Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para magazine ON (Diarios Grupo Noticias) (19/07/25)
El verano
que fui barrendero me intentaron corromper, como si fuera un número dos del
PSOE cualquiera (o uno de sus guardaespaldas). Por cierto, tampoco había que
ser un sabueso o un Perro Xanxe para darse cuenta de que personajes como el tal
Koldo, trigo limpio no eran. En el caso de Koldo estaban, además, los
antecedentes penales: fue condenado en 1995 por romperle varias costillas a un
vecino del valle de Aranguren cuando trabajaba como segurata en las obras de un
controvertido vertedero; y en 2010 volvió a ejercer de matón, en este caso
apalizando a un menor que cometió el grave delito de entrar con una camiseta
con el lema Independentzia a un bar en el que se encontraban varios
aficionados de la selección española. Por lo que se ve, depende de qué
pecadillos se perdonan. De hecho, Koldo fue indultado de su primera condena (y
lo hizo, por cierto, Aznar). Dejamos para otro día cómo en España un violento
gorila de discoteca puede llegar a las cotas de poder que, al parecer, ejerció
el tal Koldo.
El caso
es que, volviendo a mi trabajo como barrendero, al contrario de lo que piensa
mucha gente, fue un buen trabajo. Realizaba mi ruta en solitario, lo cual me
permitía, por una parte, dejar que mis pensamientos revolotearan en mi cabeza
como si fueran hojas caídas de los árboles, que después recogía y echaba al
capazo, y, por otra, convertirme en una especie de espectador invisible de la
ciudad, que sabía por dónde se movía cada cual, de dónde salía, a dónde
entraba, con quién…
Una parte
de mi recorrido discurría por una zona de chalets, en la puerta de uno de los
cuales una vez me abordó una simpática ancianita que, tras un rato de
conversación, me alargó un billete de cinco euros. Al principio pensé que se
trataba de una de las muestras de solidaridad que algunas personas solían tener
con quienes trabajábamos en la calle, a pleno sol (en algunos bares nos
invitaban a refrescos o a algún pintxo, por ejemplo), pero después la ancianita
dijo: “Bueno, pues aquí −señalando la puerta de la que, deduje, era su casa− ¿ya limpiarás un poquico mejor,
eh, majo?”.
Yo ya
había rechazado su propina insistentemente, pero tras aquella frase lo hice con
una vehemencia tan evidente que de golpe los ojos de la simpática ancianita se
convirtieron en dos ametralladoras de odio y clasismo con las que me fusiló,
antes de darse muy digna la vuelta.
La
corrupción a gran escala supongo que funciona de una manera parecida: gente que
considera que puede comprar privilegios con dinero y gente que acepta este sin
sentirse mal por limpiar a cambio un “poquico” mejor la puerta de unas casas
que la de otras. Todo ello con una naturalidad −la naturalidad con la que la
anciana quiso ganarse mi favor− aterradora, que muestra, en definitiva, que la
corrupción no es un problema sino una costumbre.
El
fanzine HEIL! de Iruñea, impulsado por el colectivo de dibujantes
Kanpai-Jotze, rinde homenaje al TMEO rescatando un número histórico
de esta revista: el 11, que por un error de maquetación nunca llegó
a publicarse
Miren Lacalle
/Iruñea
El colectivo de
komikilaris de Iruñerria Kanpai-Jotze acaba de publicar el segundo
número de su fanzine HEIL!, que en realidad es el número uno,
porque el primero se publicó con el número cero… un lío, pero
que nos viene que ni pintado −nunca mejor dicho, hablando de
tebeos−, pues en este nuevo HEIL! se recupera el número 11 del
TMEO, nunca publicado por un despiste, un salto en la numeración
provocado por problemas similares, tal y como nos cuenta Ernesto
Murillo “Simonides”: “Si empiezas a contar desde el número uno
el que correspondía era el doce pero, claro, como habíamos
comenzado con un número cero…”. Simonides, miembro fundador del
TMEO, atribuye el lío −que no sé si hemos aclarado− y las
culpas al hachís, aunque también se confiesa ahora responsable de
aquel histórico error de maquetación, lo cual le honra, porque
algunos otros de sus compañeros, como Jokin, ni siquiera recordaban
la (in)existencia del número 11 del TMEO.
28 páginas
rescatadas
La cuestión es que,
décadas después, este activo colectivo de dibujantes navarros,
Kanpai-Jotze, que se reúne una vez al mes en el Bar Campana del
casco viejo de Iruñea y entre cañas y raciones de casquería trama
ideas para su fanzine, tuvo la feliz ocurrencia de rescatar aquel
número fantasma del TMEO y atribuir su aparición a un hallazgo
arqueológico de magnitud equiparable al de la mano de Irulegi:
“Gracias a los avances que se han dado en estos últimos años en
recomposición con tecnología punta 4D-2 se han podido rescatar
hasta 28 páginas originales a las que HEIL! ha tenido acceso”,
argumenta Jokin.
Y así, en este
remozado TMEO podemos encontrar, en efecto, historietas de algunos
clásicos del tebeo vasco, como los propios Simonides y Jokin, que
siguen en Kanpai-Jotze al pie del cañón, u otros como Mauro
Entrialgo, ATA, GOL, incluso reapariciones marianas como la de
Álvarez-Rabo, así como relatos de Patxi Irurzun o El Toni, junto a
colaboraciones de autores como Amaia Z, JJ Chas, Berto, Agustín
Ferrer, J. Murillo, Sumus, Jota, Martintxo, Berto, Gambarte,
Jota-Jota… Todo ello con una maquetación que recrea la época, con
páginas amarilleadas por el paso del tiempo o la nicotina, textos
escritos a máquina, anuncios de bares míticos del “txino” o
Navarrería −algunos ya tristemente desaparecidos−, etc.
El espíritu
original del TMEO
“Viendo ahora el
fanzine terminado creo que hemos mantenido el espíritu de aquel TMEO
de inicios de los 90”, nos cuenta Sergio Biurrun “Amplio”, que
también hace su aporte a la publicación y que es quien intenta
“coordinar” a este colectivo de dibujantes en permanente caos.
Respecto a la gestación del tebeo nos cuenta que para ellos este era
un homenaje obligado a una publicación histórica, el TMEO, nacida
en Iruñea, y que nunca se les pasó por la cabeza pedir permiso:
“Nos pusimos en contacto con dibujantes que colaboraban en la
revista en los 90 y que ahora ya no lo hacen y lo mantuvimos en
secreto a los del actual TMEO, aunque que me imagino que algo les
habría llegado”.
En este TMEO fake
se recuperan también algunos de los personajes de la época,
como Musgoman, al que resucitan Jokin y Aritz Irigoien, dibujante que
nació en 1987, es decir, el mismo año que el propio TMEO. “Conocí
la revista en la Azoka de Durango cuando fui de crío de excursión.
Me impactó bastante alguna portada. Después en los bares siempre lo
leía y cuando empecé a manejar algo de dinero, lo empecé a
comprar”.
Fentanilo gráfico
Por lo demás,
además de esta parte dedicada al TMEO, el fanzine HEIL! se completa
con otras historietas que abordan temas de actualidad dibujadas por
autores de diferentes generaciones como Pedro Osés, Ekain Strummer,
Exprai, Andrea Ganuza, Itziar Reparaz, Tasio, Berticio del Toro,
Fertxu Izquierdo, Raspa, Txema Esteban… hasta alcanzar las ochenta
páginas. “200 gramos de fentanilo gráfico”, como dice Jokin. La
revista se puede adquirir al precio de seis euros en bares y otros
locales de mala reputación de Iruñea y fue presentada durante las
recientes jornadas de Cómic e ilustración social KomikiBooM de
Antsoain, en una fiesta en la que estuvo presente uno de los
emblemáticos dibujantes del TMEO, Furillo, quien desconocía este
hallazgo arqueológico y que lo calificó como “una sorpresa y una
pasada”.
¿Cómo
se os ocurre ponerle de nombre HEIL! a un fanzine?
La
de arriba es una pregunta que −como
nosotros la esquivamos−
nos propone el propio y enredador Jokin, dibujante del colectivo
Kanpai-Jotze (y también histórico colaborador del TMEO, donde entre
otras, dibujó las historietas de los Huajolotes con guiones de
Gavilán/Eskroto, el recordado cantante del grupo de napar-mex). Él
mismo responde: “No fuimos nosotros, fueron las circunstancias.
HEIL! era el nombre del número cero, que subrayaba la denuncia del
genocidio que está cometiendo Israel en Gaza y el tremendo
paralelismo con el de los nazis contra el pueblo judío. Se mantiene
el nombre (HEIL! Solo
para élites/Eliteentzat soilik)
para mantener fresca en la memoria las consecuencias que traen
derivas a la ultraderecha de las clases medias y bajas, en las que
hacen suyas los valores de las clases elitistas, aceptando
autoengañados el pensamiento de pertenencia a una clase superior, al
equipo ganador y negando lo que realmente somos: despreciables putos
perdedores. Más vale no olvidarlo”, recuerda Jokin.
HEIL!,
un nombre provocador para un fanzine que, incluso sin querer, atrae
la polémica, pues hay que recordar que en el número cero saltó a
los titulares de prensa por una esperpéntica denuncia de UPN en la
que acusaba al ayuntamiento de Iruñea de difundir mensajes políticos
en vehículos oficiales, todo ello a cuenta de un HEIL! fotografiado
por un nervioso concejal regionalista en el salpicadero de una
furgoneta municipal (la historia da, ciertamente, para un cómic, y,
de hecho, Jokin y Aritz Irigoien se ocupan de ella en una de sus
colaboraciones para este nuevo número del fanzine que homenajea,
magistralmente, al TMEO).
Publicado en «Rubio de bote», colaboración para magazine ON (diarios Frupo Noticias) 01/09/2024
Retomamos por un día, a petición de algunos lectores, la subsección «Seis grados» y en esta ocasión vamos a intentar rizar el rizo, pues, además de hacer el recorrido circular, las personas que conectemos compartirán una característica: todos ellos son músicos con una zarza en la garganta.
Comenzamos con Lemmy Kilmister, el cantante de Motörhead, de quien versionó el tema Ace of spades el grupo salmantino 1945 con la colaboración de otro artista de voz aguardentosa: Kutxi Romero. “Quien no quiere a Barricada no quiere a su madre”, ha proclamado en alguna ocasión el cantante de Marea, y como buen vástago él regaló a sus progenitores artísticos la canción El trompo, interpretada por Boni, la voz más desgarradora del rock urbano, que nos dejaría huérfanos hace tres años al fallecer como consecuencia de un cáncer de laringe.
Otra Boni, Bonnie Tyler, la cantante galesa con una sima en la garganta, imprimió en nuestras meninges himnos como It’s a heartache, traducido al cancionero popular como “¡Qué se vayan, diles que se vayan!”. A Tyler la han comparado a menudo con Rod Stewart y de hecho los dos grabaron juntos una canción, Battle of the sexes, en la que resulta difícil distinguir sus voces… y sus peinados.
Rod Stewart, por su parte, es autor de una canción titulada Forever young, es decir, igual que la de Bob Dylan. Tan igual que Stewart tuvo que compartir los derechos del tema con el Premio Nobel de Literatura, a quien también versionó Joaquín Sabina en otro tema: El hombre puso nombre a los animales. Se dice que a Dylan no le gustó nada la versión de Sabina y que prohibió a este interpretarla. Cosa que no hizo el de Úbeda con Mikel Erentxun en el disco Tributo a Sabina, donde el donostiarra del diente mellado reinterpreta Lo niego todo.
Erentxun, me dirán ustedes, no pertenece al club de las gargantas arenosas, pero sí su compañero en Duncan Dhu,Diego Vasallo, y a ambos ha acompañado en alguna ocasión como músico durante sus giras el beratarra Joseba Irazoki, quien a su vez ha colaborado habitualmente con su paisano Petti, el cual grabó un disco compartido con Barrence Whitfield, músico que ha acompañado en alguna gira a Tina Turner, quien ha hecho más de un dueto con Joe Cocker. Cocker, a modo de curiosidad actuó en 1989 en Alsasua en un festival a favor de la ikastola local, donde seguramente incluyó en el repertorio su famosa versión del tema de los BeatlesWhit a little help from my friends.
Y de otro tema de los Beatles, precisamente, Back in the USSR −y con él terminamos, es decir, regresamos una vez más a nuestro punto de partida−, hizo igualmente una versión uno de sus fans más inesperados: el terrible cantante de Motörhead, Lemmy Kilmister.
No
sé cómo lo hacía, pero a principios de los ochenta mi hermano
conseguía sintonizar con un transistor la radio de la policía y
aquella frecuencia era la que contaba lo que de verdad pasaba en la
calle. “Charli
2 a Bravo 1, Charli 2 a Bravo 1 ¿me recibe? Hay una barricada de
fuego en la Avenida Villava”.
Por
aquella época apareció también de repente otra emisora al fondo
del dial: Eguzki Irratia. Nuestras botas sabían cómo olía el suelo
e Iruña era una ciudad gris, sin primavera, de cielos plomizos
colocados sobre las cabezas por angelotes asexuados a sueldo de
Opus-Dei y los PTV (Pamplones de Toda la Vida). Una ciudad llena de
chavales que vivían y morían deprisa en los baños de los bares o
de la estación de autobuses con una amapola colgando del brazo,
dentro de una jeringuilla. Pero también era una ciudad llena de
gente que acuchillaba el cielo para que entrasen unos rayos de luz,
que daba patadas en las puertas, que gritaba, que se plantaba, que
pintaba muros, que se divertía, que robaba las gorras a los munipas
o beatificaba a monos presos y onanistas. Era la gente de la Eguzki
Irratia, emitiendo desde un portal de Navarrería en el que tenían
su sede colectivos antimilitaristas, ecologistas, feministas,
internacionalistas… y de los que la radio era su voz. El dial de la
Eguzki se hizo fijo en nuestros transistores. Mi hermano dejó de
piratear a la policía. La propia policía era quien escuchaba ahora
la Eguzki y entraba en antena: “Vascos de mierda, como vayamos para
allá os vamos a cortar los huevos”…
Otras
veces aquella testicular policía no se conformaba con intervenir por
teléfono, irrumpía en el piso de Navarrería y por el micrófono
los podías oír mandando apagar todos los cacharros; después,
durante varios meses no volvía a salir el sol en Pamplona y algunos
se pasaban toda aquella temporada a la sombra…
Y
había también una Eguzki fuera de la Eguzki, la barraca política
de la radio, la última siempre en chapar en sanfermines, la única
tal vez del mundo en la que al amanecer, cuando los primeros rayos de
sol hacían cenizas sus crestas, podía verse a los punkis bailando
Raffaella Carrà o Boney M.
La
txozna ya no está (aunque hay otras formas de ayudar económicamente
a la radio, por ejemplo haciéndose eguzkide),
pero la radio continúa acuchillando el cielo para que entre el sol.
En la Eguzki Irratia, la radio que más calienta de Iruña −sobre
la cual se acaba de realizar un documental: Eguzki
Irratia. Una historia de comunicación, pasión y lucha,
dirigido por Pablo Calatayud−
todavía resisten, más de cuarenta años después, un micrófono y
un altavoz encendidos, abiertos para quienes quieran seguir contando
cómo huele el suelo de la ciudad.