Club de lectura de verano 2022
CARNE APALEADA, de Inés Palou
“Cuando la tercera edición de este libro estaba a punto de entrar en máquinas se ha hecho pública la noticia de la muerte de su autora. Inés Palou ha muerto en circunstancias particularmente trágicas y con su desaparición Carne apaleada parece adquirir un sentimiento aún más hondo de testimonio del dolor humano”.
Esa es la nota que se lee en la edición de 1976 de Círculo de lectores de la novela que hoy traemos a este club de lectura, Carne apaleada, una obra testimonial sobre la experiencia carcelaria de la autora. Efectivamente, Inés Palou murió arrollada por un tren, cuyo paso esperó tumbada sobre las vías. Antes, en una carta de despedida a su editor, José Manuel Lara, había dejado escrito: “Le pongo en bandeja de plata el próximo Premio Planeta”, pues al parecer Palou aspiraba al galardón con una obra titulada Operación Dulce. Inés Palou no ganaría el Planeta aquel año (lo hizo Mercedes Salisachs con La gangrena), pese a lo cual Operación Dulce vendió miles de ejemplares, como ya había sucedido anteriormente con su predecesora, Carne apaleada. Inés Palou no era una escritora vocacional ni con pretensiones literarias, pero su corta experiencia en el mundo editorial le había bastado para comprender que el morbo vendía.
Cárceles de mujeres
En el caso de Carne apaleada son varias las circunstancias que contribuyeron a ese morbo y en consecuencia al éxito de la novela. En primer lugar, la peripecia vital de la propia autora, una mujer de buena familia, con estudios y un trabajo estable como administrativa, que de manera inesperada, tras realizar una estafa empresarial inducida por su jefe —o al menos eso es lo que ella defiende—, acaba en prisión, inmersa de lleno en el mundo carcelario y delictivo. En segundo lugar, Carne apaleada nos abre las puertas a un universo desconocido, el de las prisiones de mujeres, al que la literatura apenas se había asomado (sí, por el contrario, a las cárceles de hombres, en obras como Papillon, de Henri Charrière o las novelas de Jean Genet). Por último, la novela de Inés Palou aborda otro tema hasta entonces tabú, como es el de las relaciones lésbicas, a través de la historia de amor que la protagonista —Berta, un trasunto nada disimulado de la autora— mantiene con otra presa llamada Senta, a la cual está dedicada la novela. A ella, de manera particular, pero también a todas las compañeras con las que Palou se topa, a las cuales ve entrar y salir de las diferentes prisiones por las que transcurre su periplo carcelario; a esas mujeres “que no son tan malas como parecen”, apostilla en la dedicatoria.
Y así, en Carne apaleada, además de fugas, traslados, peleas, se nos narran también las historias de estas presas y las circunstancias vitales, económicas y sociales que han determinado su destino. Por las páginas de la novela desfilan ladronas, asesinas (en buena parte de los casos, de sus maridos maltratadores), presas políticas, incluso una hija bastarda de la familia real (o al menos eso es lo que afirma ella y al parecer también los inconfundibles rasgos endogámicos de su borbónico rostro), a todas las cuales Palou siempre retrata de una manera compasiva y solidaria, y reconoce como víctimas de una sociedad y un sistema penitenciario injustos.
Novela de denuncia
De hecho, el propósito final del libro, y así lo
subraya la autora en varias ocasiones a lo largo del mismo, es denunciar las
condiciones inhumanas de las prisiones y el fracaso del régimen carcelario como
medida de rehabilitación y reinserción, que ella misma sufre en su propia y
apaleada carne, pues ingresa en prisión sin ningún contacto previo con el mundo
del hampa, como consecuencia de un error, un engaño, una mala decisión, y sale
de la misma convertida en una delincuente habitual, que acaba reincidiendo de
manera inevitable tras cada una de sus puestas en libertad (en la novela se nos
narran también esas recaídas, los robos y estafas en joyerías de Berta/Palou,
su deambular como fugitiva por diferentes ciudades; un retrato de ambientes
criminales que retoma en su siguiente obra, Operación
Dulce, en la que relata los pormenores de un atraco a un banco).
Solo la propia Inés Palou sabrá las razones por las que decidió acabar con su vida, pero es probable que le aterrara la idea de no pertenecer a ninguno de esos dos mundos: al mundo carcelario, en cuyo hábitat de todos modos consiguió hacerse respetar y desenvolverse con naturalidad (tal vez incluso ser realmente ella misma o vivir su amor con cierta normalidad); ni al mundo que quedaba al otro lado de las rejas, en el que quienes han estado presos nunca llegan a librarse por completo de sus cadenas.
El astrágalo
Carne apaleada fue llevada al cine en 1978 de la mano de Javier Aguirre, que señaló en la película el trágico final de Inés Palou, interpretada por Esperanza Roy y acompañada en el reparto, entre otras, por Bárbara Rey en el papel de su amante Senta.
Aunque para vida de película la de otra escritora, en este caso francesa, con una historia y una novela similar a la de Inés Palou: Albertine Sarrazin, la autora de El astrágalo.
El astrágalo fue publicado unos años antes que Carne apaleada, en 1965, y es probable que contribuyera de alguna manera al éxito de la novela de Inés Palou, pues se convirtió en un best-seller en el país vecino. En la obra se cuenta la vida de Anne (de nuevo un indisimulado alter ego de la autora), una joven de vida corta y turbulenta y final también trágico, aunque a diferencia de Inés Palou sus andanzas al margen de la ley dan los primeros pasos desde que es solo una niña: huésped habitual de reformatorios, violada en uno de ellos cuando solo contaba diez años, se fugaría de otro saltando un muro y fracturándose un hueso del pie —el astrágalo, de ahí el título del libro— y sería recogida por un conductor, un expresidiario (ya es mala pata, nunca mejor dicho) que introduciría a la muchacha en el mundo de la delincuencia organizada y la prostitución… De todo ello —bajos fondos, alcohol, prostíbulos, pero también de su carácter bohemio e indomable— da cuenta Sarrazin tanto en El astrágalo como en La fuga o Diarios de prisión, obras que le otorgan una fama literaria de la que apenas pudo disfrutar, pues murió con solo veintinueve años sobre una mesa de operaciones como consecuencia de una serie de errores médicos agravados por su propio deterioro físico y un precoz alcoholismo.
Son, en definitiva, El astrágalo y Carne apaleada, dos novelas cuyo valor reside más en lo testimonial que en lo literario, a pesar de lo cual ambas autoras no carecen de cierto e intuitivo don para la narración, a la que aportan frescura, valor, rebeldía y, desde luego, un trazo de verdad y denuncia que solo es posible desde su experiencia personal, trágica, dolorosa, pero a la que, en cierto modo (como si todo lo vivido y padecido tuviera sentido para poder ser escrito), resarce la literatura, una vez más.