Patxi Irurzun: «Utilizo la ironía, el humor, a veces demasiado corrosivo»
Mañana presenta en Fnac ‘Dios nunca reza’, un diario. Patxi utiliza siempre la ironía, con un estilo fresco y destemplado. Pasó cuatro meses en los basureros de Manila, que dio pie a ‘Atrapados en el paraíso’.
Joaquín Carbonell 03/11/2011
–El título es muy ingenioso…
–Sí, lo intento. Pero en este caso lo escuché en una canción del cantante sevillano Poncho K.
–Es usted un escritor muy prolífico, tiene mucha obra…
–Es verdad, aunque no me considero un profesional de esto, entre otras cosas, porque es casi imposible vivir de la literatura. Pero, vamos, tendré unos 15 libros de varios géneros, desde juveniles a viajes.
–Precisamente uno de sus libros habla de un viaje insólito: Manila
–Sí, gané un premio de 6.000 euros con El País para escribir un libro, y hablando con un fotógrafo me comentó que estaba realizando un reportaje por vertederos del mundo…
–Vertederos, vaya paisaje.
–Sí, me pareció muy original, una propuesta distinta para escribir luego un libro. Estuvimos cuatro meses entre Manila y luego en Papúa… Eso dio lugar al libro Atrapados en el paraíso.
–¿Le cambió algo ese viaje a los basureros de Manila?
–Te cambia completamente. Al volver tardé tiempo en ubicarme de nuevo en mi sitio.
–Su estilo es muy fresco, muy vigoroso…
–Me gusta mucho utilizar la ironía, el humor, incluso a veces demasiado corrosivo. Intento encontrar el tono para cada libro, pero siempre con esos ingredientes.
–Coordinó el colectivo de músicos que escribieron un cuento cada uno.
–Sí, se llamó Simpatía por el relato, y en él están roqueros que escriben. Aparece Dani Sancet, del grupo Insolenzia, de Alagón, o Octavio Gómez Milián, de Experimentos in da notte.
–¿Y eso de ‘La polla más grande del mundo’?
–Ja, ja. Es una colección de relatos que los publiqué en un diario. El título este es el de un cuento, simplemente. Hombre, los títulos son muy importantes…
–¿Y la crisis aparece en sus escritos? ¿O un escritor debe permanecer al margen?
–¡Aparece por todos los lados! Porque yo sufro también esta crisis. El escritor no vive al margen del mundo, y de paso, yo no soy profesional de la literatura. Ahora estoy en una situación delicada porque estoy en paro y se me acaba la prestación. Imagina si me afecta… Todo eso aparece en el diario.
–¿Por qué ha escrito un diario, que es un género raro.
Patxi Irurzun y Manuel Vilas (muy bien acompañados por David González, Vicente Muñoz y Óscar Aibar) tiempo ha, antes de que Irurzun suplantara foralmente al de Zeta
Puede que la otra parte de la locomotora de la literatura foral del momento (él se pidió a Vilas, yo a Fdez. Mallo) haya esperado ansioso esta segunda entrada de mi deconstrucción de los diarios irurzianos. Puede que no. En cualquier caso estoy aquí, escribiendo desde mi flamente MacBook, caído del cielo (aprox.), lo poco que me quedare por decir de ‘Dios nunca reza’.
Lo que me quedaba por decir es que creo que este diario, o dietario, que es un poco lo mismo aunque para esto también hay teorías, es que es un librejo que puede tener su aquel como modelo. Ahí es nada, ‘Dios nunca reza’, modelo de diario, o dietario. Y, ¿por qué digo esto? Aparte de que porque Patxi me cae simpático, porque lo creo. Creo que hay ritmo en este jodido diario, y eso me parece una cosa que debemos celebrar. Nos gustan los diarios, pero si no los leemos más, con la cantidad de incentivos que tienen para su lectura, es por su estatismo. Una entrada, sí, luego otra, hoy es viernes, llueve, me quiero morir, hoy es sábado, tengo resaca pero estoy feliz. He ido al cine, gran película. Si un diario acaba siendo un cuaderno de notas de la vida, un rollo paralelo por escrito, pues quizá sea un mal diario. El diario no puede ser un espejo sofisticado de la vida. Un diario tiene que jugar con las distintas subtramas que conforman nuestra vida, y disponerlas de una manera acertada. El diarista tiene que jugar con las vías de conflicto que cruzan nuestra existencia, en una etapa dada, y ponerlas al descubierto. Y ofrecerlas al lector. Un diario no puede ser, como esos de Pessoa que olvidé en un autobús, un compendio de «fui, vine, llamé, dormí, bebí, escribí». Tampoco un tratado sui generis de ornitología y de lo bien que hemos comido. Bueno, vale, puede ser, pero no dejará de ser, así, algo que como mucho llegue a la categoría de ‘obrita’. A complemento literario como para regalar, de gratis, con el periódico.
‘Dios nunca reza’, en cambio, creo que es una pequeña obra mayor. Una obra en sí misma, concebida como tal, y que sabe jugar con esas subtramas, vías de conflicto llamésmola, que marcan nuestra vida. Y en este libro Irurzun nos muestra unas cuantas: el inminente nacimiento del hijo, la inestable situación laboral, la mudanza y llegada al barrio extraño, los sueños todavía por cumplir, la lucha constante del escritor por hacerse respetar, la lesión del hermano, etc. Pequeñas subtramas que aportan un valioso lubricante a la lectura y que, unidas al estilo amigo de Irurzun, que es un tipo de todo menos impostado, hacen que las páginas pasen rápido, y nuestros ojos desfiles voraces párrafo tras párrafo.
Si un día escribo un diario, con voluntad de estilo, un diario dietario, si entendemos el dietario como cosa más elaborada, y el diario como una escritura más automática y caótica, copiaré el ‘método Irurzun’ descaradamente.
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Y quería hablar también de una de esas subtramas que he comentado, la que tiene que ver con la empresa de comunicación de altos vuelos en la que trabajó Irurzun. Yo también estuve allí, y también me dieron la patadita en el culo. Como a media docena de tipos que andan por ahí más o menos partiendo la pana. Otro día. Progresía de la chunga. Y mucha tarta el día que la palma Pinochet, que no falte.