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JOSU ARTEAGA ME ENTREVISTA SOBRE PAN DURO PARA MUGALARI

Abr 28, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

PUBLICA EL LIBRO ‘PAN DURO’ | Patxi Irurzun | “Escribir es mi único territorio libre”

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Josu Arteaga

El escritor iruindarra publica “Pan duro”, un nuevo título en su variado obrador. En esta ocasión amasando diferentes harinas: El surrealismo, el realismo mágico, la lisergia naïf… Es el Patxi-niño sin levaduras artificiales y con un pan de kilo bajo el brazo. Unas veces, bandido como navaja de muelles al cortar la hogaza y otras tierno como pan recién horneado. En Patxi viven los ojos de un niño que ven lo que no ve nadie y las manos del que madruga, amasa y nos da el pan de tahona con el que andar el camino. Antítesis del congelado, recalentado y modificado genéticamente con chicle de mascar. Patxi sabe que hubo pan negro para los pobres y blanco para los ricos pero el sólo ha conocido el de molde sin corteza. Sucedáneo industrial e inflado de nada, para ganado ciudadano, blando, consumidor y manso. Apenas recuerdo del mejor invento del hombre muy por delante del de la rueda: El pan. Por eso se revuelve y reivindica el pan de trigo, como mi abuelo, que llevaba siempre un currusco de pan duro en el bolsillo del pantalón azul-mahón, por si “estaba fallo”. Podía ser duro como el pedernal pero aunque los años le hubieran desdentando, eran el hambre y la fatiga quienes le ayudaban a roerlo. Patxi sabe de aquellos antiguos, que en habiendo unte no hay pan duro e intuye que el mundo necesita de su escritura, a veces dura, a veces tierna y siempre apetitosa. Porque necesitamos literatura de verdad. Y pan verdadero también. Aunque sea duro.

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¿Qué le debe “Pan duro” a José Luis Cuerda y a “Amanece que no es poco”?

Soy ‘amanecista’ declarado, me gusta mucha esa película, y este Pan duro se ha cocinado en parte con su levadura, aunque al horno he metido muchos ingredientes más, a veces de forma consciente y otras no, en el caso de la peli de Cuerda me gustaba sobre todo, además de su humor, el escenario, el clima, esa idea de un pueblo en el que las cosas más extrañas, absurdas, surrealistas (aunque a Cuerda creo que esa etiqueta no le gusta), se viven con naturalidad, del mismo modo que sucedía con el realismo mágico, por ejemplo (o con la Biblia, otro libro de humor, en la que la gente de repente se convierte en estatua de sal, o empieza a llover y todos los animales de la tierra se resguardan por parejas en un barco, muy formales…).  Pero yo, en realidad, al margen de Amanece que no es poco, siempre había tenido esa idea, de crear eso que en literatura se llama un territorio mítico, un espacio imaginario, ya lo había hecho con Jamerdana, en otras novelas, pero entonces se trataba de un espacio urbano, y ahora, Zarraluki, es un escenario rural. La idea de crear ese pueblo imaginario, de hecho,  se debe a que desconozco por completo la vida rural y eso me permite imaginármela por completo, plantear situaciones absurdas con esa naturalidad o ese atrevimiento que da la ignorancia,  imaginar por ejemplo un equipo de remeros o un faro en un pueblo de montaña, o una vaca dragqueen con herraduras de plataforma…

¿Es el surrealismo en tu escritura, un refugio ante una realidad que superó a la ficción hace muchos lustros?

Así es, lo decía el recientemente fallecido Eduardo Galeano: el mundo está al revés, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies… Yo siempre he usado noticias de los periódicos como punto de partida para escribir cuentos, pero luego eso requería cierta elaboración, lo pasaba por la turmix del esperpento o la caricatura, últimamente, sin embargo,  leo la prensa y siento que no puedo competir con la realidad. Mortadelo y Filemón censurados en los telediarios, gente que pasea lechugas en Japón, por no hablar de la información política… ¿Qué puedes hacer frente a eso? El surrealismo es el nuevo realismo.

En “Pan duro” tenemos a un Patxi Irurzun de escritura tierna, en línea con “ El cangrejo valiente”, “Dios nunca reza”… y menos incisivo que en: “Atrapados en el paraíso”, “La virgen puta”…¿Irurzun se está haciendo mayor?

Mayor sí me estoy haciendo, pero eso lo noto cuando tengo que echar una carrerita si se me escapa el autobús, escribiendo creo que continúo en forma. En realidad, como tú dices, esa manera de escribir, más tierna, más íntima, más poética incluso,  siempre ha estado presente en mi obra, o en algunos libros concretos. Creo que hacer el macarra, aunque a mí me encanta y lo necesito de vez en cuando, es más sencillo.  Pero en el caso de Pan duro una de mis pretensiones era que fuera una novela que pudiera leer gente de cualquier edad. No es que sea una novela juvenil, o sí, pero una de esas novelas juveniles que también puede gustar a los lectores adultos (comoRebeldes, o El guardián entre el centeno), ni tampoco creo que las novelas juveniles tengan que ser siempre blanditas, paternalistas, políticamente correctas, que en ellas no se pueda hacer el macarra (¿cuándo de hecho se es más macarra que con 16 años?)… En fin, me estoy liando, simplemente me apetecía escribir una novela bonita y a la vez divertida, en la que la imaginación y la fantasía tuvieran bastante peso… A menudo me parece también que en la literatura se magnifica lo feo, lo desagradable, lo despiadado, lo violento, una cosa es escribir como si todo eso no existiera ni nos salpicara, y otra hacerlo sin dejar un rayo de luz, de esperanza. Desconfío un poco de los escritores malotes, que nunca muestran algo de fe en el género humano, y también de los que escriben siempre el mismo libro, o en el mismo tono, a no ser que sean Bukowski (Bukowski por cierto, a diferencia de muchos de sus epígonos, sí me parece un escritor humanista). A mí me gusta escribir libros o relatos diferentes, no solo respecto al género —he escrito libros de viajes, cuentos, diarios…—, sino también respecto al tono, a veces me salen más incisivos, como dices, otras más tiernos, pero así es la vida también, uno no está permanentemente enojado, o siempre lloriqueando…

Dicen que escribir es desnudarse. ¿Cómo llevas eso de del nudismo o el exhibicionismo ante desconocidos?

Escribir es nire territorio libre bakarra, mi único territorio libre, para el resto de las cosas de la vida soy un persona introvertida y asustadiza, pero escribiendo no tengo miedo a exponerme, por supuesto hay cosas que hay que cuidar, sobre todo cuando atañen a personas cercanas, a las que quieres, el diario Dios nunca reza, en ese sentido, probablemente fue la desnudez más completa y tuve dudas, por eso, por lo que se refería a mi entorno, aunque luego también me di cuenta de que desnudos todos nos parecemos bastante, y mucha gente me comentó que se veía reflejada en experiencias que yo consideraba muy personales.

Tu apuesta viene de largo, tu obra es prolífica, tu escritura es certera… ¿Notas que vas llegando a más gente o es sólo una impresión desde fuera?

Es un recorrido largo y lento y duro, tengo la impresión de ir conquistando cada lector de uno en uno, pero todos ellos de verdad, sin la ayuda de cuestiones extraliterarias, sin padrinos, solo con mis libros, pero sí, tengo la impresión, sobre todo desde Dios nunca reza, de que voy llegando a más gente. Con ese libro fue la primera vez que por la calle me paraba gente, desconocidos, para darme las gracias por escribir, es una cosa emocionante, que recompensa, por la que merece la pena ese camino… De todos modos, no tengo ninguna vocación de escritor minoritario, ni secreto, a mí me gustaría tener muchos lectores, o al menos la oportunidad de llegar a todos esos lectores a los que estoy seguro de que mi literatura puede interesar, porque, lo digo sin querer ser presuntuoso, a menudo me sucede, hay gente que me “descubre” y que me pregunta cómo es posible que no me hubieran leído antes, o que nunca hubieran oído hablar de mí.

Hay escritores circunstanciales y escritores de raza. Creo que tú eres de los segundos. ¿Qué me dices?

Bueno, eso de raza suena un poco raro… Pero sí soy un escritor totalmente entregado a mi oficio (otra cosa es que me dé para comer), es mi vocación, lo que da sentido a mi vida, sin escribir no me reconocería a mí mismo, no sería yo,  suena grandilocuente, pero en realidad es algo patológico.

Zarraluki, lugar donde transcurre la trama, ¿Es algún lugar de la niñez de Patxi disfrazado convenientemente?

Sí y no, es la suma de muchos ingredientes o casualidades, ideas que he ido acumulando durante años… Está eso que he comentado antes del territorio mítico, el espacio rural… Está también un punto de partida, una historia real, la de un pueblito del Goierri en el que estuve viviendo una temporada, aprendiendo euskera, en el que había un bar maravilloso, muy rockero, con muy buen rollo, pero que tenía el inconveniente de que nunca sabías cuando iba a abrir, porque cada vez que el dueño se enfadaba con su novia se deprimía, y lo cerraba, es decir, su estado de ánimo condicionaba el de todos los demás, y eso es lo que pasa también con el panadero de Zarraluki, que deja de hacer pan cuando discute con su novia, y luego están también cosas curiosas que he ido viendo por ahí, otro pueblito de Gipuzkoa, Itsaso, del interior pero con faro, o las historias de Olariz, de tu novela, que yo pensé que podían ser las historias del pueblo de al lado a Zarraluki, y luego ya todos mis desbarres personales, las cosas locas que se me ocurren al escribir, la vaca con plataformas, el bar de dobles de famosos… Y eso por supuesto está relacionado con ese sentido lúdico y fantasioso de los niños, del niño que todavía me gusta conservar dentro de mí y reivindicar para todos, esa capacidad para imaginar y jugar.

Cuéntanos algo de tus próximos proyectos, de esa novela de piratas vascos…

La novela de piratas la acabé por fin este verano y de momento está reposando, en su Isla Tortuga, esperando el momento conveniente de lanzarse al mar y comenzar los abordajes, creo que con ella el botín merecerá la pena, estoy muy contento del resultado. Es una novela de aventuras, y una novela sobre la búsqueda de la libertad. Ahora estoy trabajando en otro proyecto realmente apasionante, un libro de crónicas, reportajes, periodismo literario, sobre las personas que peor lo están pasando, las que no tienen ni siquiera para comer, no puedo contar mucho más.

¿De dónde se saca la fuerza para seguir escribiendo, en un país donde la mitad de su población dice que jamás ha comprado un libro?

No lo sé, a veces es desesperante, a veces me siento como uno de esos protagonistas de los documentales de oficios en extinción, creo que tiene que ver con esa idea vocacional que te he comentado antes y también con la de que en el fondo, otra cosa que suena grandilocuente, de que escribes también con vocación de servicio, de hacer felices a algunas personas, pocas, o de que en los libros puedan encontrar algo que les ayude a ser mejores, me parece que la literatura tiene también algo de eso, que por eso, entre otras cosas se escribe, o se debería escribir.

¿Pan de molde o pan de caserío?

Pan de pueblo, claro que sí, pan cabezón, pan duro, incluso, porque mi pan duro, viene con un unte bien jugoso y, como tú dices,  “en habiendo buen unte, no importa el pan duro”.

Dime lo que quieras para acabar, pero dime también que tendremos Patxi Irurzun para rato.

A mí de este burro no me apea nadie, está claro, yo, mientras esté vivo,  seguiré escribiendo, es la única certeza que tengo, si no escribo es que estoy muerto. O en Zarraluki.

http://mugalari.info/2015/04/18/publica-el-libro-pan-duro-patxi-irurzun-escribir-es-mi-unico-territorio-libre/#.VTIVjUG6ne0.facebook

PAN DURO EN FAKTORÍA DE IDEAS

Abr 28, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Pan duro

Patxi Irurzun. Editorial Pamiela.
A partir de 12 años

Puravida y su padre, el Ventrílocuo, son dos vendedores ambulantes que viajan en una furgoneta cargada de absurdos cachivaches (como las sandalias con capota para los días de lluvia). En su viaje descubrirán por casualidad el pueblo de Zarraluki, un extraño lugar que no aparece en los mapas y que sin embargo celebra anualmente el Campeonato Internacional de Lanzamiento de Huesos de Aceituna.

En su nuevo libro, Patxi Irurzun nos transporta a un mundo surrealista donde las situaciones se suceden cada cual más absurda que la anterior. Una historia que nos recuerda a la conocida película “Amanece que no es poco” de Jose Luis Cuerda y en la que nos encontraremos un equipo de remeros que entrena en la montaña, el bar Doble o Nada – donde clientes y camareros se parecen de manera sorprendente a artistas y famosos, o a un joven fantasma de 113 años que debe hacerse pasar por el tonto del pueblo.

Una obra en la que las costumbres son el factor clave para la buena vida de Zarraluki, ya que todo su ecosistema depende de la buena relación entre Txema el panadero (no sabemos si en honor al panadero de Barrio Sésamo) y Elena Conache, la maestra del pueblo. ¿Qué pasará cuando esta pareja entre en crisis?

El título Pan duro hace referencia al problema que tiene en vilo a todos los zarralukitarras, que se han quedado sin su pan de cada día. El libro es un continuo ‘enfrentamiento’ entre unos habitantes anclados a la monotonía de sus quehaceres y los protagonistas, que quieren romper con una vida que no los llena.

Patxi Irurzun nos habla de la búsqueda de libertad e independencia, de romper con los hábitos, y de lo difícil que eso puede resultar en ocasiones. Uno de los protagonistas de la novela también sueña con escapar de Zarraluki porque se siente atrapado en esa normalidad de lo extraordinario. Pan duro habla también de eso, de la diferencia, del derecho a ser diferente… En este pueblo lo que sucede es que todos son diferentes, todos son raros, y lo que le pasa a Oihan, el personaje que quiere huir, es que quiere ser normal, buscar su propio camino y su libertad, comenta el propio autor.

El amor, la vida y la muerte, lo absurdo… son muchos los temas que aparecen reflejados en esta obra de a penas cien páginas, donde realidad y fantasía se unen para hacernos disfrutar de una lectura realmente amena.

Si queréis comprar el libro, podéis hacerlo a través de este enlace a Amazon.

 http://faktoriadeideas.com/pan-duro/

Entrevista en GARA sobre PAN DURO

Abr 28, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
PATXI IRURZUN /PERIODISTA Y ESCRITOR

Patxi Irurzun desata toda su imaginación para crear Zarraluki, pueblo de montaña en el que las vacas se asemejan a drag queens y cuando el panadero se enfada con su novia no hay quien coma con pan. «Pan duro» es una novela «para jóvenes de todas las edades» en la que no faltan el humor y la poesía, y en el que las situaciones absurdas resultan más normales de lo que a simple vista parece.

«Quería idear un lugar en el que lo absurdo se viviera con naturalidad»

AMALUR ARTOLA|IRUÑEA
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“Pan duro” ofrece al lector la oportunidad de zambullirse en Zarraluki, pueblo imaginario en el que lo absurdo no sorprende y lo «normal» resulta un tanto extraño. Hoy, Patxi Irurzun estará en la Feria del Libro de Gasteiz firmando ejemplares.

La idea para «Pan duro» le vino en un pueblo de Goierri. ¿Qué parecido guarda con Zarraluki?

No demasiado, en realidad solo la masa madre a partir de la cual ideé la trama de la novela. En aquel pueblo de Goierri había un bar que era un pequeño refugio para muchos que estábamos de paso por allí (aprendiendo euskara), pero que tenía el inconveniente de que cuando el dueño del bar se deprimía no abría, con lo cual de su estado anímico dependía también el nuestro. En Zarraluki hay un panadero que cuando pelea con su novia, la maestra del pueblo, no hace pan, la maestra tampoco tiene ganas de dar clase… En definitiva, toda la vida del pueblo, que es un pueblo de montaña, aislado, se detiene, toda la vida del pueblo depende del amor de esta pareja. Aparte de eso, Zarraluki es un pueblo que no se parece en nada a ese pueblo ni a ningún otro, un pueblo en el que pasan cosas muy raras.

Un pueblo de montaña en donde hay un faro y las vacas llevan herraduras en forma de plataformas. Habrá disfrutado dejando llevar su imaginación para crear este pueblo…

Sí, ese era uno de los ingredientes de este pan duro, idear un lugar en el que lo extraordinario, lo absurdo se viviera con naturalidad, de modo que yo tuviera manga ancha para las situaciones más descabelladas. También quería fundar mi propio territorio mítico, un lugar en el que pudiera moverme con libertad.

Los personajes son igual de peculiares que el pueblo…

Sí, y también los forasteros, los vendedores ambulantes que llegan con un muestrario de cacharros absurdos, como las sandalias con capota para los días de lluvia o el matamoscas con un agujero en el centro que dé una oportunidad a la mosca. Todo el libro se mueve en una niebla o bruma imprecisa entre realidad y ensoñación, vida y muerte, vigilia y sueño, que nunca llega a disiparse.

En Zarraluki, los surrealista o fantástico se convierte en natural. No extraña. ¿Es ese el mensaje que quería transmitir? ¿Que lo que denominamos «normal» depende de muchos factores?

Bueno, estamos en un momento en el que creo que podemos decir que la surrealidad supera la ficción, sí. Creo también que uno de los temas del libro es el derecho a la diferencia, aunque paradójicamente en Zarraluki quien se siente diferente es Oihan, un muchacho que aspira a la «normalidad»: todos sus vecinos son raros y él quiere escapar del pueblo, de esa presión, de la tradición, irse a vivir a una ciudad, ir al cine con una chica…

Aunque es un relato ficticio, tiene elementos reales.

Hay algunas historias que las he tomado de la realidad, sí, y luego las he pasado por mi túrmix, como la de la torre Iznaga de Trinidad, en Cuba, que construyó el hijo de un terrateniente para impresionar a una chica, pero como su hermano estaba enamorado de la misma mujer, este construyó una torre a la inversa, un pozo de la misma longitud; en Zarraluki también hay un faro y un pozo… Pero la mayoría de las cosas y personajes son historias absurdas que se me pasan a mí por la cabeza, ocurrencias que he ido echando a este cajón del pan duro.

En la novela está muy presente el humor, pero aflora un cierto toque poético.

Yo diría que se mueve entre el realismo mágico y “Amanece que no es poco”. Quería escribir una novela bonita y a la vez divertida, y que pudiera ser percibida así por gente de cualquier edad, por eso he hablado de una novela para jóvenes de todas las edades, una de esas novelas juveniles que también disfrutan los adultos. Todo esto no es nada fácil, a veces para hacer reír lo fácil es el exabrupto, la macarrada (que a mí me gusta y a la que he recurrido en otros libros), pero conseguir este tipo de humor absurdo, delirante, y combinarlo con ese tono poético es complicado. Creo que he llegado a un buen equilibrio. Un lector ha calificado el libro como realismo «majico», otro como «lisergia naif»… Me encanta.

¿Se convertirá Zarraluki en escenario de futuros relatos?

Me lo están pidiendo y en algún cuento ya he vuelto a Zarraluki… Es probable que sí, uno no crea un territorio mítico para abandonarlo a la buena de Dios.

«La imaginación es necesaria para afrontar situaciones complicadas»

En la presentación comentaba que con «Pan duro» ha querido «reivindicar los aspectos fundamentales de la literatura, como son la imaginación, la fantasía o la evocación». ¿Carece la literatura juvenil actual de esos ingredientes?¿Por qué esa necesidad de reivindicarlos?

En momentos difíciles como los que vivimos quizás tendemos a usar la literatura de una manera urgente, como arma, o como espejo para reflejar o denunciar la realidad, lo cual está muy bien y es necesario. Yo siempre lo he hecho, y lo hago, pero también creo que es necesario no renunciar a herramientas como la imaginación o los sueños, que también son muy útiles, necesarios para afrontar situaciones complicadas, imaginar, inventar, no estoy hablando de evadirse o cerrar los ojos. No sé, igual es una perogrullada, pero cuando hablamos de un acto creativo, la fantasía y la imaginación son fundamentales, irrenunciables.

http://www.naiz.eus/eu/hemeroteca/gara/editions/2015-04-25/hemeroteca_articles/queria-idear-un-lugar-en-el-que-lo-absurdo-se-viviera-con-naturalidad

KARTA ZERTIFIKADA

Abr 27, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

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Ayer fui a Correos para autoenviarme una carta, que escriví yena de fartas de hortografia, y así hacerme la ilusión cuando la recibía de que por una vez se dirigía a mí toda una concejal de cultura, y cuando me acerqué a la ventanilla una chica me dijo: “Ordinario”, y yo pensé si ella, además de ser una maleducada, tenía rayos filológicos en la mirada que atravesaban los sobres, pero luego ya me explicó que si quería asegurarme de que la carta llegaba lo mejor era certificarla, cosa que me pareció muy rara, es decir, para que el servicio de correos haga correctamente su trabajo tenía que pagar un poco más, no sé, es como si vas al médico y tú le dices “¿Qué tengo?”, y él te contesta “Pues más te vale que tengas dos euros, porque lleva toda la pinta de una apendicitis, pero hay que certificarlo”,  el caso es que estuve un rato departiendo amablemente con la chica, tan embebidos los dos que no nos dimos cuenta de que a nuestras espaldas se había formado una cola de varios kilómetros que no era más larga porque había unos cuantos que se iban retirando, pues ya les pillaba más cerca entregar sus cartas y paquetes —con perdón—en mano, estuvimos, de hecho, la chica y yo tanto tiempo hablando de nuestras cosas, objetos directos, imperativos (como Correos), sinalefas —con perdón—, que me entraron ganas de ir al baño y, al salir de la oficina, tuve que entrar en la cafetería de al lado, en cuyo urinario estaba tan a gusto aliviándome cuando llegó un señor con gabardina y gafas de sol, que se colocó al lado  y comenzó a decirme “¿Qué tal, Joe?” y otras cosas raras, que me cortaron el chorro, “¿Tienes la pasta?, seguía él, así durante un cuarto de hora, hasta que ya por fin se quitó las gafas y me confesó que era actor y que estaba ensayando para una película de gánsters, “Ya sabe, es un clásico, en las pelis se mea profusamente, todo lo que haga falta para que encajen los diálogos”, dijo, y yo le contesté que, bueno, peor era cuando ruedan escenas dentro de los coches y el conductor no mira nunca al frente”,  total, que allá estuvimos hablando un rato de nuestras cosas, los romanos con reloj de muñeca, los padres de los niños americanos que siempre llegan tarde a las fiestas de fin de curso, todo eso sin dejar nunca de orinar, hasta quedar desriñonados con tanta cháchara, luego el señor ya se puso las gafas, nos despedimos, “Hasta nunca, Joe”, dijo él, y yo me fui a la barra y pedí un café, que me lo tomé leyendo el periódico, “Rajoy acusa a Podemos de buscar sus candidatos en las cafeterías”, decía un titular, lo cual, dado que yo estaba en una de ellas me pareció un poco faltón, y también un poco descafeinada la respuesta de Pablo Iglesias, más vale que luego pasé la página y ahí estaba Eduardo Galeano, y sus palabras que flotaban en el aire y lo purificaban, lo purificarían durante muchos siglos todavía después de que él se marchara, Galeano, haciendo un alegato a favor de las cafeterías, las segundas casas de los que no teníamos apartamentos en Baqueira- Beret, ah, Galeano, me hizo salir a la calle sintiéndome inocente y no un asesino en serie cualquiera que frecuenta antros de mala muerte como cafeterías u oficinas de Correos, y así, más tranquilo, volví a casa, a esperar  en ella hasta el día siguiente para ver si, no sé, el cartero me traía una carta, certificada, de una koncegala de kurtura —con perdón— o algo.

Colaboración para la sección Rubio de bote del suplemento ON (Diarios de Grupo Noticias)

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