Los electrodomésticos que comparten techo tienden a ser solidarios (entre sí) y estropearse todos a la vez. En nuestra casa, por ejemplo, ahora mismo tenemos averiados, entre otros, el frigo, que fue el primero que se puso en huelga porque es de sangre caliente (lo cual no es un rasgo del carácter muy recomendable, sobre todo para una nevera); el aspirador, que tiene muy mal humor y en lugar de aspirar bufa; la secadora, que es una mimosa y le gusta que le acaricien la espalda (justo en su punto G: el botón de reseteo, que te enteras de que existe cuando viene un técnico con un destornillador raro, quita el panel trasero, aprieta el susodichoso botón y te extiende una factura de sesenta euros)… En fin, sale más corto contar que solo funciona la lavadora, pero no quiero decirlo muy alto porque es una apestadilla (eso tampoco es muy propio para una lavadora) y como vive separada del resto, en el balcón, yo creo que aún no se ha enterado de esta rebelión electrodoméstica.
Todo comenzó, como digo, con el frigo. Fue el verano pasado, en pleno y canicular agosto, una noche de tormenta. Hubo una subida de tensión y se murió, el aparatico. Al principio, tras leer la pegatina con el teléfono del servicio técnico que decía que te solucionaban cualquier problema en 24 horas, tuvimos fe en su resurrección, pero el cristo nos duró tres meses. ¡Tres meses sin frigo! Se hicieron largos, pero a todo se acostumbra uno. Es largo también de explicar cómo se complicó la situación. Por resumir: la pieza que había que reparar nos salió mochilera, estuvo dando vueltas por almacenes de los cinco continentes, mientras la empresa a la que compramos el frigo quebraba y nosotros nos hacíamos preguntas tales como si existe un servicio de reclamación para el servicio de reclamación del consumidor, todo eso sin una triste cerveza fría que llevarse a la boca y con la que matar las penas por no matar a un burócrata. Total, que cuando finalmente la pieza llegó, el frigo había comenzado a perder gas, y al cabo de algún tiempo dejó de funcionar el congelador. Así hasta hoy. El lado positivo es que la nevera genera ahora una capa ártica de hielo en la pared trasera y cuando queremos congelar algo no tenemos más que echarlo hacia el fondo. Y es que a los aparatos eléctricos, cuando se ponen tontos, hay que saberles coger el aire. Yo, por ejemplo, tenía que encender los limpiaparabrisas de mi primer coche para que funcionara el caset. Del mismo modo, cuando quería poner los limpias tenía que escuchar la radio. Y así todo. A todo se acostumbra uno. Es bonita la música conduciendo bajo la lluvia.
El caso es que tras el frigo, vino todo lo demás: lavavajillas, secadora… y a ello se sumaron otros achaques propios de la casa: calderines que pierden agua, grietas, humedades… Se pusieron todos de un obsolescente programado que daba asco. Al parecer es algo que pasa impepinablemente a los cinco años, la edad del pavo electrodoméstico y de las VPO. Los electrodomésticos son, en definitiva, una especie de células durmientes al servicio de las multinacionales, pequeños terroristas suicidas domésticos, hámsters de metal amaestrados para que la rueda del consumo nunca pare. Y luego que salen baratos, los electrodomésticos…
Publicado en la sección RUBIO DE BOTE del suplemento ON del Grupo Noticias (Deia, Diario de Noticias de Alava, de Gipuzkoa y de Navarra) Página 8
La foto más famosa de los pasados sanfermines no la ha visto nadie, excepto su autor, y quizás ni siquiera este, quizás tuvo que eliminarla, tras convertirse en el hombre más buscado a este lado del Arga. Me refiero a la autofoto (o el selfie, si nos ponemos en plan guay) que se tiró un corredor del encierro en la entrada del callejón, con el morro de un jandilla de media tonelada detrás, soplándole en la nuca. Al día siguiente parece ser que andaba la policía municipal con retratos ampliados buscándolo para hacerle apoquinar la multa y supongo que para imponerle un castigo ejemplar y presentarlo ante los medios como una especie de asesino en serie. A mí, en realidad, el encierro me importa poco, cada vez menos, sobre todo viendo cómo muchos corredores empujan, apartan a otros a codazos, todo para pillar cacho, sin importarles si eso supone echar a los demás a los pies de los caballos, o encima de las astas de los toros en este caso, algo probablemente tan peligroso y reprobable como correr con un móvil o con un kalimotxo de más (por no hablar de que a fin de cuentas, el encierro no deja de ser —no solo eso, pero también— una colaboración necesaria para que corra la sangre sobre la arena al atardecer).
En realidad, a mí lo que realmente me parece preocupante y significativo es que cada vez haya menos gente que corre los encierros con periódicos. Los corredores ya no esperan a que den las ocho leyendo la prensa, ahora miran sus móviles, entran a su facebook, mandan guasaps, se hacen selfies… todo lo cual no solo es el triste signo de la decadencia de la prensa en papel, sino que nos demuestra que vivimos en un mundo cada vez más selfie, en el que cada vez nos importa más lo que nos pasa a nosotros, por insignificante que sea, y menos o nada lo que les sucede a los demás. Hoy en día la famosa sentencia de Terencio, “Humani nihil a me alienum puto”, que suena mucho mejor traducida, “Nada humano me es ajeno”, no vale ya ni para ponerla en el encabezado del perfil de twiter, mucho menos si tu intención es comunicar al mundo mensajes tan trascendentales como que llevas unos días estreñido o que te vas a la cama.
Me pregunto, por lo demás, qué habría sido del misterioso autor de la autofoto (a quien, además, si se observa con detenimiento, debajo de la sudadera le abulta algo, un extraño armazón… igual era un marciano o del FBI o superdotado), qué habría hecho después de ver cómo se iniciaba la caza humana. Me lo imagino atrincherado en el baño compartido de una pensión del casco viejo, rapándose la cabeza o tiñéndose la perilla; o, ya en su casa, a salvo, lejos, luchando contra sí mismo, conteniendo el impulso de pulsar el “compartir” en su instagram, valorando qué le compensa más, ganar cientos de “me gusta” o perder un buen puñado de euros, convertirse en un trendig topico en un megavillano en una ciudad de provincias… Quizás, quién sabe, la autofoto ya está circulando por el subsuelo de las redes sociales; o quizás, lo más probable, salió descuadrada, movida, borrosa… Es lo que tiene el mundo selfie, esa moderna versión del mito de Narciso intentando besar su reflejo en el agua y descubriendo sorprendido cómo este se enturbia y se desvanece.
COLABORACIÓN EN MI SECCIÓN RUBIO DE BOTE PARA EL SUPLEMENTO ON DE LOS DIARIOS DEL GRUPO NOTICIAS
PÁGINA 7
Yo pude ser Letizia
Ángel Petisme, ministro de la felicidad
El cantautor y poeta aragonés presentó en Iruñea (Katakrak) y Bilbao (Librería Cámara) sus dos últimas obras, el libro “Fast food for freaks” y el disco “El ministerio de la felicidad”, en el que colaboran El Drogas y Kutxi Romero. Hace unos días estrenó el vídeo de una de las canciones en la que rinde un hermoso homenaje a Cecilia Giménez, la restauradora del Ecce homo de Borja.
Patxi Irurzun. Iruñea
Lleva treinta años, quince libros y otros tantos discos repartiendo alegría, pero ha sido en el último de sus trabajos cuando por fin ha reivindicado su cargo. Ángel Petisme, ministro de la felicidad, ecce homo erectus, aragonés de vallekas, padre primerizo a los cincuenta, cinéfilo, escanciador de vino y bebedor de vida, acaba de parir poemario y disco gemelos (Desacorde Ediciones), los dos luminosos, plenos de colores, de letras que relucen como bengalas en el cielo de los días oscuros. De su poemario, “Fast food for freaks” ha escrito su colega Luis Eduardo Aute: “Me parece espléndido, excelente, excesivo (en el mejor de los sin-sentidos). Todos los poemas son magníficos, justos y justicieros, austeros, limpios, exactos, mazazos de puntería exacta, precisa, elegante”. Y el disco no se queda atrás. En él, Petisme rinde homenaje al vino, a su hija Alba, a los amigos que, como Felix Romeo, ya no están pero son velas que tiemblan en la oscuridad, a una viñeta de El Roto, convertida en canción ( “Además nos votaréis”, en la que colaboran Kutxi y El Drogas y en la que el ministro de la felicidad se enfada) o a Cecilia Giménez, la pintora del Ecce homo de Borja, a la que defiende de la astracanada y el torrentismo con un escudo de belleza.
-Si te apetece, empieza soltando una barbaridad, Petisme…
Yo pude ser Letizia. En Calanda en febrero de 2000, en el centenario del nacimiento de Buñuel, me invitaron a cantar pues acababa de publicar un libro disco dedicado al cineasta. Entonces tenía de público al entonces príncipe de Asturias, a Yoko Ono, a su hijo Sean Lennon y autoridades eclesiásticas y militares. Los periodistas me dijeron después que el actual rey de los españuelos se me comía con los ojos. Recuerdo que me invitó a Zarzuela y demás pero yo no le presté mucha atención. Una pena porque ahora sería una reina republicana y otro pelo nos correría a todos.
-Disco y libro a la vez, ¿hay vasos comunicantes entre ellos?
Seguro que sí porque en ambos está mi imaginario y mis fantasmas y ambos gozan de buen humor e ironía a raudales.
-Empezando por el disco te has autoproclamado ministro de la felicidad, en un disco luminoso y optimista, ¿es eso, felicidad, alegría lo que nos falta para hacer la revolución? (ya sabes, una revolución en la que no se baile, o no se folle, no es la mía)
Bueno, fui nombrado ministro de la felicidad a regañadientes como a quien le toca ser presidente de la comunidad de vecinos. Es un ministerio sin cartera y por un año, así que no saldré de pobre. Minister significa sirviente, criado, el que está por debajo de los magister: los maestros. Cómo ha cambiado la tortilla, eh. Sí, creo que la auténtica grandeza frente al poder y contra él es seguir sonriendo. La risa es una forma de re(e)xistir.
-Aunque al disco, no le falta tampoco la rabia, en la canción con Kutxi y El Drogas, o en Virgen de los Peligros, expresada con dos registros diferentes…
Son canciones cívicas contra la realidad asfixiante: el bipartidismo y la casta política en Además nos votaréis y los desahucios en Virgen de los Peligros. En ésta última utilizo el documento, el testimonio de una madre y una hija a punto de ser expulsadas de sus hogares y es una crónica y una plegaria a la vez. En la primera funciona más la mordacidad y la caña a través del recochineo de los políticos que se dirigen a nosotros: Os bajaremos los sueldos, os quitaremos derechos, nos llevaremos la pasta y además nos votaréis…
-Acabas de estrenar un video con Cecilia Gimenez, la restauradora del Ecce Homo de Borja, en la que tú también te pones en sus manos, dejas que te mime, te dé de comer… ¿Cómo y por qué surgió esta canción y la idea del video?
La historia del Ecce homo me inspiró una canción de amor y ternura. Todos somos esa pintura abandonada que se cae a pedazos y esperamos la mano restauradora del amor. Da igual que luego salga un monstruo, lo importante es que en el amor existe la voluntad y el deseo de mejora. El vídeo surgió porque me pasaron el teléfono de Cecilia y estuvimos más de horas de conversación en la primera llamada. Hubo mucho feeling, era como hablar con mi madre. Cecilia tiene un hijo paralítico de 55 años del que cuida desde niño, así que ese sentimiento materno filial era el mismo que el del Ecce homo con su creadora.
-Otro tema muy presente y nuevo en tu caso es la paternidad (me encanta y me resulta muy cercano, por cierto, cuando le dices a tu hija eso de “Si gano este premio te compro la Nintendo”, es casi un microrrelato), que en tu caso tiene algo de especial (padre a los 50, adopción, etc.)…
Sí, hay tres canciones que nacen con los nuevos sentimientos y la responsabilidad de adoptar a una pequeña que no venía precisamente con la mochila vacía sino llena de piedras y malos tratos.
-En cuanto al libro, resulta muy actual, tiene algo de justiciero, como te dijo Aute, pero a la vez parece también un libro que has compuesto escribiéndolo a fogonazos, en diferentes épocas, apuntando en servilletas o paquetes de tabaco… ¿Es así? ¿Cómo ha sido el proceso?
Lo fui escribiendo en libretas y papelitos desde 1996 hasta ahora.En realidad son apuntes, primeros versos que yo guardaba para hacer un poema o una canción en el futuro y se han quedado en relámpagos sin tormenta como aforismos, bueno, euforismos como dice un amigo. Suele tender a despertar una reflexión,un pellizco poético o en ocasiones la risa directamente.
-Para acabar has decidido mover tanto disco como libro solo por pequeñas librerías…
Es que en eso que llaman los “supermercados de la cultura”, que en realidad son del ocio y la informática les da igual vender el disco de Paquirrín Dj. que el mío. En un tiempo en que nos quieren robar hasta las mismas palabras, el mejor espacio para los ciudadanos libres son las librerías, a pie de calle, con relatos, ensayos, poemas, canciones y sueños para cada uno de nosotros.