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JORNADA LITERARIA EN ARÓSTEGUI

May 26, 2013   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

En el encuentro literario en Arostegui al que me invitó Ignacio Lloret junto al anfitrión, Rebeca Viguri, Mikel Alvira, Pablo Ojer (la foto la debió sacar él porque no se le ve) y Carlos Erice. Un gran día, horas y horas hablando de literatura sin aburrirnos en ningún momento. Increíble.

El diablo que llevamos dentro (Una crónica para Literaturas.com)

May 26, 2013   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Una crónica de la intervención de Javier López Menacho en el Foro Auzolan (Pamplona), sobre su libro “Yo, precario” o la literatura como salvación, los peligros de la fama y un máster en miedo.
yo precario
Antes de ir a ver a Javier López Menacho al Foro Auzolan de Pamplona estuve en dos asambleas, una en la escuela de mis hijos, que se ha quedado pequeña, tienen en ella a los niños amontonados, como si el colegio fuera, o pretendieran que fuera  un contenedor, una lata de sardinas, todas calibradas con el mismo tamaño y bañadas en el mismo aceite industrial, con el que engrasar la máquina en el futuro. Hablaron, entre otros,  los profesores y no pudieron evitar mostrar su desánimo y su cansancio, que en realidad era un grito de auxilio: ¡Son vuestros hijos!  Después, me paré en la asamblea de parados. Hay más de cincuentamil en Navarra –yo soy uno de ellos, desde hace demasiado tiempo— y solo unos cincuenta irreductibles en esa asamblea. Parados, en realidad no están, y allá andaban tramando nuevas movilizaciones, llenos de optimismo, manteniendo encendida la llama. Luego seguí para Auzolan, en busca de Javier, comprendiendo, en parte, el porqué del éxito de su libro: en  “Yo, precario”. López-Menacho se convierte en un cartógrafo que ha trazado las líneas de todo ese mapa que cruza y cubre las ciudades de punta a punta, todo ese paisaje, toda la esa orografía emocional que la crisis ha dibujado: montañas de desánimo y, a la vez,  pozos repletos de agitación y esperanza.
Desde mi bandeja de entrada a mi plato de sopa 
A Javier lo conocí hace unos meses. Alguien me habló de él, antes de que él hablara todo el mundo. Yo andaba preparando una antología de cuentos sobre un conocido deporte para altos en el que Javier es un experto y en el que yo fui una estrella infantil (en serio, lo digo). Me lo recomendaron, nos escribimos, congeniamos (una misma visión sobre la literatura como tabla de salvamento, catarsis, chocolatina para el espíritu, necesidad vital, sueño en el que creer y por el que vivir)… Después ya vino todo lo demás (lo suyo, digo, lo del libro, las entrevistas, su éxito, las sucesivas ediciones…; para mí la vida seguía igual, como decían Hertzainak que decía Julio Iglesias). Y así le puse cara y camisa de cuadros, lo vi en fotos, en la tele, en periódicos, cuando me tomaba la sopa, de modo que al encontrarnos en la librería Auzolan lo reconocí en seguida, y él a mí,  se acercó, nos presentaron me abrazó, (“Ah, que ya os conocéis”, “Sí, bueno, por email”, “Ah, como se conoce ahora todo el mundo”), luego empezó a llegar gente, mucha gente, Javier se puso frente a ella y empezó a hablar, con todas las tablas que en solo mes y medio han puesto bajo sus pies, a veces con trampa,  como si fuera un cadalso, y en las que él demostró que se mantiene firme e intacto.
Un inciso

(Aquí, en  Literaturas.com, me pidieron una entrevista con Javier López Menacho, después de haber interceptado una comunicación entre nosotros por Facebook; lo que viene a continuación son algunas de las cosas que dijo ayer Javier, pero yo no he hecho otra cosa que robárselas a Roberto Valencia, coordinador del Foro Auzolan, hábil y empático interrogador, viviseccionador de libros, donado hablador, mejor escritor…).
Haciendo el Arturo Bandini por Barcelona

A Javier López Menacho en Pamplona le pasó mismo que cuando llamó para el trabajo de hombre-chocolatina del que habla en su libro: que lo contrataron en cuanto lo escucharon hablar, con su acento jerezano; aunque afirmar esto no es del todo justo, dos de las personas más antipáticas y con menos salero que yo he conocido en mi vida eran dos vecinos andaluces de mi bloque, por una parte, y por otra, en Auzolan Javier no llevaba la cabeza cubierta, se mostró sin máscara, con su sinceridad y su inocencia aplastantes, así que en realidad Javier se ganó al público por su acento pero sobre todo por las palabras sobre las que lo ponía.  Empezó contando una historia que era una película de Hollywood (“Porque para uno de Jérez Barcelona es Hollywood”): chico que deja un trabajo más o menos seguro y aburrido y apisonador y busca cumplir su sueño, se va a Barcelona en busca de él,  se apunta a másters y cursos de literatura con nombres muy largos, pero también tiene que hacer un ejercicio práctico de realismo sucio y pagar el alquiler, consigue trabajos basura, hombre-chocolatina,speaker de partidos de fútbol, escribe por las noches, envía lo que escribe a una editorial, le contestan, les ha gustado, lo publican, el libro cae en manos de Gemma Nierga, va a su programa, a Javier le tiembla el café mientras habla, pero eso por la radio no se ve, salen más entrevistas, aquí, allá, otra edición del libro, va a Ana Rosa, se agobia con la repercusión mediática, se mira al espejo, decide a quién  quiere ver ahí enfrente, ahora elije él a donde va, elije, por ejemplo,  el Foro Auzolan y nos cuenta todo esto.
El máster en miedo

Todo esto él lo cuenta mucho mejor, que conste, y cuando uno lo escucha tiene la impresión de que  López Menacho es un hombre bueno y que cree además en la bondad humana (“La mayoría de la gente es buena”, dijo). El problema, quizás —esto lo digo yo— sean las minorías, los resentidos, los envidiosos, quienes cuando ven un hombre bueno lo primero que intentan es malearlo. Javier ha perdido la cuenta de las entrevistas que ha hecho y en muchas de ellas quien preguntaba muchas veces no se había leído “Yo, precario” ni falta que le hacía porque ya tenía las respuestas y los titulares escritos antes. Otras veces la lectura de “Yo, precario”  era intencionadamente superficial, no pasaba de la anécdota, el hombre-chocolatina, ja, ja, no llegaba al fondo trágico de la historia ni a la socialización de esa historia, pues López Menacho en su libro no habla solo de sí mismo, sino de todos los precarios (sin agitar ninguna bandera ni ponerse un megáfono en la boca, eso sí). Hay, quien, incluso —también pasó en Pamplona— lo acusa de ser un fraude, alguien que ha “utilizado” la precariedad. “Tiene usted toda la razón”, contestó con toda amabilidad el hombre bueno, pero también dijo que si su precariedad económica quizás podría tener vuelta atrás, podría volver a Jerez a casa de papá y mamá, también existe una “precariedad del alma”, la de aquel que no puede trazar su propio camino, mirar hacia delante, labrarse un futuro…
López Menacho es, también un hombre sincero. “¿Por qué nunca citas los nombres de las empresas que te contrataron?”. “Por miedo. Porque he trabajado para ellos y ellos saben todo sobre mí. Yo en miedo tengo un máster”, dijo, y también dijo que escribe por egoísmo, “Me interesaba quitarme el diablo que llevaba dentro; lo estaba pasando muy mal”, y que la dignidad es una responsabilidad de todos, que tal vez no sea indigno solo quien paga cuatro euros a la hora, sino, a veces, según cómo, también quien decide cobrarlos, o está dispuesto a aceptar determinados trabajos o condiciones.
Una llama encendida, otro email más y algunos pintxos

López Menacho, en definitiva, y eso es algo que transmite a su modo de escribir y eso es probablemente, en parte,  el secreto del éxito de su libro, Javier López Menacho es un idealista, un hombre optimista, un hombre sencillo y sin malear, un hombre que quizás hace falta en un panorama literario en que algunos valores como la confianza en el género humano, la solidaridad, la bonhomía, no han tenido mucho caché durante demasiado tiempo. Alguien que también mantiene encendida la llama y al que me gustaría haber llevado a la asamblea de la escuela. Alguien que, cuando salimos de la librería, recibió ya en su móvil un email de alguien que había estado presente en ella y que le decía que se había sentido muy reconocido en todo cuanto contaba. Hay, en definitiva y sobre todo, empatía en “Yo, precario”. Cuando salimos de la librería, por lo demás, Javier dijo que iba a idealizar Pamplona, tras su triunfante intervención —y también tras algún que otro pintxo—. Luego,  nos despedimos y algunos —la vida sigue igual— nos quedamos en la Pamplona de verdad, con una crónica pendiente que escribir.

UN ARTÍCULO EN GARA SOBRE EL ÚLTIMO COMIC DE GUY DELISLE

May 26, 2013   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

¡Tranqui, que tú no eres uno de los peores padres del mundo!

La bilbaina editorial Astiberri publica «Guía del mal padre», el nuevo trabajo de Guy Delisle, uno de los grandes del cómic, que ha dejado de recorrer y retratar países para explorar un mundo a veces mucho más sorprendente: el de sus hijos pequeños y su sala de estar.
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Patxi IRURZUN | IRUÑEA
Guy Delisle está de moda. Uno de sus viejos cómics, «Pyongyang», se ha citado recurrentemente en los últimos meses, porque con este el dibujante quebequés abrió con su lápiz un hueco en el hermético régimen norcoreano, mostrándonos con más tino que cualquier documental o telediario cómo es la vida en Corea del Norte (la vida en todas sus dimensiones, más allá de de las cabezas nucleares, los acongojantes desfiles militares, las apocalípticas vida y muerte de sus líderes…).
Delisle vivió un año en Corea del Norte, y de su paso por el país escribió algo que podríamos llamar un cómic de viajes, un reportaje ilustrado en primera persona, que también encontramos en otros de sus álbumes, como «Crónicas de Jerusalén» o «Crónicas Birmanas». En este último, ya se veía a Delisle tirando de silleta o buscando pañales para su bebé por las desmanteladas tiendas de Rangún. Ahora, con «Guía del mal padre» -publicado por Astiberri, al igual que todos los anteriores- este dibujante trotamundos ha decidido estabilizarse (actualmente vive en el Estado francés), dejar de explorar el mundo y comenzar a explorar el mundo de sus hijos, que puede ser en ocasiones mucho más ancho y lleno de peligros.
Reírse de uno mismo
En «Guía del mal padre» Guy Delisle hace un ejercicio de sinceridad, una confesión en tinta china de la que sale airoso y absuelto en una catarsis colectiva, pues cualquier padre o madre con niños pequeños sabe que estos son muy monos pero a veces… a veces no sabe qué haría con ellos. (Atención, si cerca de usted hay un menor de seis años fisgando por encima del hombro, es el momento de pedirle que se vaya a jugar con la consola, por ejemplo).
¿A quién no se le ha olvidado -llegado ya el quinto o sexto diente de leche- alguna vez ejercer de Ratoncito Pérez? ¿Quién no ha defendido con un egoísmo infantil y sucias mentiras ventajistas de adulto la última cucharada de su comida preferida cuando su hijo se la ha pedido…? De todos esos pequeños crímenes inconfesables nos habla Delisle en su nueva obra. Con ella nos descubrimos en más de una ocasión riendo a mandíbula batiente y haciéndolo más a gusto cuando sabemos que lo que masticamos, de lo que nos reímos es de nosotros mismos.
Delisle siempre ha contado a su favor con una maestría en el uso de la ironía y con un talento espontáneo para empatizar con el lector a través de la descripción de situaciones domésticas y cotidianas, pero en esta ocasión ha acercado la lupa mucho más; ya no está en ninguno de los puntos calientes a los que le lleva su trabajo o el de su pareja (trabajadora de Médicos Sin Fronteras), sino en el cuarto de estar de su casa que podría ser la de cualquiera de nosotros, sentado en la mayoría de las páginas al ordenador o en la mesa de trabajo mientras sus hijos reclaman sin éxito su atención.
Adultos y niños
A la coqueta edición de Astiberri, casi de bolsillo, solo se puede achacar que nos sabe a poco. Sus páginas de fondos despejados sirven para remarcar la perplejidad y los silencios con la que nos encaran las preguntas de los niños y para las que las respuestas y reacciones, cuando las hay, convierten al adulto también cómicamente en niño.
Un libro, en definitiva, divertido -que buena falta nos hace-, catártico -no estamos solos en el mundo, no somos los peores padres el mundo- y también un buen tanteo para adentrarse en otras obras anteriores y magistrales, como los libros de viajes del autor.

UNA ENTREVISTA A JAVIER LÓPEZ MENACHO PARA GARA

May 10, 2013   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

«Hay muchos libros escritos sobre la precariedad y muy pocos desde la precariedad»

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Javier López Menacho
Autor de «Yo, precario»
Ha pasado de hombre-anuncio a escritor mediático en solo unos meses. En «Yo, precario», López Menacho (Jérez de la frontera, 1982) ha descrito, en una mezcla de literatura y crónica al más puro estilo del nuevo periodismo, sus desventuras en trabajos de subsistencia, ocasionales y mal pagados: hombre chocolatina, speaker en partidos de fútbol, controlador de máquinas de tabaco…
Patxi IRURZUN | IRUÑEA
«Yo, precario» es un retrato de una generación a la que le han sido escamoteados pasado, presente y futuro («Yo quería ser padre joven, tener una familia, y me hallo a años luz de eso», confiesa), pero también una reflexión sobre el culto al trabajo y el capitalismo como máquina apisonadora, todo ello, contado, sin embargo, en un tono optimista, divertido y esperanzado. «Yo, precario», editado por Los Libros del Lince y con portada de Miguel Brieva y prólogo de Manuel Rivas, es el primer libro del autor y va ya por su segunda edición. Probablemente, buena parte de su éxito se deba a que se está escribiendo mucho sobre la crisis, pero muy poco por quienes sufren esa crisis. Este martes día 7 de mayo, López Menacho presenta «Yo precario» en el Foro Auzolan de Iruñea.
Ha pasado de ser un hombre sin cara, un hombre-chocolatina, a un escritor mediático. ¿Cómo está viviendo esa esquizofrenia?
Pues con asombro, emocionado, abrumado y con un pelín de vértigo. Demasiados medios en muy poco tiempo, televisiones, radios, prensa escrita. Uno espera que su libro tenga eco, pero nunca un aluvión en tan pocas fechas. El tema de la precariedad laboral, la situación que vive el país y la manera de funcionar de los medios ha sido determinante en este aspecto. Intento vivirlo con honestidad y sinceridad, siendo yo mismo en todo momento.
¿Cree que buena parte del éxito de «Yo, precario» se debe a la empatía, a la generalización de la precariedad en todos los ámbitos?
Sin duda. Muchas personas que no pasan por su mejor momento laboral me han escrito y me han contado su realidad y no han dudado en señalar que se sienten identificados. Y ellos mismos han sido grandes impulsores a la hora de dar a conocer el libro. Hay pocos libros escritos desde la precariedad (y muchos sobre la precariedad), y de alguna manera se han visto reflejados. No puedo más que agradecer el esfuerzo, porque para un precario, adquirir un libro es hacer un esfuerzo muy grande.
En el libro dice que en algún momento de su vida interiorizó que alguien es un ser social cuando tiene trabajo y puede ganarse la vida con él. ¿Es el libro una reflexión sobre la precariedad laboral o vas más allá y cuestiona el trabajo en sí, como algo que acaba definiendo quienes somos?
Me define a mí como ente pensante aunque, paradójicamente, intentara ser más un espectador, los ojos del lector, que un actor. No siempre lo logré. Me planteo muchas cosas que, irremediablemente, se filtran: ¿Cómo hemos llegado a construir una sociedad así, adicta al capital económico? ¿Por qué este inmenso culto al trabajo? ¿Es éste el camino que queremos?
Uno de los valores que intenta resaltar y defender es la dignidad en el ámbito laboral. Pero, ¿cómo se mantiene esa dignidad ganando cuatro euros a la hora?
No se mantiene. Esos trabajos son indignos. Pero indignos por parte de quien paga ese dinero por hora e indignos si los que ganan beneficios aprovechan y hacen un ERE para ganar más. La responsabilidad de dignificar el trabajo tiene que ver con todos los estratos laborales: Gobierno, empresarios y trabajadores. Sólo la empatía, el trabajo común y la buena voluntad de las personas pueden actuar en este sentido. ¿Pero están los de arriba dispuestos a ello?
El libro es muy optimista, siempre intenta sacar algo positivo de las peores circunstancias, aprender o «utilizar» su posición, rentabilizar la precariedad o ajustarle cuentas. ¿Cree que en una situación como la actual es esa la actitud que debemos tomar; que el humor, la confianza en la gente, etc. son valores para el cambio?
Es inevitable agarrarte a los mejores valores del ser humano para salir de una situación así. Cuando el trabajo se te hace pesado y la economía es una cuerda que se te anuda al cuello, intentas recuperar la esencia del ser humano. Los valores positivos, la alegría, el humor, la esperanza, la amistad. Eso no debemos de perderlo y a mí los niños me ayudaron a recuperarlo. Tuve un enorme momento de bajón cuando me atracaron en pleno Carrer de Badal pero, de alguna manera, también me sirvió para fortalecer mis convicciones. Tenemos la obligación de luchar por cambiar una realidad así.
¿Y hasta qué punto tuvo que ver en esa actitud el hecho de que estuviera escribiendo a la vez unas crónicas sobre el trabajo precario? ¿Habría tenido la misma tu actitud si no fuera escritor?
La literatura me acogió en sus brazos, me atrapó y me sirvió para verlo todo de otra manera. Fue indispensable en todo el proceso. Aunque por mi manera de ser, soy consciente de que escribiera o no, iba a trabajar de igual manera (ya lo he hecho muchas veces antes y lo he hecho muchas veces después en trabajos así). De no escribir, simplemente, lo hubiera pasado peor.
Para acabar -y para volver al principio-: el éxito de «Yo, precario» le ha ayudado a salir de la precariedad, a dejar definitivamente los trabajos de mascota o similares, o tal ves es la literatura es uno de los trabajos más precarios…
Casi nadie vive de la literatura en España (y menos yo). Es muy pronto para saber en qué me ha repercutido este libro económicamente. Lo que sí me ha abierto es un sinfín de contactos profesionales que tengo la esperanza que cristalicen en algo más cercano a la escritura. De cualquier manera, a día de hoy me gano la vida como redactor publicitario y sigo haciendo trabajos de promociones y cosas así. Trabajos que, no me canso de decirlo, veo muy dignos y honrados.
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