Y DIOS, PATXI IRURZUN, CREÓ ZARRALUKI (RESEÑA DE `PAN DURO’ EN POMPAS DE PAPEL)
Patxi Irurzun (Iruña, 1969) es un todo terreno de la literatura. Desde 1989 ha publicado novelas, libros de relatos y de viajes, mucha literatura infantil y juvenil, y ha coordinado las antologíasResaca/Hank Over, un homenaje a Bukowski, Simpatía por el relato, historias escritas por rockeros yTiros libres. Relatos de baloncesto. Además ha ganado multitud de premios, entre ellos el de Creación Literaria del Gobierno de Navarra con Atrapados en el Paraíso, en el que narra su experiencia personal en el vertedero de Payatas, en Filipinas. También recogió en un volumen, Mi papá me mima, sus divertidas y agudas reflexiones como padre que fueron publicadas en una revista.
Pan duro supone su retorno a la novela. Una novela que pudiera parecer un relato escrito para jóvenes, pero que esconde tantas verdades, tantos recovecos y tantas tristezas, que un lector adulto podrá extraer de él toda una lección sobre la vida y el destino. Se dice de este libro que bebe de películas como Amanece que no es poco y Bitelchús. Es una comparación acertada. Con la primera tiene en común el punto de absurdo surrealista y la concepción de los personajes que parecen estar interpretando papeles que en cualquier momento podrían ser intercambiados. Con la segunda tiene en común una realidad de los lectores comprenderán cuando terminen de leer el relato, aunque algo se atisbe durante la narración.
La acción tiene lugar en el imaginario pueblo navarro de Zarraluki. A esta localidad perdida en las montañas, llegan en su “furgoneta de los sueños locos”Puravida y su padre, al que rebautizarán pronto como el Ventrílocuo. Los recién llegados venden cosas muy raras: sandalias con capota para la lluvia, espejos con peluca especiales para calvos, matamoscas con agujeros para dar “una oportunidad al insecto” y herraduras con plataformas para ponis. El lema vital de los puravidas es: “estamos a favor de todo lo que nos pueda ayudar a estar en contra”.
Zarraluki es famoso, según sus habitantes, por su Faro del Fin del Mundo, por el Campeonato Internacional de Lanzamiento de Huesos de Aceituna, por sus fiestas patronales de Todos los Santos y, sobre todo, por su portentosa trainera que en los últimos años ha ganado la Bandera de la Concha, a pesar de que en el pueblo no hay lugar donde puedan entrenar. Pero los zarralukitarras tienen un problema, desde hace un tiempo no pueden comer pan recién hecho porque el panadero y su novia, la maestra, se han enfadado y cuando se enfadan el panadero se marcha de casa y deja de hacer pan. Normalmente son enfados que se solucionan pronto, pero esta vez ha debido pasar algo muy grave porque Txema el panadero parece haber buscado refugio en el faro del Fin del Mundo y Elena Conache la maestra está desconsolada. Los forasteros se ven en la obligación, por las atenciones recibidas, de deshacer el entuerto, y con la ayuda de Oihan, un joven fantasma corporizado de 113 años, perdidamente enamorado de Puravida, emprenden la aventura.
La novela de Patxi Irurzun es deliciosa. Los lectores tenemos prendida en la cara en todo momento una sonrisa de felicidad que a veces se transforma en carcajada. Pero el prisma de la vida esconde muchas caras, y por eso en la novela no es raro encontrar picos de tristeza y melancolía, también de gran intensidad lírica y de profunda ternura. Cuando terminamos la novela tenemos la sensación de que alguien nos ha leído un cuento fantástico antes de dormir. Un cuento que, como niños excitados, volveremos a pedir que nos lean antes de echarnos a dormir al día después. Porque Pan duro es una historia circular, repleta de fantasmas, de personajes reales y de personajes que creen que son reales sin serlo ya. Por cierto, que hermosos son los dibujos creados por Pedro Osés, subliman el relato.
Enrique Martín
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