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ANNALYN

Jul 21, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments




El día de mi cumple, hace algunos días alguno de los lectores de facebook  me pidió que me pagara una ronda publicando un relato, y eso me disponía a hacer, cuando me sucedió una cosa realmente curiosa y hermosa, que perfectamente podría ser también un relato. Como sabéis la portada de mi último libro es una fotografía de Hartmut Schwarzbach. Pues bien, cuando como digo me disponía a colgar un cuento-ronda en el muro, recibí un mensaje de Hartmut felicitándome por mi cumpleaños y contándome que, oh casualidad, la niña de la foto, que se llama Annalyn, también cumplía los años, 9, cuando él le sacó la foto, un día como ese (que el fotógrafo sepa el nombre de la niña y su fecha de cumpleaños y la recuerde, dice mucho sobre él). A mí este tipo de coincidencias me encantan, me emocionan, son como piezas de un puzle extraño que encajan, que estaban destinadas a encajar, aunque cada una de ellas se encontrara a miles de kilómetros de la otra. Qué bonito regalo de cumpleaños. Gracias Hartmut. Y felicidades Annalyn.

UN OSO SINTECHO Y OTRO EN TANGA

Jul 21, 2014   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment

Artículo publicado en la sección ‘Rubio de bote’ de ON, suplemento de los diarios del Grupo Noticias (http://issuu.com/gruponoticias/docs/on190714/0 Página 17)


UN OSO SINTECHO Y OTRO EN TANGA

—Este oso ha debido de llevar una vida de perros—pensé cuando vi aquel enorme peluche abandonado junto a los contenedores de basura, debajo de casa.
Tenía buen aspecto, a pesar de todo. Parecía más bien que en lugar de haber sido desahuciado del cuarto de un niño con alma de banquero, acabara de regresar de una comida de empresa de osos, en la que se hubiera excedido con los chupitos de miel o quedado traspuesto de vuelta a su madriguera, de puro gustirrinín, mientras se rascaba la espalda en la farola contra la cual se apoyaba. Parecía que durmiera la mona, el oso. Pero su aliento no olía a alcohol ni a ceniza ni a trucha muerta. Había algo inquietante en aquel oso. Algo misterioso. Me acerqué a él  y olfateé. Tampoco olía a babas ni a cabezas de niños ni de poetas. Nadie había besado nunca a aquel peluche, nadie lo había abrazado antes de quedarse dulcemente dormido. Aquel oso olía a trastero, a pelusones, a goteras, al moho que exhalan los corazones solitarios que no eligen serlo. A mí se me partió el mío al verlo. En la habitación de mis hijos había, hay un oso exactamente igual a él, un oso al que hemos querido, sobre el que hemos babeado mucho. Putoso. Así lo llamamos, cariñosamente, pues es tan pesado y grande —en todos los sentidos—que siempre está en medio de todo. 
Se lo regaló mi cuñada a mi primer hijo, al nacer. Apareció en la maternidad detrás de él y al entrar en la habitación casi asfixia al niño, pues se tiró emocionada a abrazar a su hermana sin percatarse de que en su regazo estaba la criatura. Putoso lleva pegado a su piel el primer aliento de mi hijo y las lágrimas hermosas como pompas de jabón de su madre y de su tía. Putoso ha servido de almohada a algunos amigos que han hecho parada y fonda por la casa, con sus maletas llenas de libros de poemas y sus cabezas de pájaros. Putoso fue airbag cuando los niños comenzaron a andar. A Putoso lo hemos puteado también de lo lindo, lo hemos vestido de judoka, de romano, le hemos puesto tanga… Y él nunca se ha quejado. Siempre ha estado ahí. Queremos mucho a Putoso, y por eso me resultó incomprensible que alguien hubiera podido ser tan despiadado como para abandonar a uno de sus semejantes, junto al contenedor de basura.
—Quizás —imaginé — este oso desahuciado sea hermano gemelo de Putoso, uno de sus diezmilquinientillizos, alumbrado en una de esas siniestras fábricas asiáticas o en esas maquilas centroamericanas en las que las niñas esclavas cosen mensajes de auxilio en las etiquetas de lavado—. ¿Y si me lo llevo? —me pregunté, y luego subí a casa a tramitar los papeles de la adopción (es decir, a mandarle un guasap a mi mujer para ver qué decía). Y mientras esperaba la respuesta me pareció que la imagen de ese oso, tirado en la basura, era una metáfora de algo, un signo de los tiempos,  que no llegaba a descifrar del todo, y pensé que, cada vez más a menudo, en los contenedores no había peluches abandonados, sino gente hurgando con ganchos, gente que tampoco tiene la vida que se merece. Después, me asomé a la ventana y vi que el oso había desaparecido. Me pregunté si alguien —ojalá— lo habría adoptado o si se lo habría llevado el camión de la basura.

CÓNSUL DE LA FELICIDAD

Jun 29, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Ejerciendo de cónsul de la felicidad con mi ministro, Ángel Petisme, que presentó en Pamplona (Katakrak) sus dos últimos trabajos: «Fast food for freaks» y «El ministerio de la felicidad». Fue un placer presentarle.

EN DEIA, CON IBAN GORRITI

Jun 29, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
Foto: Unai Beroiz

Atrapados en la dignidad de los quevedos de Patxi Irurzun

Pamiela concede una segunda vida al éxito ‘Atrapados en el paraíso’ (2004) del escritor navarro en el décimo aniversario de su primigenia publicación por el Gobierno de Nafarroa
IBAN GORRITI – Lunes, 23 de Junio de 2014 
BILBAO – Hay una segunda vida en las irrespirables montañas humeantes, en las Smoky Mountains de Manila. Se reedita, se recicla estos días en papel facturado por Pamiela un segundo tiempo de un libro de 2004 acotado en un mundo basurero cohabitado de Filipinas, humeante de literatura firmada por Patxi Irurzun (Iruñea, 1969). Existe ya una segunda parte. En ella hay, además, una segunda parte contratante de este periodista en su libro Atrapados en el paraíso: Es la vida en Papúa Nueva Guinea. Indómita.
Lectores de esta publicación (ya) de culto, insurgentes, muy fans, dignos, universitarios de New Jersey, el cantante de Marea, recolectores entusiastas, enamorados, el bajista de La Banda del Abuelo, cáusticos… han sido los que han empujado a que este vaporoso tomo de viajes novelado vuelva a las librerías en nuevo formato y con anejos extras. Es lo que el mago de Sarriguren denomina «segunda oportunidad».
Arribados hasta aquí: la primera parte de la segunda parte pone en el mapa a un no-aventurero Irurzun en un basurero-ciudad en el que conviven 60.000 personas que se consideran privilegiadas si el camión llega a tirar los vómitos de la metrópoli de 15 millones de habitantes a su enclave. Doscientos habitantes perdieron la vida días antes de llegar el navarro a sus colinas por un derrumbe. La segunda; trata de respirar en Oceanía en Papúa Nueva Guinea.
Irurzun viajó cuatro meses a nuestros continentes más lejanos en busca de párrafos de… viaje que atraparan al lector, de amor -acababa de enamorarse y atrapar relación con Malen, su hoy compañera-, líneas que de forma inconsciente le pusieron a prueba o dejar escrito cómo quedaba atrapado en situaciones descontroladas fuera de las paredes de su seguro hogar, atrapado en la burocracia de la diáspora. La bitácora daba también para tergiversar una crónica periodística al uso o volver a casa con ropa que olfateaba a muerto. La nariz no fue lo que más sufrió. Los ojos no acababan de creer lo que vivía. En Payatas sobre y bajo el hedor había bodas, nacimientos, escuelas, familias cantando karaokes mientras velan a su pariente muerto desafinados con botellas de ron… Y al otro lado de las montañas en las que Irurzun escarbó dignidad tuvo contacto con exministros de Corazón Aquino o con los pelotaris de Manila. Todo con un equipaje de mano cargado con mudas literarias de humor. Para viajar aseado de tópicos. Y de allí a cerca, 5.000 kilómetros, al Río Sepik, autopista acuífera de aldeas con culturas chocantes. La moneda de cambio era la solidaridad entre pescadores. Aún se le empañan gafas a Irurzun con aquel aliento. Quería reflejar en sus quevedos la dignidad de pasear bajo las montañas humeantes, «en lo más bajo de todo», describe quien considera su suerte como «peripecias de un escritor tímido».
CRUCE DE CAMINOS Compañeros de tinta de Patxi Irurzun recomiendan a DEIA este libro. Así, el periodista Josu Arteaga estima que Atrapados en el paraíso «se trata de un libro vital e iniciático. De esos que no escriben los grandes nombres sencillamente porque no pueden. Es literatura para releer un ciento de veces porque nace de la necesidad. Una sacudida que incomoda pero que a la larga se agradece».
Óscar Beorlegui también aporta a este diario su visión. «Es un retrato de Patxi tratando de huir de sí mismo o de buscarse, de encontrarse en su laberinto. En el auténtico cruce de caminos que le estaba tocando vivir. Bajo la excusa de un aparente viaje por el mundo, lo que se le ofrece al lector es mucho más: una inmersión en primera persona en el ser de Patxi. Un emocionante viaje a pecho y corazón abierto realmente introspectivo».
Habla el cantante de Marea y escritor, Kutxi Romero: «Patxi sabe que no es un libro: es un espejo. Y lo único que espera es que nos miremos en él y allá nosotros con nuestra cuchara». El lector como Kutxi, Beorlegui o Arteaga quedan atrapados en la dignidad: «A veces me cuesta hablar de la dignidad -cuenta Irurzun-, porque hay palabras que se manosean tanto que se reducen a tópicos, pierden valor. Pero es eso, conservar la alegría incluso cuando te han despojado de todo, de todo lo material, demostrar que hay cosas que nunca podrán quitarte, porque eres humano, sigues siendo humano, incluso cuando intentan invisibilizarte, borrarte, reducirte a una estadística… Es difícil explicarlo».

http://www.deia.com/2014/06/23/ocio-y-cultura/cultura/atrapados-en-la-dignidad-de-los-quevedos-de-patxi-irurzun

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