelve a levantar con el cemento de la ilusión y la camaradería que ve amasar a su alrededor a los grupos y personas que nos acompañaron durante el “Simpathy tour”. El libro es un homenaje a todos ellos.

Es, también, un libro que a mí me habría gustado escribir e incluso tuve la tentación de hacerlo (por eso mismo, para agradecer toda esa solidaridad y ese entusiasmo contagioso y vivificante) pero no sería justo, no me correspondía teniendo por compañero a un rockero por los cuatro costados ( a mí, por lo general y en todos los sentidos, solo se me ve de perfil), a un magnífico cronista, a alguien que, además, sabe perfectamente de lo que habla, pues ha estado dentro, ha tomado cañas con Gary Moore, con Los Suaves, con Kiss o con los Burning. Me conformo con la extraña sensación de verme, como en un vuelo astral, aparecer en sus páginas convertido en personaje literario. Y desde luego con la piedra preciosa que ha ocupado en mi corazón el lugar de la espina que el “Sympathy tour” sacó: la amistad – a estas alturas de la vida, cuando a veces ya no quedan fuerzas ni ganas para hacer amigos- que he forjado con Esteban durante todos estos días de carretera, bolos, entrevistas, de ilusiones y proyectos compartidos. Esteban, como yo, todavía sigue tocando la guitarra eléctrica con una raqueta de tenis. Todavía seguimos, los dos, soñando. Y creyendo que podemos ayudar a los demás a soñar. Por todo eso, os invito a leer estas páginas. A cambiar el mundo con simpatía. Y si no, si no se puede o no nos dejan, siempre podremos cantar, como hacíamos de pequeños, aquello de: “Hemos perdido, pero nos hemos divertido”. Que no es lo de menos.

Patxi Irurzun

RUBIO DE BOTE: LORZAS ORGULLOSAS

Ene 21, 2014   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment
Segunda colaboración para On

Porque el canon de belleza cambia con las modas


LORZAS ORGULLOSAS

Aunque ahora, en pleno siglo XXIII, nos parezca mentira, hubo un tiempo en que los flacos dominaban la tierra y la mierda todavía no era comestible.  Un tiempo en que el hambre no se había erradicado entre los humanos. Un tiempo en el que a las cupcakes aún las llamaban magdalenas decoradas. El tiempo en que vivió el legendario diseñador de moda Juantxo Fuego, de quien durante estas rebajas conmemoramos el bicentenario de su muerte (todavía envuelta en una misteriosa y sórdida nube de vapor).
Fuego fue el creador de los Juantxo’s, unos zapatos que hoy no faltan en ningún hogar del mundo, pero que a principios del siglo XXI eran exclusivos, un signo de distinción social que acabaría por dar un revolcón al canon estético imperante. Hoy todos estamos de acuerdo en que los flacos son gente con poco perfil, pero en aquella época existía una auténtica obsesión por la delgadez y los gordos eran apestados sociales que debían rehabilitarse convirtiéndose en cantantes de ópera o tatuándose una sonrisa como una cicatriz en el rostro. Por todo ello, cuando Juantxo Fuego presentó su nueva creación, unos zapatos que solo podían encajarse en los tobillos de cenicientas XL, todo el mundo lo trató de loco. Pero, oh, se trataba de unos Juantxo’s, así que pronto comenzaron a verse en las pasarelas modelos que se habían hartado de comer kebabs, y después en el papel cuché de las revistas del corazón princesas que ya no eran un poema, que ya no estaban tristes ni escuchimizadas,  y finalmente las calles se llenaron de lorzas orgullosas, de nalgas como montañas, de barrigas como ochomiles, todo con tal de calzarse unos Juantxo’s y ser alguien en la vida.

Los hábitos sociales cambiaron rápidamente. Los gimnasios se transformaron en centros de engorde y alcanzaron sus picos más altos de matrícula al comenzar el año, para intentar mantener en forma el ritmo comilón de las navidades; se permitió comercializar las tallas XS solo en tiendas de muñecas; la acupuntura social de los zapatos de tacón se prohibió por decreto; el sumo fue el nuevo deporte rey (y el lanzamiento de martillo el deporte príncipe)… Y finalmente,  los Juantxo’s se democratizaron: todo el mundo pudo llevar unos, incluso en los países secularmente asolados por hambrunas, que se convirtieron en nuevos nichos de negocio. Fue entonces cuando los departamentos de I+D de la poderosa industria del calzado descubrieron que la caca, convenientemente tratada, alimentaba. La  mierda fue el nuevo maná de los pobres (quienes, aunque al principio se mostraron algo reticentes, acabaron tragando, pues habían sido entrenados durante décadas haciendo lo propio con telediarios, campañas electorales, fútbol, facebook, programas del corazón…). El hambre en el mundo, en definitiva,  había sido vencida. Y todo gracias a Juantxo Fuego, quien, sin embargo, nunca dejó de ser un hombre atormentado y con tendencia a la polintoxicación, ni de repetir en las entrevistas que la belleza no era una cifra en una báscula. Murió mientras se duchaba, girando cada vez un poquito más el grifo del agua caliente, ah, qué gustirrinín, hasta entrar en ebullición y convertirse en una lágrima de vapor que serpenteaba por los azulejos y dibujaba sobre ellos un interrogante; preguntándose si en realidad las modas no eran a menudo una sandez. Una sandez muy gorda.

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