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PESADILLAS DE UNA NOCHE DE VERANO

Ago 24, 2010   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments

Ayer acabé una novela. ¡Ah, qué momentico! Me quedé como Dios . Lo que no se es si Dios al día siguiente de firmar su obra tuvo dudas, tuvo resaca, qué cojones tuvo. Yo hoy, después del subidón de ayer, cuando mi obra era rotunda, redonda, una obra maestra…, me estoy volviendo loco. ¿Era eso lo que quería realmente quería escribir? ¿Les gustará a quienes la lean? ¿Comentaré todas estas mis dudas existenciales en el blog o el blog es una tontería que no vale para nada, que nadie lee, una perdida de tiempo, una paja al sol? Pesadillas de una noche de verano a la hora de la siesta, como las de este cuentico que recupera Exprai en su blog, y que yo ya ni recordaba haber escrito.

PESADILLAS DE UNA NOCHE DE VERANO

Fue una calurosa noche, con toxinas dejando a la puerta de todos mis poros sus bolsitas transparentes de basura, y dentro las pavas del millón de cigarrillos fumados la noche anterior y los culos estriados de los katxis en los que los había apagado. Esas bolsitas que rezumaban sus jugos lixiviados en forma de sudor por mi piel reseca, a la que hacía ya tanto tiempo que nadie le aplicaba el hidratante de unas caricias. Una noche de sueños intermitentes y pesadillas que me echaban las largas. A veces me angustiaba pensando que tenía que volver al colegio y no me había aprendido la lección: ¿Quién descubrió América? A: Colón. B: los vikingos. C: El juez Garzón. D: Cada indio americano al nacer. “¿Podría usar el comodín del telefono?”.

“En estos momentos no estoy en casa, deja tu mensaje al escuchar la señal”. “No, nada, que era sólo para decirte que acabo de perder los cincuenta kilos y encima aquí tengo a un tipo que me hace cosas raras con las cejas”. Claro que también podía plantarme, siempre que alguien me regara, y además el tipo de las cejas como signos de interrogación puede que tuviera su gracia, pero yo no lo sabía, porque cada vez que intentaba reírme se me caían los dientes, precisamente sobre un libro en el que alguien muy listo hablaba de la interpretación de los sueños. Por ejemplo, si aparecía un toro quería decir que te iba a tocar la lotería, lo cual tiene una lógica aplastante. A Carlos Sobera, eso si, no se le veía por ningún lado, como mucho puede que se le asemejaran algunos de los personajes del apartado de sueños eróticos, que eran todos como reyes magos pero en las posiciones del kamasutra, aunque ninguno se acoplaba con la chica del tiempo, que era la que a mi me gustaba de verdad, la que se aparecía en mis mejores sueños, esos que transcurrían entre praderas de piel, en los que había montañas como panes de azucar con almendras duras y negras en la cima, y riachuelos de saliva que serpenteaban por valles rosados, y en los que yo terminaba siempre orinando cabellos de ángel sobre las sábanas; sueños que no tenían nada que ver con las pesadillas de aquella noche, pues ahora quien extendía leche hidratante por mi espalda húerfana de arrumacos y uñas que me reventaran los granos, y también por donde esta perdía su nombre, incluido mi tenso perineo, era una presentadora del Teleberri, que mientras lo hacía no podía parar de hablar de atentados, detenciones, torturas, muertes, palabras mucho menos sexis que mar arbolada, anticiclón, luna llena…, y yo me sentía fatal, impotente y a la vez incapaz de separarme de su sexo, de escapar de su pompis, aquel círculo vicioso. “¿Es grave eso, doctor? ¿Tiene solución?” le pregunté a un tipo que pasaba por mi sueño con un estetoscopio, pero él no supo que contestar, ya se sabe, los tipos con uniforme nunca tienen soluciones demasiado originales para este tipo de problemas, y además ni siquiera era un estetoscopio aquello que llevaba colgando, sino unos walkmans de esos para escuchar bajo el agua, de modo que se los robé y me zambullí de cabeza en un charco, un asco de charco, todo lleno en las profundidades abisales de submarinos nucleares y concursantes de “Supervivientes”, así que me dije, pues voy a escuchar un poco de música, pero cuando puse en marcha el invento resulta que sonó una especie de bacalao industrial que era un plagio descarado de la sinfonía metálica con que cada noche me despertaba la brigada de recogida nocturna de residuos sólidos urbanos, o lo que era lo mismo toda la mierda de tres o cuatro bloques vaciándose desde un contenedor. Fué entonces fue cuando pensé que el verano moría matando y que aquello, menos mal, sólo había sido una pesadilla provocada por el calor y la resaca, tal como demostraban las luces naranjas de las sirenas del camión de la basura parpadeando en el techo de mi habitación, aquellas luces que de repente comenzaron a perseguirse unas a otras hasta convertirse en la final olímpica de relevos femeninos, para la que sorprendentemente, se había clasificado Maria Teresa Campos disfrazada de la Abeja Maya.

Un cuento en Vinalia Trippers

Ago 20, 2010   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Vicente Muñoz Alvarez, el agitador sideral y capitán de tripulaciones tronadas, que le seguirían sin vacilar hasta los confines del espacio exterior y más allá, me ha publicado en el blog intergaláctico de Vinalia Trippers este cuento incluido en La polla más grande del mundo

2045 Resistencia versus Ciborgs
Yo intuía que había algo raro en aquel tipo y creo que aquel tipo intuía que yo intuía que había algo raro en él. Quizás por mi forma de caminar, clavando los talones con fuerza para alimentar con la energía imprimida en cada paso mi wearable, el liliputiense ordenador alojado en la varilla de mis gafas ahumadas de ozonosol. Además, los datos que me iban llegando a través de La Red se reproducían en la pantalla de la lente izquierda, que era precisa y jodidamente el lado por el que caminaba “Woodstock II @27025”, así me había dicho que se llamaba.

-Yo soy Igor Iribertegui- le contesté, y ya entonces comencé a sospechar que quizás mi contacto era un topo, que me habían tendido una trampa.

Le di mi nombre con mi apellido porque si era un cyborg conseguiría despistarle. Hacía ya tanto tiempo que era obligatorio utilizar el email como nombre que casi todos habían olvidado quienes éramos. Sólo éramos ese número, tras la arroba, que nos identificaba de inmediato en las bases de datos, pues correspondía con nuestra fecha de nacimiento, y el nombre que antecedía a la arroba, y que sólo podía utilizarse por un recién nacido cada día. Ya ni siquiera éramos libres para llamarnos como quisiéramos. Por otra parte los cyborgs pensaban que quienes renunciábamos a ese número éramos ingenuos idealistas, que renunciábamos también a las ventajas de la ciencia. Así que, si mi contacto era un topo quizás le costara imaginar que a través de mi wearable estaba enviando mensajes criptográficos a todos las células de resistentes alertándoles de mis sospechas, al tiempo que intentaba recabar información sobre el tal Woostock II @27025.

—A mi puedes llamarme Woodstock, a secas— intentó confundirme él también, y me explicó que sus padres le habían llamado de esa manera, en memoria del segundo festival de música celebrado en aquel lugar el siglo pasado. Éste en su momento se contrapuso, por su violencia y su claro mercantilismo, al primero, al que acudieron jipis de todo el mundo, pero a la larga las consecuencias de lo sucedido en el segundo fueron mucho más revolucionarias, porque si bien los jóvenes se habían despreciado previamente a si mismos pasando por caja y asumiendo su rol de mercancías y meros espectadores finalmente reaccionaron, se liberaron quemando a los mercaderes. Fue el cambio, la revolución más rápida de toda la historia y aunque se presentó como actos de vandalismo ya entonces comenzó a arder el viejo mundo. Años más tarde la contrarrevolución volvería a triunfar, esta vez con mucha más fuerza, controlando absolutamente nuestras vidas, pero esa es otra historia. Esta historia, contra la que luchamos en la Resistencia.

Continuaba enviando datos, pero no me llegaba respuesta. Ahora estaba casi convencido de que había caído. Cada vez que uno de aquellos monos-policía clonados se cruzaba con nosotros notaba en las pantallas las interferencias de su radar. Si su rastreador de palabras como topo, trampa, conseguía finalmente entrar en mi ordenador se activaría el chip incrustado en la zona cerebral que activaba su agresividad animal y se abalanzarían sobre mí mordiendo, arañando, saltando…

Pensé que debería canalizar mis esfuerzos y la información recibida para escapar, pero entonces llegó la respuesta.

—Woodstock II @27025, DGS (Dirección General de Seguridad), agente nº ****, leí en la minipantalla, pero enseguida me di cuenta de que en realidad estaba leyendo aquello en la lente derecha de las gafas de ozonosol.

El cyborg se había colocado ante mí y me mostraba su chapa. Intenté revolverme pero sus músculos anabolizados me redujeron sin dificultad. Fue en ese momento, en el forcejeo, cuando descubrí la disquetera en la parte posterior de su cráneo. Había cometido un error de principante: aquello debería haber sido lo primero en qué fijarme.

Lo que sucedió a continuación fue el proceso habitual: tras pasar por la DGS, ser juzgado “online”, con un abogado de oficio virtual, me internaron en el centro de reeducación desde el que emito este mensaje. Hasta el momento he conseguido ocultar la microestación de radio insertada bajo un empaste, pero se acerca el momento de la operación en la que se me implantarán los electrodos en el cortex cerebral y su propia estación de radio entre el cráneo y el cuero cabelludo y entonces descubrirán las interferencias. Me despido de todos vosotros con, quizás, mis últimas lágrimas, y os animo a continuar la lucha. Destruid el poder cyborg, y si en la pelea os cruzais con Igor@20728, no dudéis en aniquilarlo.

Una ráfaga de cuentos

Jul 27, 2010   //   by admin   //   Blog  //  2 Comments



Como el fin de semana que viene me voy a pasar unos días a Aldeacentenera, en Cáceres, o sea, al fresco, dejo aquí un cuento y el enlace a otros de los que está recuperando Exprai en su página, con las ilustraciones que hizo en su día para publicarlos en Gaztealgara (y que adjunto más abajo, con el link a cada cuento). Por si no puedo actualizar el blog y por si alguien, por una remota casualidad, me echa de menos. Por lo demás, en Cáceres espero cometer alguna fechoría con mi amigo Ángel Gozález González, a quien he dedicado el cuento Reliquias y jorobas que se incluirá en Viscerales, la antología que preparan José Ángel Barrueco y Mario Crespo, cuento en el que recreo nuestra psicotrópica excursión el año pasado al Monasterio de Yuste.
Por otra parte, los más perspicaces habrán observado que he cambiado la plantilla del blog, por enredar un poco más que nada, y casi la lío, he tenido que comerme unas cuantas galletitas del caché para poder volver a entrar a blogger. Por cierto, que no se me olvide, tengo que contar una historia sobre uno de mis blogs, La polla más grande del mundo (que va ya por las 407.000 páginas vistas, y eso que no lo actualizo desde hace casi un año) y la jeta que, me parece a mí, le echa Google a algunas cosas.

REVUELTA

El fermento de la revuelta burbujea en los gases de las espaldas mojadas que se descomponen al fondo del Río Bravo. El polvo de los mártires de la próxima revolución se funde con el del desierto abrasador de Mojave, donde cayeron cuando las luces de San Diego ya resplandecían a lo lejos y los pistoleros de la Migra habían quedado casi atrás. El Estrecho de Gibraltar no deja huecos, ni siquiera a rayas en el mar, pero los restos del naufragio sirven de esqueletos a nuevas pateras. Los pioneros en busca de un nuevo mundo y una vida mejor mueren por decenas, injusta y hasta absurdamente, como en el muelle de Dover; de puro calor en el vientre de un camión frigorífico…

Y a pesar de todo continuarán intentándolo: cada asalto fallido al paraíso será sólo un machetazo sangrante que abra un hueco en la espesura de una selva plagada de fieras agazapadas tras corbatas o uniformes, un hueco a los que vienen detrás, a los que no tienen otra opción para salvar sus vidas que jugárselas. No los detendrán fronteras, naturales o alambradas, ni leyes caníbales que devoren sus derechos más fundamentales. Los desheredados del mundo se han cansado de soportar guerras y miseria y llegan a rendir cuentas a los responsables de ellas.

A quienes les endeudaron a cambio de leche en polvo para sus países asolados por la sequía. A quienes se repartieron su tierra con escuadra y cartabón. A quienes engordan sus democráticas y pacifistas tripas bebiéndose la sangre que derraman las armas que les venden para que esas líneas en los mapas se muevan (el estado español, por cierto, en el que casualmente abundan los demócratas y no violentos está entre los que encabezan la siniestra industria militar –y entre las empresas vascas hay unas cuantas dedicadas a la producción de armas cortas, las principales causas de muertes en conflictos bélicos–)…

Mientras tanto, eso sí, los telediarios se lavan las manos señalando como culpables a la mafias, a los traficantes de hombres, y ofreciendo como única solución medidas policiales… Es decir, lo de siempre: intentando confundir causas y consecuencias (y a veces llevan razón, porque hace unos días se detuvo a cuatro maderos, implicados en esas mafias, en esas redes de tráfico humano).

Los emigrantes, en todo caso, huirán siempre de esas guerras, de esa miseria, y nada puede pararles. Sólo un mundo más justo; o sea, lo dicho: nada. Ni siquiera la muerte: muchos de ellos sobreviven a la odisea de sus viajes, y se instalan en las juntas inapreciables de nuestro plácido primer mundo alicatado con partidos de fútbol entre millonarios, y “la vida en directo” con piscina climatizada y mocos de interés nacional; hombres y mujeres invisibles que subsisten entre nosotros, como fugitivos, en semáforos, en andamios, bajo lonas de plástico… Que sobreviven pero que no han llegado hasta aquí solo para eso, sino para rendir cuentas, para pedir lo que les corresponde. Ellos no pueden esperar. Sus memorias guardan como cicatrices frescas esos viajes infernales que los trajeron hasta aquí y todo lo que quedó allá –o lo que no quedó: sus familiares torturados, muertos, sus pueblos borrados del mapa por las hambrunas…–. Si no les dan lo que les corresponde lo tomarán por la fuerza. Y harán bien. Y nos harán bien a nosotros, desatando una revuelta que aplazamos constantemente para irnos de potes. Ellos serán la revolución que nunca hicimos o, más probablemente, los hijos que nunca tuvimos –los que nos cuidarán cuando seamos viejitos–. Cada raya en el mar será una muesca en la pared del txabolo. De la chabola. De la sórdida habitación del puticlub. Un día menos en el camino hacia la libertad. Una libertad a la que, sin embargo, no tienen derecho. Porque la libertad, como dice la canción, no es un derecho, sino un deber: el de no claudicar.

MAS CUENTOS

EN ‘LA REPÚBLICA CULTURAL’

Jul 19, 2010   //   by admin   //   Blog  //  3 Comments
foto: Javi Alvarez

Hoy nos informan de que todos los libros de La virgen puta que llevamos a la Semana Negra se han vendido. Objetivo cumplido. La remesa era modesta, unos cincuenta, pero no está nada mal. El chaval que llevaba la mesita para firmar ya nos dijo que de momento (era el segundo día de feria, vale, pero ya habían pasado por ahí varios autores de esos a los que sí reseñan en Babelia) era el que más había vendido. Javi Alvarez, periodista de La República Cultural, escribió esta reseña sobre la presentación, la única que se sepa, a pesar de nuestro pequeño éxito:

Juan Kalvellido y Patxi Irurzun dos «niños» traviesos y comprometidos

Se presenta La virgen puta en la Semana Negra de Gijón. Es un trabajo en equipo al que Patxi Irurzun aporta la novela, Juan Kalvellido se encarga de ilustrarla y el editor Santiago Oset de su edición en papel. Es un proyecto antiguo, con una génesis diferente, que ha vivido una carrera muy particular. Patxi Irurzun escribe su novela y consigue que la editorial Altaffaylla kultur taldea la edite en 1997. El título les parece algo incorrecto, convencen a Patxi y se publica con el nombre de Cuestión de supervivencia. En noviembre de 2008 decide publicarla en internet con su título original La virgen puta y como una novela por entregas. La idea es añadir un capítulo semanal al que acompaña un dibujo preparado por Juan Kalvellido y una canción de la época a modo de banda sonora. Santi Oset es uno de esos lectores fieles que acude impaciente cada semana para leer la nueva entrega. Le gustó tanto que habló con ellos para buscar una forma de hacerlo de otra manera, para editarlo en papel. Se pusieron a trabajar los tres y les salió este libro que hoy presentan. Muy fresquito, recién sacado de imprenta.

Cristina Macía ejerce de anfitriona y comienza leyendo un fragmento para abrir boca, para dejar una muestra precisa de la escritura directa de Irurzun. Después, deja el libro sobre la mesa, lo acaricia con suavidad y lo describe con la palabra precioso. «Hay cosas que lo dicen todo» y señala las ganas de romper y de provocar de los dos autores.

Por su parte, Santiago Oset habla primero de la editorial Tiempo de cerezas, muy pequeña, con sus problemas, pero que se pelea por sus autores, porque cree en lo que hace y en lo que publica. La virgen puta rompe los cánones de la editorial, pero en el fondo, cada uno de los libros que editan lo ha venido haciendo también, por esa sensación de que cada obra tiene algo de única y diferente. Recuerda como hace muchos años Juan y Patxi vinieron por separado a Madrid cargados de esperanzas, el uno con sus historias y el otro con sus carpetas llenas de dibujos.

Juan Kalvellido comenta que su amistad con Patxi viene de hace catorce años, cada uno con un libro bajo al brazo al que, al final, terminaron poniéndole otro título diferente al original. Han trabajado juntos a menudo, pero sólo se han visto en persona tres veces. Ahora sale este libro y Juan vislumbra dos caminos posibles, o convertirse en un bombazo o que les metan en la cárcel. Juan maneja el humor como una forma de distender, pero nunca deja la crítica directa, consciente siempre de su condición de clase obrera, sin perder de vista la revolución que vendrá y en la que cree. Nos pide un favor, que no compremos chupa-chups que han cerrado una fábrica. «Salud y ni un paso atrás».

Los libros se hacen para ser leídos, así que una re-edición es una nueva oportunidad para una novela. Patxi Irurzun habla de ésta y dice que la culpa la tienen los dibujos de Juan. Cuando se publicó en el 97 se le había quedado una espinita por lo del cambio de título de la que se desquitó al publicarla en internet con la ayuda de Kalvellido y con la selección de canciones que fue acompañando a cada capítulo (Barricada, La polla records…).

De la novela cuenta que quiso hacer una parodia de una novela negra, pero que ahora, al revisarla, la ha encontrado como un libro escrito con las que eran sus referencias juveniles. Una novela sin oras pretensiones. Como no quería escribir una historia con el típico detective, eligió a un punk que edita una fanzine, lo ambientó en una ciudad imaginaria Jamerdana y le puso a investigar los asesinatos de vagabundos que estaban ocurriendo. Y no cuenta más porque el resto se puede leer en el libro.

Luego, terminada la charla firman el libro. Juan se ha llevado los rotuladores y a cada uno le añade uno de sus dibujos.

A QUEMARROPA

Jul 18, 2010   //   by admin   //   Blog  //  No Comments

Esto es lo que escribieron en el periódico de la Semana Negra, A quemarropa, sobre nuestra presentación de La virgen puta:

Un ying y un yang que metaforizaron a la perfección una tarde de contrarios (Gamboa-Luengo; Cuenca Sandoval-Salmón) que tuvo su corporeización definitiva con la visita del escritor Patxi Irurzun y el dibujante Juan Kalvellido, que, acompañados por el editor Santiago Orset, hicieron una explicación detallada de lo que hasta ahora ha sido su trabajo en conjunto (incluido su fallido viaje a Madrid “a triunfar”, como los buenos clásicos) y animaron a la concurrencia, que fue mucho, a que se hiciera con su última creación en común, el volumen La virgen puta, que por lo que explicaron tanto ellos como la presentadora, Cristina Macía, parece ser tan divertido como iconoclasta como inclasificable. Eso sí, se hizo evidente una cosa: su título causa furor en cuanto alguien lo pronuncia en voz alta.

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