Este jueves, día 27 de septiembre, estaré en la biblioteca de Zizur Mayor, hablando de mis criaturas, en especial de «Atrapados en el paraíso», mi libro de viajes sobre el basurero de Manila, que han leido en el Club de lectura de Zizur, pero también sobre ‘Dios nunca reza y sobre por qué empecé a escribir, quién me mandaría a mí meterme, etc.
CASA DE CULTURA / KULTUR ETXEA Parque Erreniega 25 ZIZUR MAYOR/ZIZUR NAGUSIA
JUEVES 27 19:00H
Y ahora un error de Facebook va a hacer públicos en este blog los comentarios que en esa red social se han hecho al respecto de esta convocatoria:
Patxi IrurzunAtrapados en el paraíso, finalista del Premio Desnivel y ganador del Premio a la creación del gobierno de Navarra, por cierto, busca una segunda oportunidad y es un libro libre
Sor KampanaGran libro «Atrapados en el paraíso», duro y tierno a la par, a mí me emocionó y me enganchó. Se lo recomiendo encarecidamente a todo el mundo
Aquí va la entrevista noctámbula que me hizo ayer Laura González en el programa «Todos somos sospechosos» (parece una canción de Kortatu) de Radio 3. Hablé de mis últimas criaturas (¡Oh, Janis! y Dios nunca reza, de porno y porno-rock radikal vasco, etc. Hoy han colgado el podcast y tras hacer una egoescucha me he sorprendido bailando el ‘You could be mine’ de los Guns,Roses con el que se ha cerrado la interviú. En principio era solo una gansada para hacer reír a mis hijos y que se comieran las lentejas, pero me he dejado llevar y de los pasos a los Axl Rose hemos pasado al robotcito discotequero, saltitos de un rap incipiente al estilo Negu Gorriak,Euskalduna naiz eta harro nago, e incluso algún guiño a Leonardo Dantés (estas cosas, que conste, solo las hago en mi casa o fuera una de cada treinta veces que consumo bebidas espirituosas). El caso es que la tontería me ha destensado un poco un malhumor que arrastro desde hace semanas y amenaza con convertirse en crónico, todo eso en un día extraño en el que me he preguntado cosas como qué hay de malo en perseguir quimeras, si acaso las quimeras de un rey serán subirse un día al metro y pasar desapercibido o tomarse una caña en un bar lleno de servilletas por el suelo; un día en el que he visto dos cuervos sobre una farola en la autopista, en el que he leído mal una noticia y me ha parecido que quien reclamaba los derechos de reproducción del ecce homo de Borja era la autora del desaguisado, en lugar de su autor original (y todo eso me ha hecho pensar en un cuento), en el el que he visto en una foto en a un banquero besando la mano de la presidenta de una comunidad autónoma como si fuera una reina (yo creo que estaba comprándola, la comunidad digo) y en el que he vuelto a pensar que ni a Eduardo Mendoza se le hubiera ocurrido poner el nombre de ese banquero, Botín, a uno de sus personajes, etc. Supongo que todo se debe a que he dormido poco, -tal vez sean solo escenas robadas al sueño-. Menos mal que existen los podcast. Os dejo con él.
Por fin he conseguido, vía Kike Turrón, un ejemplar del número 738 de Cuadernos Hispanoamericanos (Diciembre de 2011), en el que aparezco en un artículo titulado «Del underground al fiarmamento» , junto a otros autores como David Refoyo, Carlos Salem, Montero Glez, Hernán Migoya, Mario Crespo, Esteban Gutiérrez, Vicente Muñoz Alvarez, Ana Pérez Cañamares, Daniel Ruiz García o José Ángel Barrueco
Jacobo Rivero presentó en Iruñea y Donosti 13 historias sobre el baloncesto y la vida al ritmo rebelde del jazz
Patxi Irurzun. Iruñea.
El baloncesto y el jazz, The Wire y el primer disck-jockey negro de la Bahía de San Francisco, un taxi atravesando cuatro check-points entre Belén y Ramala y una cancha de basket en el instituto Ramiro Meztu de Madrid… Historias que aparentemente suenan sueltas e inconexas, pero que el periodista y entrenador de baloncesto Jacobo Rivero ha acompasado en “El ritmo de la cancha”, un libro sobre el baloncesto como herramienta de transformación social, sobre el baloncesto que no será televisado, pero tiene el poder revolucionario de la comunicación y la solidaridad. El baloncesto que se juega en las canchas de Manila, de Lavapiés, de Caracas, el basket que da la espalda a las banderas y los himnos, que tiene como única religión la diversión.
“El libro habla de baloncesto, pero podría hablar de cualquier otra cosa. El basket es un juego, y se juega para divertirse. Yo busco rascar en historias y circunstancias complejas de la vida, por ejemplo, ser mujer y jugar a baloncesto en Somalia, o lo que es lo mismo jugarse la vida, todo en busca de esa diversión.Además, es también una excusa para exponer las “patologías” que me afectan: el cine, la literatura, las drogas”, explicaba el pasado miércoles en la librería “La hormiga atómica” de Iruñea –el jueves hizo lo propio en la librería Kaxilda de Donostia- este globertrotterdel periodismo, curtido como periodista en medios como Diagonal y como entrenador en la cantera del Estudiantes.
El ritmo de la cancha es un libro sobre la vida, o como señala en uno de los prólogos el periodista pamplonés Angel Goñi, otro basketmaniaco, sobre “las pequeñas historias que componen la Historia”. La infrahistoria de las personas comunes, de los héroes de barrio, de las estrellas de las canchas sobre las que no se proyectan los focos pero que consiguen transformar las cosas, esas cosas que como indicaba el autor, no se ven en la CNN cuando sobre las imágenes de puntos calientes del planeta se sobreimpresiona el lema “Está pasando, lo estamos viendo”.
13 historias que abarcan cronológicamente desde 1936, con un jugador judío atrapado en las olimpiadas a mayor gloria del führer, hasta nuestros días. Historias como las de Toni Smith, jugadora que en 2003 en un gesto de afirmación y coherencia personales, daba la espalda a la bandera cuando le obligaban a escuchar el himno estadounidense antes de cada partido; o como la de Donald Angelo Barksdale, el primer disck-jockey negro de San Francisco y precursor de la presencia afroamericana en las canchas –fue el primer negro en jugar un All Star-, a quien David Simon homenajea en la serie The Wire, dando su nombre a uno de los personajes. Desde El Cairo a Sarajevo, pasando por Cisjordania o Bahía Blanca. 13 historias a ritmo de jazz. Porque el baloncesto y el jazz y también la escritura (“El ritmo de la cancha” busca además alejarse del periodismo deportivo infantil y fanático, acercándose más a la literatura)tienen mucho en común: la improvisación, el juego en equipo… Lo destacaba Carlos Pérez Cruz en la presentación de Pamplona, y lo corrobora el propio autor, citando a su admirado Wynton Marsalis, en la introducción de este maravilloso libro sobre el baloncesto y la vida: “La mejor improvisación con una pelota de baloncesto es cuando cada persona comprende la función de todo el grupo desde su propia perspectiva”.
No se me ocurre nada que añadir a todo lo que se ha dicho y hecho ya para solidarizarse con Javier Gallego y su Carne Cruda. Que la retirada de un programa provoque manifestaciones, recogidas de firmas por decenas de miles… Todo eso ya habla por sí solo. Como habla por sí solo ese video de la lideresa Aguirre soprendiéndonse porque unos periodistas acudan a cubrir una noticia, o sea a hacer su trabajo. «¿Quien os ha llamado, quién os ha llamado?», les preguntaba, inquisitiva , al tiempo que abroncaba a su jefe de prensa. No estaba en el guión. Ese es el periodismo que se se lleva, o que se obliga a llevar. A la lideresa el monte quemado le daba lo mismo, la cuestión era figurar, figurar la primera y en sus telediarios, haciendo como que sí, que se preocupa, cuando lo que le preocupa es que vayan otros y cuenten las cosas saliéndose del guión.
Lo raro es que Javier Gallego haya durado tanto, en una radio pública, que como se sabe acaba siempre, de un modo u otro, tarde o temprano, normalmente más temprano que tarde, convirtiéndose en el toque de queda del gobierno de turno, en un boletín oficial, en un prietas las filas en donde a los disidentes y heterodoxos se los espachurra. Por eso, lo encomiable del señor Crudo es haber resistido, no haberse plegado, no haber sido segurola y atemperar el tono de sus programas (que es lo que le afeaba el nuevo director de la casa, hablando de sensacionalismo -por supuesto que sí, cómo no escandalizarse, ni echarse las manos a la cabeza, y ponerse a gritar delante del micrófono con la que está cayendo-), no haberse achantado para, en estos tiempos, conservar su trabajo, un trabajo, por otra parte increíblemente malpagado (como tantos otros, por otra parte) tratándose de un programa de máxima audiencia e influencia… No estaría de más saber cuánto se/nos levantan, en el ente público, algunos comentaristas deportivos, colaboradores, ex-futbolistas de relumbrón, a los que hay que sacar con fórceps sus impresiones, por ejemplo, los periodistas del corazón corazón, etc.
Da repelús este país de reyes medievales que pegan a sus sirvientes, y a los que luego les ríen las gracias los garçons del pis, de políticos que también se ríen cuando alguien, algún raro, algún marciano venido de otro planeta (o de la calle misma) les cuenta lo que está pasando, la que está cayendo, como cuando Gordillo juraba su cargo en la Junta de Andalucía prometiendo desobediencia, ellos se reían, ja, ja, qué risa, se ríen porque se sienten seguros, simepre se ríen, y si no mandan a las fuerzas de seguridad, o a las cámaras de su canal autonómico, y entonces además de réirse añaden «Que se jodan». Tienen carta blanca para lo que quieran. Se sienten fuertes, y hasta dejan que algún graciosillo del partido diga las barbaridades que en el fondo todos ellos piensan, o no les parecen mal del todo, cosas como que a los padres comunistas habría que quitarles la custodia de sus hijos, por pertenecer a una secta (el gracioso probablemente sea católico, eso sí que tiene tiene gracia), ja, ja, se ríen, qué cosas tiene este hombre… Los demás no, los demás a callar y a la puta calle. Y que se jodan.
En fin. A Javier Gallego le deseo lo mejor. Somos viejos conocidos, desde que en su anterior vida en Radio 3 leía los cuentos que yo les envíaba por correo postal en un programa llamado Especia Melange; pude verlo en directo en Carne Cruda cuando nos invitó para hablar de Simpatía por el relato, y participar en el mismo (más verlo a él que participar, porque era todo un espectáculo verlo dirigir el programa); también me entrevistó cuando publiqué «Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis» (en un programa en el que había además una pornoterrorista y una ex-actriz porno que radiaba orgasmos), pero sobre todo le agradezco que arrancara uno de sus Carne Cruda citando una frase disparatada de mi hijo Hugo. Supongo que volveremos a oírnos pronto, y espero que logre apañarse mientras tanto. Hasta entonces, para que la radio os acompañe ahí van todos los podcast de Carne Cruda.