Ayer decía que al fondo del barranco había una cama elástica, pero no, lo que había era un montón de gente con las manos cruzadas, como los guiris en la fuente de Navarrería, solo que a mí no me dejaban caer, me manteaban hacia arriba, hacia el cielo, cual Guardiola, y en el viaje yo ya iba sintiendo el airico en la cara y me iban volviendo los colores. La verdad es que escribí el post anterior para desahogarme y espantar fantasmas, pero las muestras de cariño vienen dabuten se agradecen y emocionan, la hostia. Así que, vosotros lo habéis querido, yo sigo palante y hoy cuelgo abajo el prólogo del libro y aquí dejo un enlace a una reseña de Viscerales, antología en la que participé y que dice que mi cuento es del estilo a «Miedo y asco en Las Vegas» (en versión carpetovetónica, añado yo). Pues nada, muchas gracias, amigos, y hasta pronto. ¿Qué? ¿Que qué es eso que tengo en los ojos? Na, seral humo el sigarrillo.
VALIENTE
(Prólogo de ¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis)
Josu Arteaga
Patxi Irurzun camina por la vida con una mochila de libros. Esto es literal. Es un carrilano de las letras que busca editorial donde no la hay y que si no la encuentra se la inventa. Patxi es militante, yonqui y artesano de la palabra. La reivindica, se la mete por vena y la mima. Se ve en cada cuento, en cada relato y en cada novela. No parte de vivencias personales al borde del abismo. Es prolífico desde la cotidianeidad, diseccionando de forma certera la vida del común de los mortales. Necesita escribir más que respirar. Más que publicar, incluso. Seguramente es su manera de cambiar el mundo o de intentar entenderlo.
Dice Iban Zaldua que el pasado es lo único que se puede cambiar. Seguramente es así, pero la literatura de Patxi es la excepción a esa regla. Patxi cambia el pasado, el presente y el futuro con su pluma vivaracha, de niño travieso y juguetón que sueña hasta cuando le llueven zapatillazos de madre. No existe el tiempo para los niños. Todo es posible ante los ojos de Patxi.
Patxi ha firmado libros rotundos. Atrapados en el paraíso te marca a hierro. Pero son Cuentos sanfermineros y Ajuste de cuentos los que nos desvelan sus claves. Es en ellos donde Patxi juega en casa y machaca al equipo visitante con relatos bien escritos, cuentos madurados en el silencio de una cabeza que no deja de escribir, pulsión de vida cotidiana con el aderezo de una pedrada en la frente como guinda pastelera. Cuestión de supervivencia, Ciudad retrete o La virgen puta nos llevan al Patxi más anti-todo, al «anarco con pantuflas», como el mismo se ha autodefinido en alguna ocasión. En este territorio, precisamente, sitúo este nuevo título. Un libro con muchos momentos más que hilarantes: desternillantes. Por lo que dice y sobre todo por cómo lo dice. Porque te lleva con hambre voraz al capítulo siguiente y porque entre carcajada y carcajada te desarma y destensa la entretela.
Soltura es la palabra. Patxi está suelto. No tiene miedo y quiere importunar, molestar y trastocar aquello que parece enfrentarse al pensamiento único y que sin embargo no se diferencia en nada de lo esencial. Libertad tanta que asustará a los que profesan esa otra libertad atada en corto, con lemas fáciles como estribillo de canción veraniega. Patxi vive entre el punk y el niño que habla con la sinceridad del borracho. Ese niño que lleva dentro y que a veces se apodera de su lápiz le llevó en su día a escribir El cangrejo valiente, un relato tan corto como tierno.
Patxi se ha depilado la lengua. La única parte del cuerpo humano en la que perdura el vello capilar, tras el ataque metrosexual de vientre tableteado y silicona a granel. Él pilló la epilady de las ingles y se rasuró la sinhueso. De otra forma no sería posible este libro. La depilación y, por supuesto, estar como una puta cabra y tener la certeza de perder el saludo de algún cenutrio en el poteo por lo viejo. Tardarán mucho tiempo en la vieja Iruña antes de ponerle una calle. Y no hablamos de su alcaldesa, sino de la cosa más popular y se supone que más simpática.
Este es un libro rápido y agradecido donde importa más el caminar que el llegar a la última página. Vacilador irredento, Patxi nos lleva a bucear en el sueño universal de los hombres por convertirse en actores porno con pollas descomunales, nos traslada a realidades y países en los que ya ha situado otras historias, nos recuerda al escritor-personaje de Plataforma, de Michel Houllebecq, por lo arisco y por su vocación de incomodar, por el sexo explícito, sucio, mercantil y vacunado de romanticismos de todo a cien, y nos retrata la realidad de un pequeño país donde la revolución solo está presente en la cada vez más aburrida cartelería política.
Patxi es un escritor que sabe contar cosas. Es un niño que quiere autos de choque sin fichas. Un anarquista que sueña con dinamita. ¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis! Memorias de una estrella del porno (amateur) no necesita poster desplegable de la chica del mes. El escribidor se sobra con su facilidad para dibujar personajes de carne y hueso. Ahora es el turno de la piel tostada y los flujos corporales. De los besos húmedos y la carne caliente. Del semen y de la animalidad disparada. De la crítica descarnada. De la risa cabrona. Ese Patxi. Valiente.
Josu Arteaga
Hoy estoy de bajón. Hoy hace un año que me echaron del curro. Pero no es por eso. Todavía un año después me siento como un animal que se acaba de liberar de un cepo. Aquello me estaba chupando la energía, me estaba jibarizando, me salió psoriasis, veía a mis hijos como mucho dos horas al día… No, no es por eso. Es por la novela. Hace poco más de una semana que la presenté y durante este tiempo han salido varias entrevistas y alguna (buena y extensa) reseña, pero tengo la impresión de que algo no funciona, tengo dudas y miedos y una sensación de fracaso anticipada…No sé si alguien compra el libro, si alguien lo lee, si lo lee qué piensa…. Ayer estuve todo el día bombardeando con emails a suplementos de cultura, bibliotecas, personas humanas…Sintiéndome un puto pelma, un canso, sintiendo que al otro lado alguien se reía de mí, o me compadecía….Pero no puedo evitarlo, he puesto mucha ilusión en esta novela. Cuando dejé de trabajar, pensé que esa era mi oportunidad, que por fin podía ser escritor… Ahora pienso que con algo de suerte quizás en noviembre, cuando se me acabe el paro pueda escribir folletos para empresas de desciegues o publirreportajes en un periódico, aguantar las tonterías de los que pagan y que solo por eso saben mucho más que tú, o, o igual ni siquiera eso, no sé que será de mí dentro de un año, y ya empiezo a sentir vértigo, el aliento del toro a mis espaldas…
Quizás pase algo, me digo, porque también tengo esa sensación, la de que puede pasar algo con mi libro, que caiga en las manos adecuadas, o en las menos adecuadas, una casualidad, un escándalo, pero no se si lo hago solo para prolongar la agonía. ¿Me estoy equivocando?¿Soy un canso, un pelma,uno que va de maldito,alguien que cree que es transgresor escribir polla o que sus personajes beban kalimotxo a morro? ¿Valgo para esto o soy solo un infeliz, un pobre soñador? ¿Habéis leído Oh, Janis?
De bajón, sí, pero en la cuesta abajo, en la rompeculos,también hay agarraderos. Una cama elástica al fondo del barranco.Para empezar, durante este año, además de escribir, mucho menos de lo que había pensado, he pasado mucho tiempo con mis hijos (ayer en una entrevista el periodista me decía que no pegaba mucho eso de escribir libros porno y llevar una pegatina en el codo de Bob Esponja), me han vuelto loco, me han colocado al borde de ataques de nervios y de la vasectomía con efectos retroactivos , pero no lo cambio por nada. El otro día, mientras intentaba juntar unas pocas letras, ahí andaban los dos, subiéndoseme a la chepa, hasta que di el grito de rigor, ¡quereís dejarme vivir!, y casi al tiempo que lo hacía me di cuenta de que la vida es precisamente eso, los niños colgándoseme del cuello, y no esas otras vidas virtuales, el blog, el facebook, las egobúsquedas de Google, el correo electrónico… Aunque hoy, precisamente, he recibido un email -y esa es otra de las luces al final del túnel- en el que un amigo me comentaba que está dando clases particulares a un chaval de 19 años, cómo hacer un comentario de textos, es la materia, y que lo está entrenando con alguno de mis libros, y que el chaval, que no había leído una novela y ya no te cuento un cuento en su vida está entusiasmado. Soy todo un descubrimiento, para él. Y con eso me basta para aguantar un poco más. Todo un descubrimiento. De eso creo que va todo esto.
Dick Grande es un anodino barrendero de Pamplona, cantante ocasional y jevy metal de pelos largos, un perfecto hombre invisible ante la puritana sociedad de una Pamplona donde follar, más que pecado, es un milagro. Sólo que, bajo su fosforescente mono de trabajo, bajo su insustancial existencia, Dick Grande oculta una descomunal blakandéker que hará las delicias de las mujeres y con la que se propone hacerse un hueco en el turbulento mundo del porno (amateur).
Oh, Janis comienza en La Habana donde el protagonista conoce a Janis, una negra jinetera con el mejor culo de toda La Habana -que es casi como decir el mejor culo de todo el mundo- que le propone ganarse un dinerito participando en una película porno (amateur) que rueda una pareja de depravados alemanes. El encuentro con Janis marcará su existencia hasta el punto de que la búsqueda de esa negra habanera de nalgas neumáticas se convertirá en el leitmotiv de toda la novela. En cuanto a la película se titulará Macpolla y será su debut en el porno, el inicio de una carrera que habrá de llevarle de una punta a otra del mundo: París, donde además habrá de hacer de músico en el metro y conocerá al director Bardamu (como el Ferdinand Bardamú de Celine), todo un intelectual y un artista del cine pornográfico; a Bangkok, prostíbulo del mundo; a una Manila repleta de basura y de karaokes, donde unirá su carrera amateur a la de Elisalde, un productor con un oscuro pasado de terrorista; a una descomunal México D.F. y sus insufribles mariachis… Lugares todos ellos de los que habrá de marcharse para regresar a una insulsa Pamplona, repleta de meapilas (como su propia madre) y de los de siempre, de rancias costumbres, de sanfermines…
Oh, Janis es una novela contada en primera persona, de prosa vertiginosa y frases interminables, llena de lenguaje coloquial, con un personaje central entrañable, de polla enorme y antisistema, «el puto Dick Grande, el de la polla como una blakandéker y los besos con sabor a sangre dulce, tan dulce que las mujeres que besaba no la distinguían de la suya propia«. ¡Oh, Dick, mi dulce y sucio Dick! Un Dick Grande que, como no podía ser de otra manera, en el fondo no es más que un romántico: «no, eso no estaba bien, exponer a la vista de todos sentimientos como el amor, el afecto, acariciarse, o acariciar una guitarra, era algo impúdico, incómodo, eso tenía que guardárselo uno para sí mismo, rumiarlo, como mucho vomitarlo convertido en otra cosa, en furia, en fe, en fuerza bruta, en fuego, todas con efe, como follar, ah, follar no, que estamos en Pamplona, en la vieja Iruña, aquí ni se folla ni se perdona a los demás que follen, o sea, que yo me merecía que aquella botella de pacharán Zoco que se dirigía directamente a mi cara reventara ésta, me desfigurara, me dejara marcado para los restos, para que la tribu supiera que había renegado de ella«.
Oh, Janis es una novela ácida, llena de humor (con situaciones tronchantes) y de mala hostia (continuadora del trabajo de demolición iniciado por el Celine de Viaje al fin de la noche), donde Patxi Grande Irurzun, sin lacha alguna, arremete contra todo y contra todos, dando estopa a diestro y siniestro, a la Iglesia, a los periodistas, a los políticos, a los biempensantes, a las mujeres, a los hombres, a la revolución cubana y a sus iconos, a la burguesía y al proletariado, a la kale borroka…
Oh, Janis es una novela seminal, repleta de pajas, de sex-shops, de putiferios, de muñecas hinchables con rostro de Margaret Thatcher, de prodigiosas prostitutas orientales que fuman con el culo o abren cervezas con el coño, de travestis, de escarceos sexuales de todo tipo (en la línea de aquel erotómano llamado Sade), de guiris adinerados pagando a niñas, de pelis porno (amateur) de nombres imposibles y argumentos delirantes: Las corridas de Pamplona, París bien vale una picha, Guarrillera…
Oh, Janis es una novela guarrilla, rebosante de tacos, de pedos, de meadas, de basura, de alcohol y de vómitos, de lenguaje escatológico, de eructos… en la estela de ese otro guarro que precedió a Patxi Dick Irurzun y al que llamaban Bukowski.
Oh, Janis es una novela de personajes secundarios inolvidables: la pareja de pornógrafos alemanes que no duda en pervertir a su propia hija, de ninfómanas insaciables, de mujeres hermosas y de personajes grotescos o deformados, de seres marginales…
Oh, Janis es una novela musical, con karaokes y cantantes de jotas, con clásicos de la canción casposa, con imitaciones de Meat Loaf, con canciones de AC/DC, Led Zeppelin, Whitesnake, Motorhead… pero también de Barón Rojo, Barricada, Las Superputas, o de La Gran Perra en Celo, Dick Grande y sus Cachorrillos Pajilleros, genuinos pioneros del malogrado porno-rock radikal vasco…
Esperemos que a Patxi Irurzun no le pase como al héroe de la novela, «como nadie sabía quién era Dick Grande, y si llegara a saberlo algún día se avergonzarían de mí, me fusilarían con katxis rebosantes de kalimotxo como sangre espesa, con titulares como sentencias del Diario de Navarra, con balas de plata ungidas en agua bendita o con nueve milímetros parabellum«; y de una vez por todas su talento, poderosa Blakandéker, acabe rompiendo las barreras y sea reconocido.
A destacar también el trabajo de la editorial, Eutelequia, que ha irrumpido en el mundillo editorial con la fuerza de un rompehielos y con una presentación exquisita de sus libros. En el aire una pregunta: ¿Cuántas editoriales, grandes o pequeñas, se hubieran atrevido a apostar por una obra de las características anteriormente mencionadas?
JAVIER SERRANO
http://www.larepublicacultural.es/article4312.html