CLUB DE LECTURA DE VERANO: MAKINAVAJA
MAKINAVAJA, EL ÚLTIMO CHORISO
de Ramón Tosas, IVÀ
“¡Hala, y ahora tebeos!”, eso fue lo que dijo alguien la primera vez que llevé un cómic (creo recordar que era Maus, de Art Spiegelman) a una sesión de otro club de lectura. Sucedió hace ya mucho tiempo, cuando los tebeos o los cómics todavía no se llamaban novelas gráficas. Fueron rebautizados de ese modo en un intento por reivindicarse a sí mismos como una disciplina artística con entidad propia, orientada también a un público adulto y en la que el peso literario tiene tanta importancia o más que el de las imágenes.
Asocial, marginado, libre y anarquista
En el caso que nos ocupa, las historietas de Makinavaja, que el genial dibujante catalán Ramón Tosas IVÀ publicó en El Jueves —y que fueron recopiladas en varios tomos, publicados primero por la propia revista satírica con títulos como Quien pelea no está muerto, Somos peligrosos, etc. y posteriormente por la editorial Dolmen siguiendo un orden cronológico—, basta con abrir cualquier página para comprobar cómo los bocadillos con el texto de los personajes se imponen abrumadoramente sobre los dibujos, los cuales tienen un carácter meramente auxiliar y que además se trazan con un estilo sencillo y feísta (el tupé del Maki es apenas un garabato), como si no quisieran despistarnos del hilo narrativo sostenido por los descacharrantes diálogos que mantienen este delincuente “asocial, marginado, libre y anarquista”, como lo definió Tijuana in Blue en una canción, y sus compinches: Popeye, El Pirata, La Maru, el Moromielda, el Pitufo…
Por si eso fuera poco, el origen del alias de Maki tiene raíz literaria, pues nos lleva hasta Bertolt Brecht y La ópera de los tres centavos, que se iniciaba con una canción a la que el propio Brecht escribió la letra y en la que narraba las peripecias de un asesino de los bajos fondos llamado Mackie Messer (Mackie el Cuchillo); canción que se popularizó rápidamente y tuvo múltiples versiones: Louis Amstrong, Frank Sinatra… o en español el Mackie el Navaja del cantante melódico José Guardiola, que es de donde “el choriso más grande que ha parido madre” toma su nombre (Miguel Ríos también versionó la canción).
IVÀ, Intento de
Variación Artística
El creador de
Makinavaja, Ramón Tosas, más conocido como IVÀ (un acrónimo de “Intento de
Variación Artística”, nombre que intentó dar a un proyecto colectivo que no
prosperó y acabó asumiendo y firmando de manera unipersonal), nació en Manresa
en 1941 y murió en La Rioja en un accidente de tráfico en 1993, sin dejar por
medio apenas una triste entrevista (algo ciertamente sorprendente, tratándose
del padre de personajes tan icónicos e inmortales, auténticas cumbres de la
cultura pop –por popular—, como el Maki
o el sargento Arensivia de las Historias
de la puta mili).
Tras foguearse en revistas como Hermano Lobo o El Papus, de la que llegó a ser director, IVÀ comenzó a colaborar en El Jueves con las historietas de Maki, de las que se nutrió de primera mano, tras vivir una temporada en el barrio chino de Barcelona.
Uy lo que ma disho
IVÀ desde luego tenía buen oído, pero además de eso crea el personaje con un fuerte componente político y social, altas dosis de filosofía y, sobre todo, agitando ese cóctel y convirtiéndolo en molotov con la mecha infalible del humor, de un humor bestia, políticamente incorrecto, irrenunciable, pues rebajarlo o blanquearlo sería matar a Maki (algo que en cierto modo sucedió con las adaptaciones televisivas y cinematográficas). Maki es un romántico, el último choriso, un delincuente que atraca bancos más que por necesidad por filosofía, en defensa propia… Y es también un poeta, capaz de intercalar en su discurso barriobajero auténticas perlas líricas y profundas reflexiones de carácter existencialista o tan contundentes como incendiarias proclamas políticas, siempre próximas a la acracia, junto a los “cagontó” (así, Cagontó, se tituló también un libro compilatorio sobre el autor, hoy inencontrable) y los “uy lo que ma disho” (las historietas de Makinavaja beben de la oralidad y la jerga del barrio chino pero se regurgitan sobre el papel con un lenguaje propio, inconfundible, que acaba haciendo sus propias aportaciones al vocabulario común con expresiones como “Po fueno, po fale, po malegro”).
Por no hablar de que son, esas historietas, un fresco de aquella España de finales de los 80 y principios de los 90, de sus villameonas, su Barcelona 92, su Quinto centenario, sus pelotazos inmobiliarios y otras universales y olímpicas desfachateces al lado de las cuales ladronzuelos como Makinavaja eran ciudadanos ejemplares.
Maki en el cine
Las aventuras de Makinavaja, como decíamos antes, fueron llevadas al teatro, la
televisión y el cine, en adaptaciones que necesariamente resultaban
descafeinadas, en las que resultaba complicado —y más en aquella época—encajar
lances del cómic como el Maki tirando de recortada contra todo guardia civil o
policía que se le pusiera por delante, o su madre, La Maru, una vieja
prostituta del Raval, ganándose la vida con sus pajas alegres, es decir,
masturbando a sus clientes con cascabeles en las muñecas. A pesar de lo cual,
dichas adaptaciones tenían cierta gracia.
Maki fue interpretado por Ferrán Rañé en el teatro (con música de Pata Negra), en el cine por Andrés Pajares (hubo dos películas: Makinavaja, el último choriso y Semos peligrosos, uséase, Makinavaja 2) y en la televisión por el gran Pepe Rubianes.
Aunque El Maki que todos recordaremos siempre será el de IVÀ, el del flequillo como un garabato y los abigarrados bocadillos con sus diálogos afilados y desternillantes, convertido en un clásico de la historieta, el tebeo, el cómic, la novela gráfica, como queramos llamarlo.
Por cierto, y para acabar, después de aquella primera vez que llevé un “tebeo” a un club de lectura, vinieron otras muchas (Arrugas de Paco Roca, Persépolis de Marjane Satrapi, Píldoras azules, de Frederik Peeters… etc.) y ahora son los propios lectores, la mayoría de los cuales antes no habían tenido contacto con el género, los que reclaman más, lo cual resulta emocionante, iba a decir, conteniendo las lágrimas, pero no, será solo “el humo el sigarrillo, que se ma metío en los ojo”.