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PAN DURO EN FAKTORÍA DE IDEAS

Abr 28, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

Pan duro

Patxi Irurzun. Editorial Pamiela.
A partir de 12 años

Puravida y su padre, el Ventrílocuo, son dos vendedores ambulantes que viajan en una furgoneta cargada de absurdos cachivaches (como las sandalias con capota para los días de lluvia). En su viaje descubrirán por casualidad el pueblo de Zarraluki, un extraño lugar que no aparece en los mapas y que sin embargo celebra anualmente el Campeonato Internacional de Lanzamiento de Huesos de Aceituna.

En su nuevo libro, Patxi Irurzun nos transporta a un mundo surrealista donde las situaciones se suceden cada cual más absurda que la anterior. Una historia que nos recuerda a la conocida película “Amanece que no es poco” de Jose Luis Cuerda y en la que nos encontraremos un equipo de remeros que entrena en la montaña, el bar Doble o Nada – donde clientes y camareros se parecen de manera sorprendente a artistas y famosos, o a un joven fantasma de 113 años que debe hacerse pasar por el tonto del pueblo.

Una obra en la que las costumbres son el factor clave para la buena vida de Zarraluki, ya que todo su ecosistema depende de la buena relación entre Txema el panadero (no sabemos si en honor al panadero de Barrio Sésamo) y Elena Conache, la maestra del pueblo. ¿Qué pasará cuando esta pareja entre en crisis?

El título Pan duro hace referencia al problema que tiene en vilo a todos los zarralukitarras, que se han quedado sin su pan de cada día. El libro es un continuo ‘enfrentamiento’ entre unos habitantes anclados a la monotonía de sus quehaceres y los protagonistas, que quieren romper con una vida que no los llena.

Patxi Irurzun nos habla de la búsqueda de libertad e independencia, de romper con los hábitos, y de lo difícil que eso puede resultar en ocasiones. Uno de los protagonistas de la novela también sueña con escapar de Zarraluki porque se siente atrapado en esa normalidad de lo extraordinario. Pan duro habla también de eso, de la diferencia, del derecho a ser diferente… En este pueblo lo que sucede es que todos son diferentes, todos son raros, y lo que le pasa a Oihan, el personaje que quiere huir, es que quiere ser normal, buscar su propio camino y su libertad, comenta el propio autor.

El amor, la vida y la muerte, lo absurdo… son muchos los temas que aparecen reflejados en esta obra de a penas cien páginas, donde realidad y fantasía se unen para hacernos disfrutar de una lectura realmente amena.

Si queréis comprar el libro, podéis hacerlo a través de este enlace a Amazon.

 http://faktoriadeideas.com/pan-duro/

Entrevista en GARA sobre PAN DURO

Abr 28, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments
PATXI IRURZUN /PERIODISTA Y ESCRITOR

Patxi Irurzun desata toda su imaginación para crear Zarraluki, pueblo de montaña en el que las vacas se asemejan a drag queens y cuando el panadero se enfada con su novia no hay quien coma con pan. «Pan duro» es una novela «para jóvenes de todas las edades» en la que no faltan el humor y la poesía, y en el que las situaciones absurdas resultan más normales de lo que a simple vista parece.

«Quería idear un lugar en el que lo absurdo se viviera con naturalidad»

AMALUR ARTOLA|IRUÑEA
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“Pan duro” ofrece al lector la oportunidad de zambullirse en Zarraluki, pueblo imaginario en el que lo absurdo no sorprende y lo «normal» resulta un tanto extraño. Hoy, Patxi Irurzun estará en la Feria del Libro de Gasteiz firmando ejemplares.

La idea para «Pan duro» le vino en un pueblo de Goierri. ¿Qué parecido guarda con Zarraluki?

No demasiado, en realidad solo la masa madre a partir de la cual ideé la trama de la novela. En aquel pueblo de Goierri había un bar que era un pequeño refugio para muchos que estábamos de paso por allí (aprendiendo euskara), pero que tenía el inconveniente de que cuando el dueño del bar se deprimía no abría, con lo cual de su estado anímico dependía también el nuestro. En Zarraluki hay un panadero que cuando pelea con su novia, la maestra del pueblo, no hace pan, la maestra tampoco tiene ganas de dar clase… En definitiva, toda la vida del pueblo, que es un pueblo de montaña, aislado, se detiene, toda la vida del pueblo depende del amor de esta pareja. Aparte de eso, Zarraluki es un pueblo que no se parece en nada a ese pueblo ni a ningún otro, un pueblo en el que pasan cosas muy raras.

Un pueblo de montaña en donde hay un faro y las vacas llevan herraduras en forma de plataformas. Habrá disfrutado dejando llevar su imaginación para crear este pueblo…

Sí, ese era uno de los ingredientes de este pan duro, idear un lugar en el que lo extraordinario, lo absurdo se viviera con naturalidad, de modo que yo tuviera manga ancha para las situaciones más descabelladas. También quería fundar mi propio territorio mítico, un lugar en el que pudiera moverme con libertad.

Los personajes son igual de peculiares que el pueblo…

Sí, y también los forasteros, los vendedores ambulantes que llegan con un muestrario de cacharros absurdos, como las sandalias con capota para los días de lluvia o el matamoscas con un agujero en el centro que dé una oportunidad a la mosca. Todo el libro se mueve en una niebla o bruma imprecisa entre realidad y ensoñación, vida y muerte, vigilia y sueño, que nunca llega a disiparse.

En Zarraluki, los surrealista o fantástico se convierte en natural. No extraña. ¿Es ese el mensaje que quería transmitir? ¿Que lo que denominamos «normal» depende de muchos factores?

Bueno, estamos en un momento en el que creo que podemos decir que la surrealidad supera la ficción, sí. Creo también que uno de los temas del libro es el derecho a la diferencia, aunque paradójicamente en Zarraluki quien se siente diferente es Oihan, un muchacho que aspira a la «normalidad»: todos sus vecinos son raros y él quiere escapar del pueblo, de esa presión, de la tradición, irse a vivir a una ciudad, ir al cine con una chica…

Aunque es un relato ficticio, tiene elementos reales.

Hay algunas historias que las he tomado de la realidad, sí, y luego las he pasado por mi túrmix, como la de la torre Iznaga de Trinidad, en Cuba, que construyó el hijo de un terrateniente para impresionar a una chica, pero como su hermano estaba enamorado de la misma mujer, este construyó una torre a la inversa, un pozo de la misma longitud; en Zarraluki también hay un faro y un pozo… Pero la mayoría de las cosas y personajes son historias absurdas que se me pasan a mí por la cabeza, ocurrencias que he ido echando a este cajón del pan duro.

En la novela está muy presente el humor, pero aflora un cierto toque poético.

Yo diría que se mueve entre el realismo mágico y “Amanece que no es poco”. Quería escribir una novela bonita y a la vez divertida, y que pudiera ser percibida así por gente de cualquier edad, por eso he hablado de una novela para jóvenes de todas las edades, una de esas novelas juveniles que también disfrutan los adultos. Todo esto no es nada fácil, a veces para hacer reír lo fácil es el exabrupto, la macarrada (que a mí me gusta y a la que he recurrido en otros libros), pero conseguir este tipo de humor absurdo, delirante, y combinarlo con ese tono poético es complicado. Creo que he llegado a un buen equilibrio. Un lector ha calificado el libro como realismo «majico», otro como «lisergia naif»… Me encanta.

¿Se convertirá Zarraluki en escenario de futuros relatos?

Me lo están pidiendo y en algún cuento ya he vuelto a Zarraluki… Es probable que sí, uno no crea un territorio mítico para abandonarlo a la buena de Dios.

«La imaginación es necesaria para afrontar situaciones complicadas»

En la presentación comentaba que con «Pan duro» ha querido «reivindicar los aspectos fundamentales de la literatura, como son la imaginación, la fantasía o la evocación». ¿Carece la literatura juvenil actual de esos ingredientes?¿Por qué esa necesidad de reivindicarlos?

En momentos difíciles como los que vivimos quizás tendemos a usar la literatura de una manera urgente, como arma, o como espejo para reflejar o denunciar la realidad, lo cual está muy bien y es necesario. Yo siempre lo he hecho, y lo hago, pero también creo que es necesario no renunciar a herramientas como la imaginación o los sueños, que también son muy útiles, necesarios para afrontar situaciones complicadas, imaginar, inventar, no estoy hablando de evadirse o cerrar los ojos. No sé, igual es una perogrullada, pero cuando hablamos de un acto creativo, la fantasía y la imaginación son fundamentales, irrenunciables.

http://www.naiz.eus/eu/hemeroteca/gara/editions/2015-04-25/hemeroteca_articles/queria-idear-un-lugar-en-el-que-lo-absurdo-se-viviera-con-naturalidad

KARTA ZERTIFIKADA

Abr 27, 2015   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

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Ayer fui a Correos para autoenviarme una carta, que escriví yena de fartas de hortografia, y así hacerme la ilusión cuando la recibía de que por una vez se dirigía a mí toda una concejal de cultura, y cuando me acerqué a la ventanilla una chica me dijo: “Ordinario”, y yo pensé si ella, además de ser una maleducada, tenía rayos filológicos en la mirada que atravesaban los sobres, pero luego ya me explicó que si quería asegurarme de que la carta llegaba lo mejor era certificarla, cosa que me pareció muy rara, es decir, para que el servicio de correos haga correctamente su trabajo tenía que pagar un poco más, no sé, es como si vas al médico y tú le dices “¿Qué tengo?”, y él te contesta “Pues más te vale que tengas dos euros, porque lleva toda la pinta de una apendicitis, pero hay que certificarlo”,  el caso es que estuve un rato departiendo amablemente con la chica, tan embebidos los dos que no nos dimos cuenta de que a nuestras espaldas se había formado una cola de varios kilómetros que no era más larga porque había unos cuantos que se iban retirando, pues ya les pillaba más cerca entregar sus cartas y paquetes —con perdón—en mano, estuvimos, de hecho, la chica y yo tanto tiempo hablando de nuestras cosas, objetos directos, imperativos (como Correos), sinalefas —con perdón—, que me entraron ganas de ir al baño y, al salir de la oficina, tuve que entrar en la cafetería de al lado, en cuyo urinario estaba tan a gusto aliviándome cuando llegó un señor con gabardina y gafas de sol, que se colocó al lado  y comenzó a decirme “¿Qué tal, Joe?” y otras cosas raras, que me cortaron el chorro, “¿Tienes la pasta?, seguía él, así durante un cuarto de hora, hasta que ya por fin se quitó las gafas y me confesó que era actor y que estaba ensayando para una película de gánsters, “Ya sabe, es un clásico, en las pelis se mea profusamente, todo lo que haga falta para que encajen los diálogos”, dijo, y yo le contesté que, bueno, peor era cuando ruedan escenas dentro de los coches y el conductor no mira nunca al frente”,  total, que allá estuvimos hablando un rato de nuestras cosas, los romanos con reloj de muñeca, los padres de los niños americanos que siempre llegan tarde a las fiestas de fin de curso, todo eso sin dejar nunca de orinar, hasta quedar desriñonados con tanta cháchara, luego el señor ya se puso las gafas, nos despedimos, “Hasta nunca, Joe”, dijo él, y yo me fui a la barra y pedí un café, que me lo tomé leyendo el periódico, “Rajoy acusa a Podemos de buscar sus candidatos en las cafeterías”, decía un titular, lo cual, dado que yo estaba en una de ellas me pareció un poco faltón, y también un poco descafeinada la respuesta de Pablo Iglesias, más vale que luego pasé la página y ahí estaba Eduardo Galeano, y sus palabras que flotaban en el aire y lo purificaban, lo purificarían durante muchos siglos todavía después de que él se marchara, Galeano, haciendo un alegato a favor de las cafeterías, las segundas casas de los que no teníamos apartamentos en Baqueira- Beret, ah, Galeano, me hizo salir a la calle sintiéndome inocente y no un asesino en serie cualquiera que frecuenta antros de mala muerte como cafeterías u oficinas de Correos, y así, más tranquilo, volví a casa, a esperar  en ella hasta el día siguiente para ver si, no sé, el cartero me traía una carta, certificada, de una koncegala de kurtura —con perdón— o algo.

Colaboración para la sección Rubio de bote del suplemento ON (Diarios de Grupo Noticias)

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