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EN EGUZKI IRRATIA HABLANDO DE POESÍA Y DE MIS AMIGOS

May 2, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments



El podcast de mi última colaboración en Eguzki irratia. Poesía y ataques de tos. A partir del minuto 23, con David González y ‘El lenguaje de los puños’, Vicente Muñoz Alvarez y ‘Días de ruta’, Esteban Gutiérrez Gómez y ‘Ardimiento’, Ángel Petisme y ‘Fast food for freaks» & El ministerio de la felicidad y Ana Pérez Cañamares y ‘Las sumas y los restos’.

http://www.eguzki.net/2014/04/11/pasealeku-del-viernes-11-04-2014/

NO SOMOS SARDINAS

Abr 28, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Construyendo Sarriguren Hazi Eta Hezi


Publicado en ‘Rubio de bote’, mi sección en el suplemento ON de los periódicos de Grupo Noticias
http://issuu.com/deia.com/docs/on260414 (página 7)

Mientras escribo esto mi hija está en el pasillo jugando a las manifestaciones y cada vez que yo salgo a disolverla mi hijo okupa mi ordenador para mirar en Internet cómo se remata el cierre de una muñequera jevi que se ha hecho con gomitas. En nuestra escuela es auténtica devoción la que hay, además de por Faulkner, por las gomitas. Aparecieron un día de la nada y en un pispás se convirtieron en trendig topic, fenómeno viral, fuego en la rastrojera… Los chavales se han convertido en unos pedazo de artistas, no hay nada que no puedan hacer con dos tenedores y unas cuantas de esas gomitas. Pulseras, collares con varias vueltas… Un día, en el cole, hasta construyeron un vestuario nuevo, con sus duchas nuevas y sus inodoros y todo, y ahora ya no tienen que cambiarse haciendo castellets ni hacer pis en las duchas porque los baños siempre están ocupados y también para ahorrar agua, porque nos están saliendo unos niños muy comprometidos, con tanta manifestación. Las manifestaciones son para ver si nos hacen una escuela nueva, porque esta nos tira ya de la sisa.

Lo bueno de que tengamos a los niños amontonados es que han aprendido a trabajar en equipo, muy estrechamente. Lo de las gomitas fue por eso. Un día apareció una niña con ellas, se puso a hacer una pulsera y enseguida vino otra y después otro y al final como estaban todos tan pegados se les enredaban las gomitas y todo les salía en auzolan y talla XL. Así que ahora los padres y las madres de nuestra escuela, que somos muchos, miles —porque nuestro pueblo es grande y nuestro colegio pequeñajo— nos reconocemos enseguida por la calle. Las madres son todas tailandesas, con sus collares de mujeres jirafa, y los padres todos arzobispos, con nuestros anillos gordos como nutrias. Bueno, también hay mujeres arzobispas y hombres jirafos. Los padres y las madres de nuestra escuela, con tanta manifestación, también nos hemos vuelto muy comprometidos. Y somos además muy educados. En las reuniones con el consejero de educación le hablamos siempre de Faulkner, por el que sentimos, o sentíamos, auténtica devoción, y le citamos El ruido y la furia o Los invictos, pero parece que él no lo pilla. Luego cuando los niños nos preguntan si hemos ganado la protesta y les contestamos “todavía no” se desilusionan y ya no quieren jugar con las gomitas, pues al final la orina acaba corroyéndolas, y el vestuario que habían apañado se les cae encima. Tampoco quieren jugar a las manifestaciones, porque ninguno quiere ser antidisturbios y también porque “total, no valen para nada”.

Así que al final hemos decidido cambiar de estrategia y de vez en cuando mantearemos en la plaza del pueblo al consejero o quemaremos fotos de la presidenta o banderas o abonos del fútbol o billetes con la cara del rey o algo. Porque esto no puede ser. Nuestros hijos no pueden crecer resignados, mientras les quitan lo que les corresponde. Nuestros hijos no son sardinas en lata, gritamos en las manifestaciones. A nuestros hijos el ministro con nombre de eructo no les va a poner un código de barras. Tendremos que ocuparnos nosotros de darles una educación de calidad, ya que otros no lo hacen. Y que le den por saco a Faulkner, gritamos también. Porque ahora somos más de Robespierre. 


Patxi Irurzun

KORTATU O LA CÓLERA DE LOS NO ELEGIDOS

Abr 14, 2014   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments


Foto: Jon Iraundegi

El libro El estado de las cosas. Kortatu. Lucha, fiesta y guerra sucia, presentado ayer en Iruñea, revisa el segundo disco del grupo de Irún y lo contextualiza en una época de revuelta juvenil en Euskal Herria.

Patxi Irurzun. Iruñea

 “Iñigo Muguruza y Jitu van a un concierto de La polla Records en Rentería. Evaristo, su cantante, quema una cruz mientras suena la canción “Salve”. Iñigo y Jitu no han visto tantas crestas y chupas de cuero juntas en su vida. El caos es absoluto y el pogo, brutal. La pasma da vueltas entre el público y empiezan a volar botellas. Evaristo quema su DNI en directo”.
Así, con una batería de pequeñas y salvajes historias como esta, arranca el libro El Estado de las cosas. Kortatu. Lucha, fiesta y guerra sucia, escrito por Roberto Herreros e Isidro López y publicado por la editorial madrileña Lengua de Trapo, y que ayer se presentó en Katakrak, Iruñea. “Más salvajes que Sex Pistols”, reza el prefacio. Sin embargo El estado de las cosas —el libro-, es bastante más que una sucesión de viejas batallas que no puedes encontrar en los mapas o una  melancólica recopilación de anécdotas de los años mozos, y tras los fogonazos iniciales, sus páginas se adentran en un análisis del contexto social y político en el que nació un grupo como Kortatu o el propio RRV (Rock Radikal vasco) o en el que se compuso el segundo disco del trío de Irún. Más salvajes que los Pistols, sí,  y “más políticos también”, añade de hecho el título de ese prefacio.

Pegatinas
Esa efervescencia revolucionaria de principios de los ochenta, la expresa a la perfección Bernardo Atxaga, autor del prólogo, con una imagen tan visual como las pegatinas que en aquella época era habitual ver cubriendo las paredes de bares, y que componían un abigarrado y colorido mural, en el que convivían fanzines, radios libres, lucha ecologista, feminista, gaztetxes… “Un maremágnum de cosas y afectando a todo, marcándolo todo, la violencia”, escribe Atxaga. Las acciones armadas de ETA, el estado policial, la guerra sucia… Y además, la reconversión industrial, el paro, la irrupción devastadora de la heroína… Ese es el estado de las cosas, el caldo de cultivo del que emerge un grupo como Kortatu (Kortatu o la cólera de los no elegidos, fue como apellidaron en sus inicios al grupo, tras ser rechazados en un concurso de maquetas), que publicaron su primer disco largo en 1985 (Kortatu). En él, el grupo deja claro sus intenciones: rompen con la solemnidad de la canción política, introducen la fiesta y la diversión como método de lucha y aportan un bagaje musical, un cóctel contracultural en el que se vierte y se agita desde el punk de combate inglés de The Clash, pasando por las influencias underground —los comics de Robert Crumb, Makoki…— hasta, o fundamentalmente, las vivencias propias: las detenciones, las dexedrinas y el speed, los controles policiales…

Campanadas a la muerte
El libro de Herreros y López subraya precisamente como algo fundamental en el rumbo de Kortatu y en la transición hacia un posicionamiento más político en su segundo disco, El estado de las cosas,  una trágica experiencia personal de Fermín Muguruza: los asesinatos por parte del GAL de cuatro refugiados vascos en el Hotel Monbar de Baiona, con quienes  Muguruza había estado jugando al futbolín solo unos minutos antes.  Un impacto que, lógicamente, deja huella en el músico, y que se puede rastrear en una de las canciones emblemáticas del disco, el desgarrador Hotel Monbar .
“Esta no es la única clave para entender el cambio de registro político, musical  y estético que Kortatu emprendieron con El estado de las cosas, dejando atrás el espíritu lúdico y contracultural de su debut, pero lo sucedido en Baiona el 25 de septiembre de 1985 marca un antes y un después en la vida de Fermín Muguruza, que dará el salto del movimiento autónomo a un mayor compromiso con la izquierda abertzale”, cuentan los autores del libro, que a lo largo del mismo defienden que una de las claves del éxito y la transversalidad de Kortatu es esa posición a caballo: “Kortatu nunca dejó de tener un pie en el sustrato social y político del que nació y tampoco nunca fue meramente absorbido por Herri Batasuna, sino que mantuvo una posición vinculada, pero independiente”.  Kortatu fue capaz, pues, de aglutinar diferentes frentes de lucha, pero además musical y estéticamente siempre fue un grupo de vanguardia, con una pegada rítmica y melódica que también atrajo, tal vez a su pesar,  a personas que no se identificaban en absoluto con su mensaje.  El mismísimo Patxi López reconoce que Kortatu le volvían loco. Y durante treinta años Sarrio Mierda de ciudad no han dejado de sonar en verbenas y txoznas, algo que lleva también a plantear a algunos de quienes prestan su voz al libro, como Leire López Ziluaga, si el RRV (del cual asistimos últimamente a una reivindicación póstuma en diferentes publicaciones) no ha llegado a convertirse en una cultura de consenso en Euskal Herria que ha vaciado su mensaje o ha ejercido de lastre para nuevas formas creativas de combate.

Siempre queda molestar
 El estado de las cosas –el libro- no recurre por tanto al revival sentimental, es una revisión crítica que hibrida diferentes géneros narrativos: el ensayo, la crónica, la entrevista… Huyendo del que comienza a ser manido y recurrente formato de la biografía oral, no renuncia sin embargo a recoger testimonios de numerosas personas vinculadas al universo Kortatu: por supuesto, los tres miembros del grupo, algunos autores de sus letras como Mikel Antza (que en El estado de las cosas firma dos temas, 9 Zulo y Aizkolari), Xabier Montoia,  Pablo Cabeza, Ruper Ordorika Roberto Moso, Elena López Aguirre, Marino Goñi…  Todos ellos ayudan a diseccionar  El estado de las cosas –el disco—, que aparece comentado canción a canción en uno de los capítulos:  el rock de la línea del frente, con su ritmo y su semántica reggae —“esa jerga que emplean los rastas”— en el que ya se entrecruzan militancia y vida: “Te quiero y quedamos en la barricada a las tres”. Un hilo que se recoge en Equilibrio,  tal vez la primera canción de amor de Kortatu: “Si resisto y sobrevivo es por tu luz”, cantan en uno de los estribillos, y en otro dan una pequeña colleja a un amigo, el dibujante Carlos Azagra y su PGB (Partido de la Gente del Bar): “Deja de beber tanta cerveza y lucha”. Equilibrio a su vez, lanza otro hilo hasta Nivel 30, una canción sobre la heroína y su efecto desmovilizador. La letra de esta canción es la más desgarradora, en opinión de Iñigo Muguruza : “Ten cuidado al pasar a mi lado porque soy una cuchilla andante”. En ella, hay además referencias al comic, a Stefano Tamburini, el creador de Rank Xeros, como hay en otras canciones diferentes posos de lecturas (El bandido adolescente, de Ramon J. Sender en Esto no es el oeste, pero también hay tiros), y de tendencias musicales: punk, ska, reggae, psicobilly, hardcore… El estado de las cosas es, en definitiva un disco complejo (el último, por otra parte, en el que el grupo canta en castellano), del que resulta fácil recordar muchas frases que para los jóvenes que las escuchaban se convirtieron en algo más que lemas que corear en los conciertos o sus habitaciones: fueron también consignas que marcaron el paso a sus vidas. Kortatu, como señala Angel Luis Lara El Ruso no era tanto “la banda sonora de la película, como la película misma”. Aunque estuviera todo perdido siempre quedaba molestar. La cólera de los no elegidos se convirtió en su victoria, y todavía hoy tantos años después (este libro, que va por una segunda edición revisada y ampliada, es el mejor ejemplo) el legado de Kortatu sigue alentado la revuelta.

ASTENIA PRIMAVERAL.

Abr 14, 2014   //   by admin   //   Blog  //  No Comments
Y ahí estaban, en medio de la Calle Mayor, las dos peregrinas yankis, moderfaker va moderfaker viene, menuda bronca, una de ellas de repente hasta le quitó a la otra el pasaporte y lo arrojó a un charco, “Pues vaya, a mí que siempre me habían contado que hacer el Camino de Santiago era como meterte en un libro de Paulo Coelho y resulta que se parece más a uno de Bukowski”, recuerdo que pensé, pero luego achaqué el peregrino arrebato de ira a la astenia primaveral, o al cambio de hora, porque yo también llevaba unos días raro, flojico, irritable, “Sí, eso será”, me dije, y después seguí arrastrando los pies hasta la oficina del DNI, que me tocaba renovarlo, y ya tenía ganas, porque en la foto del que caducaba salía hecho un quinqui, y si uno se para a pensar, la foto que se hace para el carné no es ninguna tontería, es la foto que más vas a enseñar, de ella depende, por ejemplo, que las cajeras te metan más o menos prisa mientras intentas despegar las bolsas, porque las reutilizables se te han olvidado otra vez en casa, y la cajera, que es socia de Greenpeace, te lo afea con la mirada, “Como sigamos así, entre esto y los pedos de las vacas nos cargamos el planeta”, parece decir, y después empieza a echar sin compasión los cereales para cagar del que viene detrás encima de la compra que tú no has recogido aún, todo eso por la foto de la papela, en la que pareces de un comando, bueno, a lo que iba, que pensando-pensando llegué a la oficina del DNI, y en la puerta estaba el funcionario de siempre, el de hacía diez años, y me paró con las mismas malas formas, “¿A dónde va?”, y vi también cómo se dirigía a la gente, sobre todo a los extranjeros, como a ganado, o como si fueran sordos o tontos, y me pregunté si en la policía no tenían a alguien más presentable de cara al público, y también cómo sería entonces el trato en las zonas oscuras de las comisarías, “Mejor no pensar”, pensé, y cuando logré zafarme de él, me senté y me puse a leer un libro, pero no me concentraba, estaba inquieto, el libro se titulaba Ardimiento y su autor firmaba con el seudónimo Baco, así que cada poco tiempo yo levantaba la vista y miraba al poli de la entrada, y pensaba que en cualquier momento sacaría la pipa de la mariconera y vendría a por mí y me detendría por embriaguez o por apología de algo, así hasta que por fin me tocó el turno y me hicieron el nuevo carnet, pero había un fallo, en la foto salía un señor mayor, con el pelo gris, “¿Ese quién es?”, pregunté, “Usted”, me dijo la funcionaria, “Ostras, es verdad, cómo pasa el tiempo”, dije, e intenté consolarme pensando que al menos no me había pasado como a mi amigo Juantxo el jipi, que como tiene el pelo blanco nuclear se le fundió con el fondo de la foto y en la papela parece un alien, y por eso las cajeras le tienen miedo y le pasan dos veces la Travel y pronto ya le llegará para cogerse un neceser, total, que al final salí fuera, y arrastré de vuelta un poco más los pies hasta la Calle Mayor, y allí seguían las dos peregrinas yanquis, moderfoker va moderfoker viene, pero ya nadie se lo tenía en cuenta, era cosa de la primavera, y de Bukowski, pero sobre todo de la primavera que lo altera todo, y la cabeza se llena de pensamientos y de frases, como flores que revientan, y uno se aturulla, y nunca sabe dónde poner el punto final (ni todos los demás, en realidad).

Publicado en ON (Rubio de bote): 

CONTRA LA LIMPIEZA.

Abr 8, 2014   //   by admin   //   Blog  //  1 Comment


(Colaboración para la sección Rubio de bote en ON, suplemento de los diarios del Grupo Noticias)

A mí las casas demasiado limpias me dan asco. Y yuyu. Alguien que te pide que te descalces y te pongas unas bayetas en los pies para entrar a su casa, primero, en realidad no quiere que entres a su casa, y segundo, es alguien que está como una puta cabra. Alguien que guarda en el frigo un túper con criadillas y corazones humanos; alguien que cuando por las noches sale a fumar al balcón no se traga el humo, solo hace con él señales a los raticulinianos, chiú-chiú…
Las casas como dios y el diablo mandan no parecen el quirófano del doctor Hannibal Lecter. En las casas de las personas decentes el pasillo es la calle mayor de una película del oeste y de vez en cuando cruza rodando un pelusón; en las casas de las personas de carne y hueso mirar debajo del sofá se convierte en una expedición espeleológica; en las casas… bueno, bueno, tampoco voy a seguir porque al final va a parecer que lo que soy, en realidad, es un guarro. Y aunque más vale ser guarro que asesino en serie, yo también intento domar al animal salvaje en que se convierte una casa dándole latigazos con el tubo de la aspiradora. Hay que mantener a raya a ese organismo vivo y monstruoso al que le crece exponencialmente el polvo y las bolsas de basura y la ropa para planchar. Una casa, sobre todo cuando en ella hay niños, es un campo de batalla, el sombrero de copa de un mago con síndrome de Diógenes, la máquina irrompible del caos… Por eso, precisamente, son tan sospechosas las casas demasiado limpias. En ellas no hay vida. Solo cadáveres enterrados en el jardín y porquería bajo la alfombra. Y esto se puede aplicar a todo lo demás. A las ciudades, por ejemplo. Como decía el malogrado poeta barrendero Juantxo Rada: “Las ciudades luminosas están invadidas por las sombras”. En una ciudad luminosa la gente no se ve la cara en los espejos ni en los ojos de los demás, sino mirando al suelo resplandeciente, que es una losa mortuoria puesta del revés. En las ciudades inmaculadas cuando se te cae una pestaña al suelo te condenan a trabajos forzados porque la higiene es una religión y porque sus alcaldes se llevan un 10% de la subcontrata de limpieza. En las ciudades resplandecientes se levantan templos con una reliquia de Don Limpio (un mechón de pelo, del día que se le cayó tras confundir el bote de champú con el de Zotal) y se cierran consultorios médicos porque ponerse enfermo es una cosa de herejes, de gente infeliz y sucia, que tiene mala salud solo para joder. En las ciudades “japi” cuando las alcaldesas sonríen se ríen de ti, pero a nadie le importa porque tienen la dentadura muy bonita. Una ciudad esplendorosa, en fin, es lo más parecido a una ciudad llena de mierdas de perro. Unas tú las pisas y otras te quieren pisar. Y las casas de las ciudades sospechosamente limpias están llenas de hombres y mujeres-mopa, que al final lo único que hacen es mirarse las pelusas del ombligo. La obsesión por la limpieza, en suma, es propia de gente sin inquietudes ni criterio, gente con mucho tiempo libre y que no sabe qué hacer con él. Claro que esa es solo mi opinión. Supongo que también habrá quien piense que para escribir todas estas tonterías mejor ponerse a hacer los baños. Y no le digo yo que no.

Patxi Irurzun
 

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