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EL COMUNICADO

Ene 13, 2011   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

A mí lo que me llamó la atención del comunicado fueron los escudos en el jersey (y el jersey en sí, de punto inglés, de esos que solo los puedes encontrar en Ortega, en la Calle Mayor) me preguntaba quién compraría esos jerseys, cómo, ¿en lotes, haría cuentas mientras esperaba la cola? (a ver, dos para los nuevos del Nafarroa, cuatro para el Donosti, que nos lo desarticularon el otro día), eso y quién bordaría los escudos y en qué pensaría mientras lo hacía, quizás fuera la tía de alguno de ellos, como mi tía Angeles, que cuando íbamos a su casa siempre estaba o haciendo croquetas o cosiendo cocodrilos de esos de Lacoste en nikis, supongo que sería para los Lacoste de toda la vida porque por entonces no había chinos, (tiendas de chinos, quiero decir) pero no, la tía Angeles de los terroristas no podía ser, no podía ser tan malos sobrinos como para meterlas en ese marrón, el entorno y el entorno del entorno, quizás lo cosieran ellos mismos, tiene que ser muy curioso ver a un feroz terrorista cosiéndose el Bietan Jarrai, no sé, son las cosas bobas que se me ocurrieron en ese momento, porque para cuando ví el video en el youtube (¿Esos quiénes son?, me preguntó mi hijo, y yo no supe muy bien qué responderle, así a botepronto, ¿Tú que dirías que son?, le pasé la pelota a él, y Hugo contestó, mamuak -fantasmas-, monstruos feos…, los niños a veces tienen unos reflejos que no veas), para cuando vi el comunicado, decía, ya no había mucho más que decir, todas las reflexiones serias y trascendentales ya estaban escritas, todos habían hecho la tarea con tiempo, claro, tanto especular, que si sale el comunicado, que si no, que al final prietas las filas, insuficiente, nada nuevo, más de lo mismo,… mentira, el que no ve nada nuevo será porque no quiere o no le interesa, otra cosa es la desconfianza, y el hastío, y el dolor y todo lo demás, pero que algo se mueve es evidente, los etólogos profesionales no debieron hacer muchos comentarios de textos en BUP, quizás es que en el fondo hay miedo a una ERE en las secciones de opinión y en la fontanería del ministerio del interior, y a tener que decir alguna vez contra ETA vivíamos mejor, o quizás a sacar la calculadora electoral si se legaliza a la «autodenominada» IA (eso del «auto» es otro de los términos que se pone mucho últimamente y que no entiendo muy bien, vale, los has ilegalizado, pero qué pasa, que también les vas a prohibir llamarse cómo le de la gana), y ya entonces ni los pactos contra natura valgan para nada, o quizás lo que de verdad da miedo son algunas palabras como autodeterminación -otra vez el «auto», qué manía tiene la gente de decidir cosas por sí mismos-, eso esta muy bien para el Sáhara, pero cuando lo miras de tan cerca ya no es tan bonito, de cerca todo somos feos, tenemos pelos en la nariz y granitos, será una cosa muy democrática, pero desagradable, incómoda, hasta ahora al menos se la podía espantar diciendo «cualquier idea se puede defender sin violencia», o haciendo filología, lamentáis pero no condenais, ¿queréis condena y apuestas inequívoca por la paz?, pues tranquilos que -me lo decía el otro día uno que era militante hasta hace dos telediarios- que los talibanes, los irreductibles, los duros que les llamaban de la izquierda abertzale, se van a convertir ahora en pacifistas recalcitrantes, y lo habrán sido siempre, y los que más, y al que lo niegue se le da dos hostias y punto, por la paz vamos a muerte, igual hasta llega el día que lo dicen con una camiseta con el bietan jarrai bordado, no por la tía Angeles o ellos mismos, sino por unos obreros chinos o unas maquiladoras salvadoreñas que un día cosen eso y otro camisetas de la CCCP o de zombis asesinos y al final el dichoso escudo es solo -ojalá- algo macabremente kitch, una puta gracia, algo que ya pasó, una de esas prendas demodés que te pones en casa para hacer croquetas, …

BEATITUD VISCERAL

Ene 12, 2011   //   by admin   //   Blog  //  No Comments


Estas son las portadas de las dos antologías que se publicarán este mes y en la cuales participo y además de forma muy entusiasta porque me parecen dos libros muy interesantes y porque para mí es un honor formar parte de sus nóminas. Los cuentos además guardan cierta relación entre ellos, son como primos-hermanos. Reliquias y jorobas, el que aparece en Viscerales, en principio lo empecé a escribir para Beatitud, pero se me cruzó en el camino Mi padre, los libros Reno, Ned Flanders y los beats, todo en la misma frase, que es el título del otro relato, y fue este el que envié a Vicente Muñoz y Nacho Escuín, los responsables de Beatitud. Visiones de la beat generation. Esta circunstancia la menciono además en el cuento de Viscerales (es decir -me estoy haciendo la picha un lío-que en un cuento -el de de Beatitud– hablo del otro cuento – el de Viscerales-). A propósito de esta antología, Mario Crespo, uno de los dos antólogos , ha hecho una pequeña sinopsis de cada texto que aparece en el libro, y la mía me gusta mucho. Dice:

El navarro Patxi Irurzun y su amigo Glez al cuadrado nos llevan hasta el Monasterio de Yuste en un road trip surrealista por la España más profunda. Paxti narra esta historia, como es habitual en él, en tono de humor. El lenguaje es directo y seco, del norte, sin eufemismos ni zarandajas, de cara, de verdad. Y el final… el final sí que es visceral…

El cuento empieza así:

Fue nuestra penúltima parada en el camino antes de llegar al Monasterio de Yuste, en un bar de Cuacos, la camarera se agachó para prepararnos una tapa, y entonces vi sus dos pechos redondos y transparentes, comos dos bolas para adivinar el futuro, y dentro de una de ellas estaba Glez al cuadrado y en la otra yo, Glez al cuadrado era el hombre del tiempo del telediario y declamaba el parte meteorológico, diciendo mar arbolada, isobaras y vientos huracanados en el mismo verso, no lo recuerdo bien, no me pidáis que lo repita, en cuanto mí, también tenía el pecho de cristal, y detrás de ese escaparate de carne se veía en el lugar de mi corazón una cebolla púrpura con siete capas a medio pelar, como una bailarina de puticlub desnudándose y dejando al descubierto la cicatriz de su cesárea por encima del tanga de lentejuelas, pom, pom, pom pom, pom, pom, pom, mi corazón de cebolla se aceleraba y sangraba ácido sulfúrico por culpa de todas las pilulas con sabor a cuchillo que Glez al cuadrado y yo nos habíamos comido desde que salimos la noche anterior, en una ambulancia que tomamos prestada, del manicomio de Mondragón…

Hasta ahí puedo contar. José Angel Barrueco, el otro antólogo de Viscerales (por cierto, en la mayoría de las últimas antologías en las que he participado, como autor o siendo yo el propio antólogo, los compiladores van/vamos siempre en pareja, no sé por qué, pero en mi caso, tanto con Vicente Muñoz (Hank over), como con Esteban Gutiérrez (Simpatía por el relato), la fórmula ha funcionado de maravilla), decía que JAB, además me ha mencionado en dos de sus colaboraciones para El Adelanto de Zamora/El Norte de Castilla, aquí y aquí , le estoy muy agradecido por eso y por otras muchas cosas.

Por lo demás este de aquí soy yo haciéndome el interesante en la librería Shakespeare&Co de París, en la foto que envié para la bio que Vicente Muñoz ha colgado en el blog de Beatitud, y que reza tal como sigue abajo (no recuerdo mucho de Shakespeare & Co, porque todos los libros estaban en francés o en inglés, pero sí que justo después nos comimos en un jardín de al lado un kebab que quitaba el hipo). Y de este modo, amiguitos, finalizamos con la sesión de autobombo de hoy, no sin antes adelantar que este finde una mini -reseña de Simpatía por el relato aparecerá en XL semanal ( y ya de paso tampoco sin hacer un llamamiento: ¿Alguien vio Página2 esta semana? ¿De quién era la canción que cerraba el programa?):

Patxi Irurzun (Pamplona, 1969) habla poco y escribe mucho.


Ha publicado los libros de cuentos “Ajuste de cuentos” (Eclipsados, 2008), “La polla más grande del mundo” (Baile del sol, 2007), “Cuentos sanfermineros” (Altaffaylla Kultur Taldea, 2005), “El cangrejo valiente” (La olla express, 2004), “Cuentos de color gris” (Premio Ciudad de Palencia) (Ayuntamiento de Palencia, 1989) y las novelas “Odio enamorado” (Ediciones Idea, 2007), “Atrapados en el paraíso” (Premio Creación literaria del Gobierno de Navarra/ finalista del Premio Desnivel) (Gobierno de Navarra, 2004), “Ciudad Retrete” (Txalaparta, 2002) y “Cuestión de supervivencia/La virgen puta” (Alttafaylla Kultur taldea, 1998 / Tiempo de cerezas, 2010).

Además es autor de cinco biografías para niños (Franklin, Mozart, Beethoven, Pizarro y Hernán Cortés) en la colección “El rompecabezas” de Ediciones Nivola. Una de ellas (“Beethoven, el músico sordo”) ha sido utilizada como lectura en institutos. Escribió el guión de un comic de Juan Kalvellido (“A Chankete le olía el aliento”), varios textos del libro de fotografías “El bulevar del zope”, de Joseba Zabalza y de una guía turística sobre La Habana.

Ha participado en varias antologías entre las que destacan “Golpes. Ficciones de la crueldad social”, “El Quijote. Instrucciones de uso”, “Tripulantes” o “Cuentos de fútbol 2”. Y él mismo ha coordinado otras como “Resaca /Hank over. Un homenaje a Charles Bukowski”, (Caballo de Troya, 2008) con Vicente Muñoz o “Simpatía por el relato. Antología de cuentos escritos por rockeros” (Drakul, 2010), con Esteban Gutiérrez Baco.

Ha sido traducido al italiano y al euskara y ha ganado diversos premios como el “Francisco Yndurain” o “El Viajero” de El País-Aguilar.

Tras colaborar en todo tipo de fanzines y publicaciones sospechosas y de mala nota (El Canto de la Tripulación, El Europeo, Rolling Stone, La Jornada de México, Gara, ADN, Dominical, Mono Gráfico, Vinalia Trippers, Al otro lado del Espejo…), actualmente tiene una página de humor mensual en la revista “Guía del niño”, donde cuenta sus peripecias con sus dos hijos pequeños. Por si todo esto fuera poco, en 2011 verán la luz dos libros más con su firma: “Oh Janis, mi dulce y sucia Janis” (Eutelequia) y “Dios nunca reza” (Alberdania).

Tal vez alguien debiera decirle que hable más y escriba menos. O no.

¿LUCHA DE CLASES?

Ene 10, 2011   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

Esta mañana he estado en el INEM. Había mucha gente. Nunca había visto tanta gente, en realidad. Hasta me he asustado. Y yo soy un veterano, ya estaba ahí antes, en el 92, cuando los grandes fastos y el despiporre, mientras nosotros empezábamos a hacer cola con un título bajo el brazo que no valía una mierda; en el 2000, después de recorrerme todas las ETT, de chuparme todos los trabajos basura; ahora en el 2010 cuando comprobamos que los contratos indefinidos y los trabajos chachis eran una puta bola, que aún cobrabas menos que con la basura,y encima tenías que estar agradecido y sentirte un privilegiado; y antes del 92, también estaba ahí, cuando teníamos que trabajar para poder estudiar, durante las vacaciones, mientras otros se follaban a las chicas pijas y se bebían las botellas de vino bueno. Igualdad de oportunidades, otra puta bola. Algunos no dejamos nunca de hacer cola, una cola que no lleva a ningún sitio, algunos estamos siempre encadenados a la precariedad, a vivir en los barrios de bloques de las afueras, a montarnos en autobuses urbanos que parecen camiones de ganado…

Sigue habiendo, sí, clases, lo que ya no hay es lucha de clases, en la oficina del INEM todos nos comportábamos ya como veteranos, sabíamos qué cola hay que guardar, a que ventanilla dirigirnos, qué botón pulsar… No ha aparecido nadie con una botella de gasolina, ni mucho menos con un cigarrillo, tampoco nadie con octavillas llamando a la huelga revolucionaria… ¿Qué vamos a hacer ahora, cómo vamos a salir de esta?

Os dejo este fragmento de mi primera novela, Cuestión de supervivencia/La virgen puta, en el que hablo de todo esto. El de arriba es un video de los Rage Againts the machine versionando a los Rolling Stones y su Street fighting man: Londres no es un buen sitio para la lucha callejera, tío. Y parece que ya ningún otro.


Me gustaba andar. Sobre todo cuando estaba borracho. Era como hacer el muerto sobre el mar, permitir que las olas me acunaran, me arrastraran hasta dejarme varado en la playa. La única diferencia era que en lugar de alzar la mirada y encontrame con el azul luminoso del cielo veía los bloques de vivendas de los barrios trabajadores -en los que ya casi nadie trabajaba- inclinándose hacia mí, hablándome al oido, recordándome los viejos tiempos, pero a la vez ensuciándome la oreja con su saliva maloliente.

Yo había crecido en uno de esos barrios, no importaba cual, porque aunque entonces nos parecía a cada uno que el nuestro era singular -el barrio sin ley, el barrio conflictivo, EL BARRIO- en realidad eran todos iguales. Los edificios gemelos, cuarteados en bloques de cemento, sus fachadas descascarilladas, sudando sangre gris, los chandals limpios colgando en las ventanas, el ruido de los tubos de escape trucados de las motocicletas robadas, los gritos de los chavales en los portales, sin otra cosa que hacer y sin ganas de hacer otra cosa, las mierdas de perros en las aceras (últimamente, por cierto, todas las familias tenían un perro, y era el padre quien lo sacaba a pasear)…

Aquello era lo que me diferenciaba de Lorea. Raices que crecían en las tripas y te las revolvían.

Me pregunté cuanto tardaría en regresar al barrio. Todo aquel que no hacía de tripas, de aquellas tripas de madera, corazón, terminaba regresando. Las fronteras también existían, quizás eran las únicas que existían de verdad, en cada ciudad, en cada pais, y la única manera de atravesarlas era la traición, el olvido, la delación… Eso o la guerra. La guerra en los barrios se llamaba revolución, pero ya nadie lo recordaba. Sólo recordaban el nombre de sus perros.

UN REGALICO DE REYES: EL DROGAS (BARRICADA) EN ACÚSTICO

Ene 5, 2011   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

El día que presentamos «Simpatía por el relato» en el Paris365 (o lo que es lo mismo en el bar La Cepa de Pamplona), El Drogas apareció con su guitarra y cantó dos canciones, Azulejo frío (que, creo, es además el título de su próximo disco con Txarrena, y que también la tengo grabada por ahí) y esta otra que subo ahora. La grabé yo mismo con una cámara de fotos del año de la polka (aunque ya tenía función de vídeo) y evidentemente soy un trapero (tranquilos que a mitad del video me doy cuenta y giro la cámara), pero estoy un metro a su izquierda y al menos se oye bastante bien (aunque El Drogas estaba algo afónico). Para mí fue un privilegio y se me pusieron los pelos como escarpias. Espero que os guste.

AUTO DE REYES (Cuento de Navidad)

Ene 2, 2011   //   by admin   //   Blog  //  No Comments


Hace unos años, por esta fechas siempre escribía un cuento (o anticuento) de navidad, pero creo que nunca me quedaba satisfecho, porque, repasando, no he incluido ninguno en mis libros de relatos y la mayoría permanecen inéditos (publiqué uno por capítulos, por encargo, en el GARA, en el año 2000, en el que hablaba del cambio de milenio, y salía un ventrílocuo, que era un personaje que siempre he querido meter en algún cuento -tal vez lo suba también al blog si después de preguntarle a Google como se cuelga un PDF en un blog me da una respuesta satisfactoria, e incluso, si me satisface mucho, suba alguna de mis novelas, lo estoy pensando-); el caso es que el cuento de aquí abajo debió de ocurrírseme viniendo de Vitoria-Gasteiz, por la autovía, al ver las luces de uno de esos puticlubs de carretera, en algún un pueblito de la Sakana, y me imaginé cómo serían unas navidades en un lugar como ese, y en el belén puse a la guardia civil, y a un concejal amenazado, que no por eso se convertía automáticamente en un héroe ni dejaba de ser un cabronazo, y a Olentzero, y a un rey mago negro con la cara pintada, y a las mujericas que murmuraban cuando las pilinguis iban a comprar el pan con mallas marconas de leopardo… Ahora lo releo y no me parece ni tan mal, vosotros diréis.

Por lo demás, este año nuevo lo he arrancado sin hacerme propósitos de nada, total pa qué, que diría Caldito, que venga lo que tenga que venir. Puedo decir que tengo un pálpito, un buen pálpito, literariamente hablando, pero eso es una tontería, todo el mundo cuando hace propósitos y vaticinios por estas fechas tiene buenas sensaciones y espera lo mejor… Lo que sí puedo es mirar para atrás y ver el 2010. ¿Qué pasó? Bueno, perdí el trabajo, como tantos otros, pero de momento lo único que me duele es el día que Hugo se echó a llorar y dijo » ahora que el aita no trabaja y vamos a ser pobres ¿ya no tendré juguetes?»; por lo demás, fue una liberación, puedo dedicar más tiempo a mis hijos y me siento un padre privilegiado por ello (en realidad les dedico todo el tiempo, pero aún me queda algo, más que antes, para escribir, y he aprendido a cocinar algunos platos y he dejado de ver algunas caras que me daban mucho asco y me producían brotes de psoriasis); eso es lo que hay, ahora mismo, no sé qué pasará cuando el paro se me acabe-; también me casé, el año pasado, y fui a Nueva York con Anabel y me quedé boquiabierto y ojiplático y con ganas de volver; y volví a escribir cuentos, gracias a algunos encargos, como Vinalia Trippers y las antologías que se publicarán este año (Viscerales y Beatitud y alguna otra); y de manera inesperada conseguí que en el 2011 se publiquen dos novelas de las que me encuentro muy satisfecho y que parecía que se quedarían toda la vida en un cajón; y edité con Esteban «Simpatía por el relato» y tuve una aproximación en la gira de presentación, a lo que es estar en la carretera con un grupo, y creo que no me gustó, o que yo ya no estoy para esos trotes; también, creo, he hecho algunas buenas amistades, como el propio Esteban, con lo caro y las pocas ganas que le quedan a uno de conocer gente a estas alturas de la vida… No ha sido, en realidad, un mal año, digan lo que digan los periódicos e incluso aunque yo sea una de las estadísticas de las que hablan.

En fin, os dejo con el cuento, y os deseo a todos un año, igualmente, feliz, de liberaciones, buena salud, amistad y proyectos que se cumplen (después de trabajar mucho y duro en ellos).

AUTO DE REYES

—Lo mejor de la Navidad, Vanessa, es que por unos días las luces del puticlub brillan como todas las demás — solía decirme la Jessica, que era una bendita de Dios. Y tenía razón, cuando una se acercaba por la autovía al pueblo lo primero que se veía ya no eran las fluorescentes rojas y verdes con ese cartel encima del tejado, CLUB, que, dicho sea de paso, yo nunca he entendido a qué viene, los clubs que se sepa son de tenis, o de fútbol o de fumadores de puros, y aquí nosotras a lo que nos dedicamos es mayormente a hacer mamadas —con perdón— que es parecido pero no es lo mismo… Pero bueno, sí, señor sargento, al grano, que la Jessica, que en paz descanse, llevaba más razón que una santa: en Navidad, entre todas aquellas lucecitas que colgaba el ayuntamiento, con sus angelotes, sus olentzeros, y sus estrellas de Belén, los guiños del cartel del puticlub perdían ese no sé qué cochino, como incitando a los conductores a salirse de la carretera para echar una canita al aire.

—Chica, si hasta noto que estos días en la tienda las mujeres no me miran de esa forma tan rara —decía también la Jessica, y usted ya sabe a qué se refería, esas miradas, como si estuviésemos apestadas, o fuésemos marcianas, o, mejor, un ejército enemigo, para que me entienda.

No se lo tome a mal, hombre, que yo sólo se lo digo para que vea que la difunta de puro bueno era tonta, y no se daba cuenta de que en esas miradas no había nada de raro, lo que echaban los ojos de esas víboras eran puro odio, puro veneno, como si tuvieran miedo de que fuéramos a robarles a sus hombres, por eso se lo decía, no por otra cosa, sargento. Bueno, por eso y porque la Jessica, que como le digo era una bendita de Dios, también se creía esa otra monserga de la Navidad, que si noche de paz por aquí, noche de amor por allá, como si de repente a todo el mundo se le convirtiera el corazón en un mazapán, que me río yo, porque las navidades serán todo lo familiares que se quieran, pero para nosotras de fiestas nada y el puticlub andaba siempre a reventar de clientes. Don Javier, el concejal, sin ir más lejos.

Pues sí, sargento, ya que lo pregunta el día de autos —se dice así ¿verdad?— después de comer, todavía sin vestirse y pintarse la cara para la cabalgata, Don Javier estuvo allí, en el puticlub, y, sí, también, fue la Jessica la que le atendió. Mayormente era ella quien lo hacía, porque el concejal es un hombre de costumbres fijas, no sé yo si por todo ese asunto de las amenazas, aunque, por cierto, aquella tarde vino sin el guardaespaldas ese de la cabeza como una bola de billar y el gabán negro, igualito que el del anuncio, anda que no nos reíamos cuando se subía las solapas y se plantaba tan estirado y tan serio en una esquina de la barra, que el colmo fue ya el día que, cubata va cubata viene, al final va y me sopla un besito en la palma de la mano, que de la risa casi hasta me meo en el tanga —con perdón—, fíjese cómo sería el parecido que la Jessica, que todo hay que decirlo, para mí que le faltaba un hervor, llegó a creerse que el calvo aquel de verdad era el del anuncio —ya sabe cual le digo, sí, hombre, el de la lotería— y que iba a traerle suerte a su vida. Que buena falta le hacía, por otra parte, porque, eso sí, a la Jessica le tocó sufrir mucho en la vida, usted como no tiene vicio y nunca se acostó con ella no vio los estropicios en el cuerpo, los golpes y quemazos con que la marcó su ex, el Amador, esa mala bestia, que ya solía decirle yo, y que Dios me perdone:

—Lo mejor que has hecho en tu vida, Jessica, ha sido alejarte de él, cambiarte el nombre —porque la Jessica en realidad se llamaba Inmaculada, que como usted comprenderá, no es un buen nombre para hacer carrera en el mundo del puterío.

Y luego:

—Ahora no va a encontrarte nunca, ese malnacido, que ojalá se le caiga el pito a cachos con un cáncer largo y doloroso.

Y ella:

—Calla, calla, Vanessa, no digas barbaridades —porque ni contra eso se rebelaba, la Jessica, que era una bendita de Dios, y en los meses que se pegó aquí nunca le vi un mal gesto, a lo más aquel día en la pelu que coincidimos con la mujer de Don Javier, fíjese que situación.

—¿No pensarás peinarme después a mí con el mismo cepillo, eh, bonita? —le dijo a la chica, con muy mala baba, porque justo entonces le estaba desenredando los enganchones a la Jessica.

Y entonces va la Jessica y salta:

—¿A usted le da asco peinarse con el mismo cepillo que su marido?

Y la otra:

—Pues claro que no, qué tontería.

Y la Jessica, con todo lo pánfila que parecía:

—Pues a mí tampoco —le suelta, para que se enterara bien, aunque al principio la otra no caía, y luego hilando yo creo que ya fue dándose cuenta de que lo que la Jessica quería decirle era que las dos compartían algo más que peluquera, y también que no se descuidara, que en cuanto podía le robaba al marido, porque la Jessica soñaba esas cosas, que un día Don Javier dejaba a la mujer, y le quitaba a ella de puta, y volvía a llamarse Inmaculada, y se casaba, y tenían nenes, y así.

Se hacía fantasías de esas con el concejal, nunca entendí por qué, digo yo que le pondría toda aquella parafernalia de los periódicos y la tele, cuando a Don Javier le llamaban héroe, que no digo yo que no, hay que tener mucho cuajo para jugarse la vida así, por tus ideas políticas, que les dicen, pero las cosas como son, el concejal era un canalla, que cuando le ponían una micrófono delante mucho los violentos esto y los violentos lo otro, y mi familia para aquí mi familia para allá, pero luego él se pasaba el día en la calle, de copas, y de putas, porque eso es lo que era, mayormente, y lo que sigue siendo, Don Javier, un putero, y también, vamos a contarlo todo, un maltratador, que a veces hasta le metía alguna galleta a la Jessica, o le insultaba, «mala puta», le decía, la tarde aquella de reyes, sin ir más lejos.

No, sargento, yo no puedo decirle seguro qué pasó esa tarde allá arriba, pero la Jessica fijo que estuvo llorando, se lo noté yo al bajar, en esas ronchas rojas que le salían por la cara. Pues bueno ¿qué se cree que me dijo, en cuanto el concejal se fue?.

—Me voy a poner el anorás nuevo, bien guapa, para la cabalgata, que mi Don Javier hace de Baltasar —y es que hay que ver, hay algunas que no aprenden nunca.

Y luego que a ver si la acompañaba, que maldita la gracia, pero por no darle otro disgusto y, todo hay que decirlo, también por hacer rabiar un poco a las víboras, pues nada, que me puse mis mallas más marconas, unas de leopardo muy bonitas que tengo, y para la cabalgata que nos fuimos, la Jessica y yo, como dos chiquillas, que por cierto, yo no había visto a los reyes magos desde pequeñita, en el pueblo, y la cosa fue parecida, igual de cutre, quiero decir, unos tíos gordos con barbas postizas subidos a un remolque con lucecitas, que para mí que los niños se hacían los longuis y en realidad todos sabían que el negro era Don Javier, y Melchor el presidente de la sociedad gastronómica, y Gaspar el pelotari ese famoso, pero bueno, si, es verdad, señor sargento, al grano.

El caso es que a pesar de todo ya desde el principio sentí una cosa muy rara en la barriga, que entonces yo no caía, pensaba que era como un recuerdo de cuando era pequeña, aquella excitación, como cuando comes algo que está venga repetir, pero ahora me doy cuenta de que era que ya barruntaba que algo iba a pasar. A la Jessica, por contra, se la veía, mayormente, tranquila, hasta feliz, como si ella fuera uno más de los niños que llamaban a gritos a los reyes magos, igual porque en realidad ella también gritaba, ¡Baltasar, Baltasar!, que a mí al principio me daba hasta vergüenza, pero luego, cuando pasó lo que pasó, como que se me puso la piel de gallina, fíjese que aún ahora, cuando pienso en ello, lo recuerdo como una de esas imágenes de la tele, a cámara lenta, y con musiquita de esa que te hace llorar.

Primero Don Javier, que yo no sé si fue el disfraz, que se metió mucho en el papel o qué, el caso es que cuando pasó a nuestra altura miró para donde servidoras y de repente, como si la conciencia le diera un mordisco, que yo no sé que habría pasado allá arriba, en el cuarto, pero bueno, pues eso, que de repente el hombre saltó del remolque y se vino para la acera, que al principio nosotras pensábamos que era para darles algunos caramelos a los niños de la primera fila, porque, la verdad, se estaban desgañitando, ¡BALTASAR, BALTASAR!, los pobres, pero no, después ya vimos que Don Javier no les hacía ni caso y que a por quien se iba directo era a por la Jessica, y que conforme se iba acercando los niños dejaban de gritar, y de colgársele como monicacos de los brazos, y todas las miradas se volvían hacia ella, y por un momento, cuando Don Javier le rodeó la cabeza con las manos y le estampó aquel beso en la frente a la Jessica, el beso más hermoso y más puro que yo he visto en mi vida, se lo juro por éstas, por un momento, se hizo un silencio total y todas las miradas, las de las víboras de la tienda, la de la mujer del concejal, la de todos los hombres que se acostaban cada sábado por la noche con ella, todas aquellas miradas, se clavaron en la Jessica y la miraron de otra forma, sin veneno, sin odio, no sé, como si fuera un ángel, o la mismísima Virgen María.

Y justo después, apenas un segundo después, fue cuando pasó lo que pasó.

Buscándole el lado bueno al menos así a la gente del pueblo no le dio tiempo a murmurar, ni a hacer mala sangre. Porque para sangre la que echó la Jessica, cuando aquel animal le pinchó, aprovechando el tumulto. Fue todo muy rápido. Yo ni siquiera le vi sacar el cuchillo, tan sólo sentí como la Jessica dio como un respingo, sólo un segundo después de que Don Javier la apartara, que al principio yo pensé que no era más que la emoción del beso, pero después ya, cuando vi como la Jessica perdía la color y se iba desmayando despacito, si aspavientos, así como era ella, como si no quisiera llamar la atención, o igual, quien sabe, como si hubiera estado esperando ese momento durante mucho tiempo, después ya vi las primeras manchas de sangre empapándole el anorás, y comprendí que había sido ese hombre, que ahora se perdía en la oscuridad y al que no, señor sargento, no le vi el rostro, es cierto, pero, enseguida lo comprendí, era, no podía ser otro que el Amador, y yo firmo donde usted me diga, porque estoy segura, fue él quien la mató, el Amador —menudo nombre más mal puesto, por cierto—, esa mala bestia que al final, contra lo que yo le decía, y no sabe usted el dolor de corazón que me da, había encontrado a la Jessica, yo no sé cómo lo había hecho, la debía haber estado buscando por todo España, o como se llame aquí, sólo para matarla, para quitarle hasta eso, el único momento de su vida en que la Jessica había sido feliz, aunque, y eso quiero que lo sepa, y si no lo pone usted aquí, en el parte, se lo voy a soltar de todos modos en el juicio a ese malnacido —con perdón; bueno, y sin él también, porque eso es lo que era, el Amador, un malnacido—, pues eso, que le diré que no, que no consiguió lo que quería, que llegó tarde, y que lo último que la Jessica se llevó para el otro barrio no fueron los recuerdos de la mala vida que él le había dado, ni siquiera de aquella mala muerte, con puñalada trapera y todo, no, lo que se llevó la Jessica para el otro barrio fue aquella sonrisa, como si de verdad además de Don Javier le hubiese besado el mismísimo Baltasar y con aquel beso le hubiese concedido todo lo que ella había soñado, y ya nadie pudiera arrebatárselo; aquella sonrisa inmaculada, nunca mejor dicho, que sólo podía, tenía derecho a colgarse del rostro una persona como ella, a la que en esta vida no le tocó más que sufrir, pero que nunca hizo daño ni le guardó rencor a nadie, y es que la Jessica, mayormente, era una bendita, que no se si se lo había dicho todavía, sargento. Una bendita de Dios.

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