PINTADAS EN LOS BAÑOS. CULTURA POPULAR EN VÍAS DE EXTINCIÓN
Es como en una de esas películas para deficientes mentales que, en el fondo, reconócelo, tanto nos gustan. “Dos tontos muy tontos”. Uno de los dos protagonistas entra a un baño de bar de carretera y al tiempo que escenifica las contorsiones de su estómago con las muecas de su cara de culo, nunca mejor dicho, lee los letreros garabateados en la puerta de una letrina. “Si quieres sexo duro”, pone, o algo por el estilo, “espérame aquí tal día a medianoche”. Entonces nuestro héroe se mira el reloj, comprueba que la fecha coincide y justo cuando comprueba que las dos agujas se han alineado en el número doce, se abre la puerta y entra un camionero bigotón con gorra de cuero.
Las pintadas, mensajes o graffitis de los baños es lo que tienen. La intimidad que requiere una expresión tan mundana y tan democrática de nuestro cuerpo parece inspirar nuestros comportamientos más primitivos, unas veces, otras los más rabiosamente rebeldes o trascendentales. Y así, entre las pintadas de urinario nos encontramos con dos grandes grupos: las referidas a nuestras más bajas pasiones y necesidades y las pintadas que suman a ello un componente filosófico, político o escatológico. “Escatológico: referente a los excrementos y suciedades”, dice el diccionario, pero también: “Escatológico: relativo a las postrimerías de la vida de ultratumba”. Una síntesis de ambos significados la encontramos en la siguiente sentencia de retrete, que podía haber firmado cualquier escritor existencialista:
que tienes que cruzar nadando
El que no sabe nadar
tiene que cruzar tragando
Pero ¿qué es lo que despierta en los baños públicos al poeta que todos llevamos dentro, ese que sólo asoma por el tercer ojo para componer una mierda de pareados?:
y aquí Fulanito de Tal se la menea
Otras veces la fibra poética es inversamente proporcional a la falta de otra fibra en nuestra alimentación. El mundo de los poetas de retrete debe de estar lleno de estreñidos, de lo contrario no se entienden algunas altas cimas de la lírica escatológica, que sólo pueden ser el resultado de un proceso creativo que exige su tiempo. Por ejemplo:
Me pongo a pensar
Lo caro que está el sustento
Y en lo que viene a parar
Y otras más ordinarias, del tipo “Pruebe la mierda, 20.000.000 de moscas no pueden estar equivocadas” , que sin embargo alguien se ha tomado la molestia de escribir con un proceso artesano, como es, por ejemplo, el del mechero y los circulitos negros en el techo (bueno, igual una más corta).
Las técnicas para dejar constancia de que alguien pasó por un urinario van desde el susodicho mechero, que será todo lo artesano que se quiera pero nada práctico, sobre todo si hay sistema contra incendios, pasando por la talla a navajazo, hasta el socorrido rotulador, con el que incluso algún que otro legendario grupo punk, como los malogrados Eskorbuto, forjaron su leyenda en miles de letrinas en las que dejaron junto a su firma y una jeringuilla algunas de sus terribles frases: “Prefiero morir como un cobarde que vivir cobardemente” , “Venga la guerra, sobran estúpidos” , etc.
Lo que ya no se lleva mucho en los baños es aquella suerte de performance coprógrafa que era escribir con la escobilla.
Afortunadamente.
La pintada política, al menos la pintada política inteligente, como si esos dos términos, política e inteligencia, sufrieran incompatibilidad de caracteres, tampoco está de moda, al margen de esa esgrima de la estupidez humana en la que se intercambian acometidas como “Vascos de mierda” o “Puta España” . Una auténtica pena porque todos nos sentamos alguna vez en el trono e incluso a los reyes les toca empujar. No existe mayor expresión de la democracia que ir al baño, y esa reflexión sin duda podría ayudar a reivindicaciones más inspiradas. Uno, por ejemplo, se imagina a algunos presidentes de gobierno en el baño, y todavía se convence mucho más de que las guerras son una mierda apestosa y de que no las declaran elegidos o salvadores del mundo, sino personas que como otra cualquiera también disparan pedos como bombas (y viceversa, desgraciadamente).
Pero no es sólo la pintada política la que se encuentra en vías de extinción, sino que la pintada letrinera en general, la rima cuartelera, el dibujito soez, las réplicas y contrarréplicas a lo largo de la puerta del baño que culminan con un “siéntate que estás cagando fuera” están siendo esquilmadas por los baños de diseño. Cada vez más los baños de los bares ya no son un lugar en el que explayarse, sino rincones algo exclusivos, que acongojan un poco, a los que hay que entrar con un máster sobre cómo tirar de la cadena o no confundir el lavabo con la taza. Baños con los que no pegan nada lemas como “ Más de tres sacudidas es paja” o “Cagar da gusto, oler da pena, no seas cabrón y tira de la cadena” . De momento nos quedan los retretes de fábricas, centros comerciales, institutos y universidades, estaciones de autobuses, feudos en los que la literatura de urinario parece resistir. Pero ¿qué haremos si estos también caen? ¿Deberemos resignarnos a que las rimas ramplonas con sus correspondientes faltas de ortografía sean exclusivas de los libretos de CD musicales? ¿Serán los bares de carretera, como el de “Dos tontos muy tontos”, una especie de cuevas de Altamira de la pintura de cuarto de baño? ¿Aparcarán a sus puertas las excursiones del Inserso para rememorar lo que fue un día nuestra civilización? ¿O por el contrario defenderemos esta arraigada rama de la cultura popular a golpe de tinta indeleble? Como dirían unos expertos en el tema, Eskorbuto: De ti depende.