CHUPETES
Esta es mi colaboración de este mes para » Guía del niño» en la sección «Mi papá me mima» (y ya van sesenta):
CHUPETES
Esta tarde voy a pasarme por la oficina de patentes y marcas para registrar mi chupete con busca. Lo llamaré ¡Mi chupetemmmm!, así, con muchas emes, por mi hija M y por esos ¡ummmmm! de satisfacción y alivio que exhala ella cuando aparece uno de los chupetes que extravía un día sí y otro también. Para M no tener un chupete a mano es una tragedia, todo su mundo se derrumba, se llena de peligros, de noches en blanco… Y sin embargo no es muy cuidadosa con ellos, que se diga, los olvida en los lugares más insospechados: dentro de zapatos, ejerciendo de marcapáginas… Una vez incluso encontramos uno dentro de la jaula del periquito –supongo que M lo vio algo tristón—.
Me paso la vida tirado por el suelo, o poniendo la casa patas arriba –sí, aún es posible ponerla más patas arriba— para buscar los dichosos chupetes. Durante algún tiempo albergué la idea de patentar otro invento. El chupete de emergencia, con su vitrina y todo, y su martillito para romperla en caso de urgencia. Pero no, eso no iba a resultar, con los chupetes de M hay emergencias todos los días. Hasta hace poco pensaba que existía una extraña ley o cúmulo de casualidades que hacía que cuando perdía uno de sus chupetes, en el rastreo apareciera inmediatamente otro que ya dábamos por desaparecido. Hasta que llegó aquella noche terrible, la noche de los chupetes rotos, en la que todos desaparecieron o se rajaron a la vez y tratamos de aplacar la ansiedad de M con la tetina de un biberón que, llena de rabia, también destrozó a bocados.
Creo que fue entonces cuando se me iluminó la bombilla y pensé en los chupetes con busca. ¡Eureka! Eso era, un invento revolucionario: un chupete con una alarma o busca que se activara mediante un mando a distancia. La contribución definitiva a un mundo sin llanto, de niños felices, con un chupete en cada mano y otro en la boca, chup, chup, incluso de dos o tres chupetes a la vez dentro de la boca, si así lo desean. Sí, ya lo veía, bip, bip, todos los chupetes perdidos del mundo entonando el himno de la alegría, en las gárgolas de la Sagrada Familia, desde los jardines al pie de la Torre Eiffel, debajo de las norias de todo el mundo… Y mi nombre en todas las enciclopedias. “Bendito seas, Patxi”, me adorarían todos los padres y madres del mundo…
En fin, todavía hoy, mientras espero para ir mañana a la oficina de patentes, sigo con ese tipo de fantasías. Los chupetes es lo que tienen, que consuelan una barbaridad. Los chupetes hacen soñar. Los chupetes llenan el mundo de babas que huelen a felicidad. ¡Vivan los chupetes!
Ja, ja, ja. Seguro que te forras. Es una idea brillante.
Mañana te llamo por teléfono y hablamos.
abrazo
Y M crecerá, y seguirá perdiendo chupetes y pasando algunas noches en vela. Fíjate, las 5,30h de la madrugada y me acabo de despertar sin sueño, deseando que se haga de día y con dos horas por delante aún de sobra hasta comenzar mi jornada. Sí, es una putada perder los chupetes, o que nos corten de cuajo ese arraigo hacia ellos.
Saludos, Patxi.