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Crónica sobre «Fragmentario» de Oskar Alegría

Ago 7, 2021   //   by Patxi Irurzun Ilundain   //   Blog  //  No Comments

EL FABULOSO ALGÓMETRO DE OSKAR ALEGRIA

En Fragmentario Oskar Alegria, el cineasta, fotógrafo y escritor navarro, recopila desde su siempre sorprendente mirada una colección de detalles, historias, secretos… de diferentes obras de arte y del propio edificio del Museo de Navarra para conmemorar su 65 aniversario

Patxi Irurzun / Gara

Mientras transcribo esta charla, que mantuve con Oskar Alegria en una posada de Ultzama,  se cuelan en la grabación voces de los otros comensales o del camarero —“pochas, mollejas, cordero al chilindrón”, declama este en un endecasílabo el menú— y a través de ellas soy capaz de recordar no solo los rostros de aquellos comensales sino también de recrear la terraza en la que hicimos la entrevista, la climatología de aquel día, extrañamente soleado en este verano con panza de burro, o retazos de nuestra conversación off the record (por ejemplo, recuerdo que nos citamos en Ultzama, donde yo trabajo como bibliotecario, porque Oskar decidió acercarse al valle convertido, para otro de sus proyectos, en un cazador, un entomólogo de algunas palabras que revolotean como mariposas raras en el euskara de la zona).

Del mismo modo, en su último trabajo (que no es una película, como cabría esperar tras el éxito de Zumiriki, sino un libro, una guía o, mejor dicho, una antiguía —aunque a Alegria no le guste mucho el palabro—), el cineasta, escritor y fotógrafo iruindarra ha compilado una colección de fragmentos, voces, detalles (una pequeña lavandera de tres centímetros, por ejemplo, en la esquina de un cuadro) de diferentes obras de arte del Museo de Navarra a partir de los cuales es posible reconstruirlas desde otra perspectiva o de los que él articula un relato literario, con su lenguaje siempre particular, poético y evocador.

Fragmentario, se titula de hecho la obra, de la cual se han editado  mil quinientos ejemplares, quinientos de ellos en euskera, y que se pueden adquirir en el propio Museo de Navarra o en el Fondo de Publicaciones del Gobierno de Navarra. 

Carta blanca
“Me cerraron el paso a la salida de una proyección de Zumiriki”, recuerda el cineasta cuando le pregunto cómo se embarcó en este proyecto. “Y me pareció una buena señal. Dijeron que para el 65 aniversario del museo querían que hiciera “algo”, lo cual me pareció muy bonito. Algo. Con el tiempo he desarrollado un “algómetro” que me sirve para detectar cuándo esos “algo” son un marrón o una carta blanca”.

Y esta lo era, desde luego que sí, porque en Fragmentario Oskar Alegria deambula y nos hace deambular con absoluta libertad por el museo, conocer los secretos de sus obras más emblemáticas o reparar en los detalles y los encantos de aquellas ante las que solemos pasar de largo. Alegria lo mismo compone una orquesta con diferentes músicos de varios cuadros del museo y pregunta a los premios Príncipe de Viana de la Cultura Ramón Andrés y Teresa Catalán qué música imaginan que interpretaría esa agrupación musical imposible, que consigue mostrarnos el interior de una de las joyas de del museo, la arqueta de Leire. “La arqueta por dentro es lo contrario de los que se ve por fuera, de esa suntuosidad, las escenas de la vida del sultán esculpidas en marfil… Por dentro, por el contrario, ves la belleza del marfil, sin tocar, y eso tiene también un relato, un momento expositivo”, dice.

Lo mismo voltea Alegria el retrato del Marqués de San Adrián y reconstruye el periplo de este cuadro de Goya a través de las etiquetas que encontramos en su reverso, que fija su mirada en las ventanas del museo, consiguiendo que estas se transformen también en cuadros (lo cual, por otra parte, me hace recordar algunos de mis recorridos por el museo, con mis hijos, quienes inevitablemente acababan asomándose a esas ventanas, atraídos antes por ellas que por los cuadros de santos martirizados, batallas y entierros).

Lo mismo construye, en fin, Alegria un museo imaginario con obras que no están en el Museo de Navarra pero deberían estar, porque pertenecen sentimentalmente a nuestro patrimonio, que pone a conversar o intercambiar miradas a protagonistas de diferentes obras (a la escultura Irten ezin de Oteiza, por ejemplo, con los fugados del Fuerte del monte Ezkaba, cuya silueta se recorta al noroeste desde una de las ventanas).

Y así podríamos seguir, porque la imaginación y la originalidad de Oskar Alegria son torrenciales y consiguen, además, el milagro de arrastrarnos con ellas.

¿Quién sepulta al sepulturero?
Fragmentario por si fuera poco no solo nos lleva por los recovecos de las obras del museo sino también por los del propio edificio que lo alberga, que antes fue el Hospital de Navarra, y que, como nos cuenta el artista iruindarra, tenía hasta su propio sepulturero.  “Se llamaba Martín Iriarte y lo llamaban Malacría. En la guerra de independencia la ciudad estaba cercada por los franceses y Malacría era el único que podía salir de ella, con su carro de los muertos, en el que ocultaba armas, fusiles… Hasta que alguien lo delató y Martín Iriarte fue ahorcado. Y aquí surge una pregunta, con la cual se cierra el relato: ¿Quién sepulta al sepulturero”.

 “Cuajada, tarta de queso o fruta del tiempo”, se cuela en este punto, ahora en alejandrinos, de nuevo la voz del camarero en la grabación, y aunque esta se detiene aquí, a los postres, la charla sigue mientras alrededor revolotean un par de mariposas, trazando estelas en el aire, de mismo modo que hacen en nuestra cabeza todas las historias —como la de Malacría— y preguntas que propone este maravilloso Fragmentario, una guía, en definitiva, escrita para desorientarse, para perderse y para volar alegres y libres.   

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