CONSERVA LA CHISPA
Las diez o doce personas que, con suerte, siguen este blog, habrán observado que lleva varios días sin actualizarse. Bueno, tengo una excusa, una boda –la mía- y un viaje en el que a pesar de llevarme el portátil no tuve ganas ni tiempo de contar mis andanzas por Nueva York, que por lo demás fueron de los más comunes, no voy a decir que descubrí tal o cual garito superenrollado, ni que encontré en alguna librería auténticas rarezas ni nada por el estilo, esta vez no fui un viajero sino un turista, una diferencia que a veces se marca para separar al que es guay y al que no, al borrego, al miembro de la masa… no, para mí lo guay esta vez fue provocarme una tortículis por Times Square, ir a una misa góspel (donde, de todos modos, una parroquiana, la más barullas de la iglesia metodista, se empeñó en convertirme a su fe, agarrándome de la mano, invitándome a vocear con ella aleluyas y amenes, etc… qué mal lo pasé, qué calores, y qué ataques de risa contenidos, que son los peores), hacer un picnic en Central Park, etc. Lo más alternativo y canalla en que incurrí fue sacarme una foto en el Hotel Chelsea, ir a un concierto de Leonard Cohen, que era un señor de un tamaño de un click de Famobil allá abajo en el escenario, sacarme otra foto debajo de los pantalones de Janis Joplin en el Hard Rock Café (para cerrar el círculo, por eso de que Janis Joplin se la chupó a Leonard Cohen en el Hotel Chelsea)… y visitar Coney Island y su museo friki (y acordarme de mi broder Vicente Muñoz, que la habría gozado allá), además de alojarme en Queens, que es un barrio multirracial, que se dice… Bueno, también estuve en una librería llamada Revolution Books, en la que tenían libros en español (muchos de ellos de una editorial en la que he publicado, Txalaparta) y de la que salí escopeteado cuando la dueña intentó, también, convertirme a su fe, venderme con una insistencia algo molesta el nuevo manifiesto del partido comunista americano, lo cual –darme a la fuga- no me sirvió de mucho porque a la vuelta en el aeropuerto me hicieron una inspección de aduanas “special”, tuve que descalzarme, ver cómo frotaban un algodón en mis botas y mi mochila, en plan CSI, vaciar mis bolsillos, ser manoseado, todo ello mientras el resto de pasajeros pasaban sin problemas y me miraban, dentro de una cabina, como si fuera un mujaidín sin demasiado apego a la vida, o una mula humana, o la reencarnación de Trostki. Por lo demás, como digo, fui a un musical (El fantasma de la ópera, y confieso que eché una lagrimita con el atormentado y enamoradizo hombre de la cara quemada, aunque no entendí un pijo de lo que decía), a un partido de la NBA (en el que había animadoras normales, bueno, con curvas y melena rubia y eso, y otros saltarines infantiles y de la tercera edad), a comerme un sándwich Woody Allen en el Carnegie Deli y a la estatua de la libertad, y al Empire, qué hostias, han sido unos días maravillosos, una burbuja, un paréntesis, en el trabajo, con los niños, y también para la cosa literaria… Después, al volver, además de encontrarme a una niña que era un bebé cuando me fui y que ahora anda, va a donde quiere, se ha convertido en una personita, me he dado cuenta de que no pasa nada si uno deja el blog unos días en pause, a nadie le importa demasiado, lo cual me parece normal, pero es un poco desesperante, como lo es comprobar que tampoco pasa nada sin uno se desengancha de los blogs que suele visitar, el mundo sigue girando y además la distancia a la que te lleva te hace plantearte ciertas cosas, la endogamia de los blogs de la que hablé hace unos días, el valorar si merece la pena dedicarles un tiempo que podrías emplear en algo de más provecho, escribir una esas novelas que tienes paradas, por ejemplo, aunque bien mirado, tampoco esto compensa demasiado, ahí están los datos de las ventas de tus libros, con todo eso uno hasta se plantea tirar la toalla, pero se pasa pronto, sabes que nunca lo harás, porque no puedes, porque lo necesitas (y de hecho aquí estoy, escribiendo de nuevo en el blog), y porque ahí está el viejo Bukowski, en un documental, diciendo cómo, cuando todo le iba mal y también pensaba en abandonar, guardaba una chispa, que no permitía que le arrebataran, para avivar el fuego cuando fuera necesario, cuando volvieran las ganas de calentarse, o de tener un poco de luz, o de quemar todo; Bukowski, al que por cierto, redescubro en Fragmentos de un cuaderno manchado de vino; creo que si leyera ese libro con quince años, no me hubiera enganchado a Buk, como lo hice, hay otro Bukowski, un Bukowski que me viene bien a mis cuarenta tacos, un escritor que se aleja del estereotipo de tipo duro que él mismo forjó para sobrevivir, Bukowski, cabronazo, tenías más ases en la mangas, gracias por las trampas, siempre estás ahí cuando te necesito…En fin, la rentré me ha salido algo aturullada y caótica, disculpadme, mis diez o doce, con suerte, amigos, solo era una señal de humo, una llamada perdida, un s.o.s doméstico… para comunicaros que el fuego sigue vivo, y que habrá que volver a atizarlo, ya veremos cómo.