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Es triste, pero ha tenido que morir un lector tras los enfrentamientos entre ultras de Dostoievski y Faulkner para que el gobierno haya decidido por fin tomar medidas que atajen la violencia creciente en el mundo de la literatura. Ya era hora, aunque nos tememos que el cierre de los dos clubs de lectura radicales implicados, los “Crimen y castigo Boys” y “El ruido y la furia Fondo Sur”, no va ser suficiente para acabar con esta deleznable lacra.
Anteayer mismo, tan solo 24 horas después del vil asesinato (recordemos, el lector de Faulkner murió tras ser golpeado repetidamente con una edición de tapa dura de Los hermanos Karamazov sin que nadie atendiera sus gritos de auxilio: “¡En la cabeza no, en la cabeza no!”), anteayer mismo, decíamos, podíamos ver en la televisión cómo dos tertulianos del reality-show “Escribe o muere” llegaban a las manos mientras debatían sobre la idoneidad de la métrica aplicada a un soneto de pie quebrado por uno de los concursantes durante la prueba de eliminación; o hace unos días informábamos en este periódico de los incidentes acaecidos en nuestra ciudad en la presentación de un libro de crítica literaria, en los que varias personas resultaron heridas durante las avalanchas provocadas para entrar al acto; posteriormente los altercados se extendieron a diferentes librerías del casco viejo, que fueron asaltadas por grupos de lectores que intentaban hacerse con un ejemplar de la obra empleando la fuerza y la coacción, amenazando, por ejemplo, a los libreros con tijeras con las que hacían ademán de cortar sus tarjetas de clientes.
La violencia en la literatura, por tanto no es algo puntual o asociado a pequeños grupúsculos de fanáticos, sino estructural, un mal que se alimenta desde centros de enseñanza, instituciones públicas o medios de comunicación. Cualquier padre de familia habrá tenido que soportar el bochornoso espectáculo de ver cómo en un cuentacuentos otros padres abucheaban al actor o incluso lo agredían después de que sus hijos exclamaran “¡Me aburro!”; son cada vez también más frecuentes los casos de bulling entre niños y niñas que durante los recreos, en lugar de participar en las tertulias sobre literatura juvenil, prefieren jugar a al tocasuelos o a la goma; y es extraño el chaval que no se viste con una camiseta con el rostro de Gloria Fuertes o de El pequeño Nicolás —nos referimos, por supuesto, al genuino, al de Sempé y Goscinny—.
En lo que atañe a las instituciones públicas debería resultar indignante comprobar cómo, y más en estos tiempos de crisis, las grandes editoriales, ahogadas por los fichajes multimillonarios y los adelantos estratosféricos que conceden a los escritores, incluidos poetas y microcuentistas, reciben un trato de favor o incluso se fabrican leyes ad hoc para facilitar el pago de sus deudas con Hacienda.
Tampoco los medios de comunicación estamos libres de pecado. Por citar sólo un dato, en cada telediario se dedica una media de 20,5 minutos a hablar de novedades editoriales. Desde aquí, en definitiva, abogamos por medidas más drásticas, como el cierre provisional de bibliotecas y la prohibición de la lectura a los menores de 32 años, y por la promoción entre la población de actividades más edificantes, como, por ejemplo, el fútbol.
Colaboración para mi sección Rubio de bote en el semanario ON de Diario de Noticias (Gipuzkoa, Álava y Navarra) y Deia
http://www.presst.net/subscribers/view_iframe/7634
Imagen tomada de http://neouniversopop.blogspot.com.es/2011/10/libros-arrojadizos.html
El lobo de Caperucita es un rapero machista
Caperucita roja se llama Kaperu, escucha a Kortatu, es la grafitera más intrépida de la ciudad y sufre el acoso de su exnovio el Otxoa, un rapero de pacotilla. Leyla es una sirenita embarazada de un niño que viaja en una patera infame hasta Canarias donde es acogida por un escritor que trabaja desnudo. El espejo de la madrastra de Blancanieves está harta de contar mentiras y decide finalmente decir la verdad…
Hacer versiones de cuentos clásicos renovados con temas de actualidad. Es lo que propone la editorial navarra Alkibla con Te cuento, una colección de libros escritos por autores conocidos con la voluntad, explican desde el sello, de «favorecer el espíritu crítico así como la puesta en relación de contenidos literarios basados en la ficción con imágenes de referente real». Unas imágenes realizadas por Clemente Bernad, fotógrafo conocido por sus trabajos sobre el conflicto vasco o la exhumación de fosas comunes de la Guerra Civil española y coordinador de este proyecto junto a Carolina Martínez, ambos al frente de Alkibla.
Los tres primeros cuentos, presentados la pasada semana, sonCaperucita Roja, de Patxi Irurzun; Blancanieves, de Marta Sanz; yLa Sirenita, de José Ovejero. Irurzun, ganador del I premio de relatos de viajes de El País-Aguilar y autor de Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis! (Eutelequia, 2011), se sirve de Caperucita, su abuela y un peculiar lobo para abordar el tema de la violencia machista con su habitual prosa ágil y descarnada. El libro incluye veinte instantáneas de Clemente Bernad relacionadas con el caso del asesinato de Marta del Castillo.
Finalista del Premio Nadal en 2006 y autora de Daniela Astor y la caja negra (Ed. Anagrama, 2013), Marta Sanz presenta un relato femenino a partir del clásico Blancanieves acompañado de un reportaje fotográfico sobre la vida de las mujeres saharauis refugiadas en los campos de Tinduf.
Por su parte, José Ovejero, ganador del Gómez de la Serna por La Comedia salvaje (Alfaguara, 2011), reflexiona sobre la inmigración subsahariana con una emocionante historia ilustrada con una serie de fotografías sobre la repatriación a Marruecos del cuerpo de la joven Malika Llaroussi, fallecida al llegar en patera a la costa española.
La colección Te cuento incluye en total doce libros. Tras la publicación de los tres primeros, en los próximos meses aparecerán los nueve restantes, donde se abordarán cuestiones como la crisis o el culto al cuerpo a cargo de Felipe Zapico, Emilio Silva, Javier López Menacho, Manuel Rivas, Isaac Rosa, Belén Gopegui, Juan Carlos Mestre, Hasier Larretexea e Isabel Bono.
Sin duda, Te cuento no es una colección de libros infantiles. En realidad, está destinada a públicos de todas las edades ya que la combinación de cuento clásico, reflexión actual y fotografía documental ofrece un relato nuevo, holístico, abierto a múltiples lecturas e interpretaciones. El diseño preciosista de la colección es obra de Zuri Negrín. Todos los tomos se acompañan de un recurso educativo elaborado por la Universidad Pública de Navarra.
Con este proyecto Alkibla retoma el espíritu de Imagina cuántas palabras, un libro con poemas y relatos de 50 escritores a partir de 50 palabras, acompañados de imágenes de Clemente Bernad, que recibió el Premio al Libro Mejor editado en 2014 por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/12/babelia/1418383494_987356.html
Esta es el retrato que me ha hecho Demian Ortiz para su proyecto «Perdidos», en el que fotografía a diferentes escritores.
El pasado viernes 28 de noviembre presentamos Kaperu, mi aportación a la colección TE CUENTO… de Alkibla en la librería Auzolan de Pamplona. Kaperu es mi particular reinterpretación del cuento clásico Caperucita roja, En este proyecto, que yo estreno, participan autores como Manuel Rivas, José Ovejero, Marta Sanz, Isaac Rosa, Javier López Menacho, Juan Carlos Mestre, Isabel Bono, Felipe Zapico, Hasier Larretxea. Emilio Silva o Belén Gopegui. Casi nada. Y todos los cuentos vienen acompañados de un reportaje fotográfico de Clemente Bernad. Mi Kaperu es un cuento a ritmo hip-hop, con grafitis, whatsapps, canciones de Kortatu… Las fotos son sobre la búsqueda de Marta del castillo, Podéis ampliar información y pedir el cuento en www.alkibla.com.
David Tijero en AUX magazine:
http://davidtijeroosorio.wordpress.com/2014/12/05/tiros-libres/
Francisco Camero en diariodesevilla.es
http://www.diariodesevilla.es/article/ocio/1916910/relatos/con/la/muneca/caliente.html