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ESCENA COSTUMBRISTA

Oct 4, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

lila

En el bar hace un calor de mil demonios y el camarero mata moscas con el rabo. Entre sus manos el mando a distancia es una AK-47. Cada vez que dispara aparecen programas de cocina que dejan retrogusto a fiemo en la boca, paquirrines, rociitos, jorgejavieres, jefes de la oposición llamando por teléfono a jorgejavieres… En una esquina de la barra dos dipsómanos discuten sobre poesía:
—Pues yo me muero porque alguna vez una mujer se olvide las bragas en mi casa y hacerme con ellas una bandera para colgarla en el tendedero —dice el más romántico.
En la otra esquina de la barra dos mujeres se toman unas cañas. Una de ellas se llama Isabel. La otra Patricia. Son amigas desde parvulitas y desde entonces Patricia quiere y odia a Isabel con todo el colesterol de su corazón. Isabel es alta y bien proporcionada. Patricia, chiquitica y culona. Isabel, además de parecer una modelo, tiene don de gentes. Patricia, es tan apocada que a veces parece soberbia, sin serlo. Sin embargo, cuando Patricia está con Isabel esta le hace sentirse tan bien, le hace reírse tanto, que se ve a sí misma igual de guapa y de simpática que su amiga y resulta tan difícil distinguir a la una de la otra como en todo este párrafo.
—Perdonad, chicas, vosotras sois gemelas, ¿verdad? —interrumpe la conversación de las dos mujeres una ancianita.
Debe de pesar unos treinta kilos, se apoya en un tacataca y su voz es como un cascabel roto. Patricia e Isabel se miran con complicidad, aguantándose la risa y contestan al unísono:
—Sí, señora, gemelas idénticas.
El camarero se acerca y deja sobre la barra un cóctel lila, del mismo color que el pelo de la ancianita.
—Aquí tiene, su “Dos cojones”.
—Gracias, majo — contesta ella, y tras bebérselo de un trago y mirar hacia la pantalla del televisor, donde en ese momento aparece el ministro de economía, se dirige otra vez a las chicas—: Yo es que prefiero atizarme un buen “Dos Cojones” que meterle una hostia a alguien.
Patricia e Isabel piensan que igual no ha sido buena idea seguirle la corriente.
—Claro, claro —intenta atemperar sus ánimos Patricia, que siente los dos ojillos de la anciana escudriñándole, saltando de su rostro al de su amiga como dos mosquitos anófeles.
—Gemelas sois, pero idénticas lo que se dice idénticas…—clava finalmente el aguijón.
Las tres mujeres permanecen durante unos segundos en un tenso silencio, que solo interrumpe desde el otro lado de la barra, como el zumbido de un moscardón viejo y verde, la conversación de los poetas beodos:
—Eso de las bragas es una mala imitación del Tango del viudo de Neruda, cuando dice de su mujer: “Y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa, como vertiendo una miel delgada”…
Por fin, de nuevo en el otro lado de la barra, Isabel rompe la tensión con una de sus sonrisas encantadoramente demoledoras y contesta a la señora:
—No claro, idénticas lo que se dice idénticas no. Pero eso es porque nacimos casi con un año de diferencia.
La ancianita se queda un rato pensativa, tamborileando con los dedos sobre el manillar del tacataca.
—¡Claro, eso lo explica todo! —contesta de repente.
Y luego pide otro “Dos Cojones” al camarero, que acaba de poner en la tele una tertulia de fachas.

 

Publicado en ON (diarios del Grupo Noticias):
https://issuu.com/gruponoticias/docs/on270914?e=0

EL ÚLTIMO, MOCO VERDE

Sep 24, 2014   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment



—¡Y ahora vamos a jugar al juego de las sillas! —exclamó Bob Esponja, con una voz pituda que era clavada a la de la animadora del hotel.
Al oírla, los niños corrieron hasta donde estaban sentados sus papás y mamás y los defenestraron de sus sillas sin que los progenitores pudieran hacer otra cosa que rodar por el suelo como albóndigas humanas, atorados como estaban por los excesos del bufé. Únicamente se libraron los que haciendo caso omiso de las indicaciones de Bob Esponja (“¡Solo los niños, los mayores que sigan tomándose sus mojitos!”) acompañaron a sus retoños para participar en el juego. Este dio comienzo al son de la música corporativa de la cadena de hoteles y los futuros clientes, perdón los niños, la acompañaron de una coreografía que habían aprendido a la fuerza, puesto que cada animación comenzaba y finalizaba con ella.
Así que allá estaban, una docena de padres participando de la mano de sus pequeños, a los cuales iniciaban en todas las triquiñuelas del juego. En cada ronda, cuando cesaba la música, los padres agarraban en volandas a sus hijos y los colocaban en las sillas libres, o desalojaban de un culazo a los chavales más desamparados, los que jugaban solos, los que habían sido sacrificados por un triste mojito en vaso de plástico… Se lo tomaban muy en serio, esos padres, como si les fuera la vida en ello o al ser eliminados les fueran a  condenar a sentarse en el comedor junto al baño que olía a tubería. A pesar de ello, en una de esas, uno de los padres se despistó y su hija se quedó sin silla. Todos tragamos saliva, porque la niña era famosa en el hotel: se la conocía como la niña-sirena, y no precisamente por sus evoluciones en la piscina, donde más bien se dedicaba a utilizar sus manguitos como nunchakus, sino porque, comparada con su voz, la del falso Bob Esponja parecía la de un tenor.
—¡Auuuuuuuuú! —activó la alarma la criatura, al tiempo que se abalanzaba sobre una de las sillas y se aferraba a ella.
El padre, por su parte,  en cuanto se reanudó la música cogió de nuevo de la mano a su hija y la incorporó al juego con tan mala fortuna que en la siguiente pausa musical  uno de los chavales que jugaban solos y que esa noche en la cena había repetido tres veces sanjacobo, al disputarle la silla,  repelió a la niña-sirena de un barrigazo y esta acabó estampada contra el suelo.
—¡Ohhhh! —se sumaron al coro ahora el resto de papás y mamás, la mayoría de ellos con hijos aquejados de baja tolerancia a la frustración,  mientras que unos pocos nos mirábamos con complicidad y conteníamos la risa cabrona.
Por desgracia, la vida, que en tantas ocasiones es también un juego de sillas, rara vez aplica la misma justicia poética. En ella las sillas se mueven a conveniencia, para que se sienten los culos que juegan con papás y con padrinos y con sirenas que se activan cuando algo no sale como estaba previsto. En la vida, por desgracia o tal vez porque hay padres que educan a sus hijos en el pufo y en el “el último moco verde”, los barrigazos se los llevan quienes han cogido la silla por derecho propio, sin ayuditas extras ni Bob Esponjas de pega que no siempre son el mejor amigo que puedas tener y hacen la vista gorda o no mandan parar la música cuando el juego está amañado.

Publicado en ON, suplemento de los diarios del Grupo Noticias
http://issuu.com/deia.com/docs/binder2 (Página 7)

ESTRELLA JUVENIL DEL BASKET

Sep 24, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Soy el segundo por la izquierda, sentado. La foto es del marca y de los campeonatos de selecciones juveniles autonómicas. Nos quedamos cuartos. Lo he contado en varios cuentos, pero nadie me cree.

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