REALISMO MAJICO
Publicado en Rubio de bote, colaboración quincenal para magazine ON (diarios Grupo Noticias), 30/11/19
Música: Luter / Dibujos: Pedro Osés
En Zarraluki, el pueblo donde lo normal es extraordinario, todos los años se muere la pareja ganadora del campeonato de mus del club de jubilados. Es ya una tradición, y la tradición, ya lo decía La Polla Records, es una maldición. Los jubilados, claro, juegan siempre a perder.
“Es el azar”, tratan de consolar los perdedores a quienes levantan la copa, con su epitafio grabado; pero saben que es mentira, que en realidad se trata de un acto de justicia poética: las partidas de mus de Zarraluki las ganan siempre quienes nunca pierden.
En Zarraluki hay, también, una niña que se pasea siempre con una nube negra atada a su mano con un cordel. Se la regaló su padre, que era el hombre del tiempo, el día de su segunda comunión (en Zarraluki no se celebra la primera comunión, sino la segunda, porque hay muchos niños que no toleran las hostias y no vuelven a comulgar). Después, al padre de la niña lo despidieron del telediario por robar la nube negra de la pantalla un día que se pronosticaba tormentas y mar arbolada. Desde entonces, el hombre vive deprimido, sin un anticiclón que lo consuele, y como se quiere morir se apunta todos los años al campeonato de mus del club de jubilados, quienes le dejan participar, aunque todavía solo tenga 156 años, porque saben que el hombre del tiempo es un perdedor nato y no corre peligro.
En cuanto a su hija, la hija del hombre del tiempo, es una niña atormentada, a la que los agricultores marean en las épocas de sequía, llevándola de aquí para allá: a las huertas en que cultivan sus puerros y su marihuana; a los árboles frutales de los que cuelgan algunas palabras del diccionario que ya nadie usa y que no quieren que se agosten, como ramonear, prensa escrita, justíbiris o república; o al bancal en el que señor alcalde plantó una calabaza y el esqueje de un señor de Albacete que se trajo un día del rodaje de Amanece que no es poco.
Para ser alcalde de Zarraluki, por cierto, hay que decir todos los días tres veces en público la palabra chaflán. En Zarraluki — esto creo que ya lo conté otra vez, no recuerdo si en otro artículo o en mi novela zarralukitarra Pan duro— es verdadera pasión lo que tienen por los chaflanes, entre otras cosas porque una farmacia que hace chaflán tiene en cada esquina del mismo un termómetro y entre ambos hay siempre una diferencia de treinta grados, o sea que dependiendo de qué calle enfiles en Zarraluki puedes estar en invierno o en verano.
En Zarraluki hay, además, un señor que camina siempre hacia atrás porque hace años cometió un crimen horrible —mearse en un chaflán— y le gustaría desandar sus erráticos pasos. Y un bar en el que te encuentras contigo mismo en el futuro o en el pasado. El señor que camina hacia atrás suele ir mucho a ese bar, pero no soluciona nada, porque unos días se encuentra con su yo cuando era joven y este le dice “Ándate con ojo, no vayas a hacer algo de lo que te arrepientas”, pero otras aparece su yo cuando será mayor y este le dice “¿Por qué hiciste aquello tan horrible, animal, por qué?”, y al final el pobre hombre se vuelve loco y bebe hasta olvidar y sale del bar haciendo eses hacia atrás y siempre se mea en los pantalones antes de llegar a casa por no mearse otra vez en un chaflán.
En Zarraluki, hablando de locos, hay también un manicomio, pero lleva cerrado desde hace años, porque allí están locos los que son normales, los que no se mean en los pantalones ni llevan nubes negras atadas a la mano con un cordón; los que tienen vidas corrientes y trabajos corrientes y votan a partidos corrientes. En Zarraluki, eso sí, cada uno es libre de votar a quien quiera. En las últimas elecciones, por ejemplo, la ultraderecha sacó dos votos, pero la pareja que les votó después ganó el campeonato de mus del club de jubilados.
Zarraluki es, ciertamente, un pueblo extraordinario.
http://patxiirurzun.com/portfolio/pan-duro-pamiela-2015/