UNAS PÁGINAS DE ‘DIOS NUNCA REZA’
Viernes 12 de septiembre de 2008
Malen está más cansada, estos últimos días, camina despacio, jadea al hablar, y por las noches se levanta varias veces al baño. Cada vez que la oigo suspirar, moverse lentamente, me pregunto si irá a ponerse de parto, y, aunque sea egoísta e inconsciente, pues la habitación de June continúa llena de trastos, y ni siquiera le hemos comprado el cochecito (y además Malen no ha tenido tiempo para depilarse para el hospital), yo pienso que me gustaría que la niña naciera ya. Por una parte es la mejor forma de acabar con el nerviosismo y la incertidumbre (¿Estará June bien? ¿Cómo tendrá el piececito? ¿Aguantaré yo con dignidad en el paritorio?…), la mejor forma de echar a esos animalitos que han empezado a morderme por dentro y a devorar a los que llevan ahí desde que empezamos la mudanza. Pero sobre todo, quiero que nazca ya para poder acabar el libro, este libro, y así poder presentarlo al Nadal, y soñar al menos durante tres meses, hasta la fecha del fallo, que he escrito algo importante…
Creo además que June es lo que necesito para dar sentido a estas páginas. Como personaje yo he resultado un desastre, no ha habido en mí progresión alguna, he cambiado de ciudad, de casa, pero sigo dentro del mismo e incómodo traje, sin sucumbir a la crisis ni vencerla. ¿A quién le importa eso? ¿Le interesa a alguien que Urko se haya adaptado perfectamente a su nuevo colegio, que para mí ahora el momento más importante del día sea cuando voy a recogerle, que me emocione y reconozca al niño que yo, apocado y tímido, no fui en la resolución con que me guía por los pasillos de la ikastola, en la jovialidad con que se despide de los otros niños y de las cuidadoras del comedor y en cómo ellas le corresponden -los niños le prestan menos atención, alguno incluso le mira con el ceño fruncido, me temo que Urko les habrá pegado, pero incluso eso, que me molesta mucho, lo prefiero a que sea él quien reciba los golpes, es cuestión de que aprenda a elegir bien a sus enemigos-, todo eso le importa a alguien? ¿O que mi cuenta corriente vaya en picado? ¿O que los electrodómésticos de la casa se hayan sublevado, piten a todas horas?…
Tal vez lo que tendría que preguntarme es si me importa a mí mismo, si me sirve para algo, debería ser realista y reconocer que nunca ganaré el Nadal (ni mucho menos seré finalista con mi novela porno de la que hace ya tiempo que no subo nada al blog), que quizás como mucho conseguiré que alguien me publique el diario y que lo lean trescientas o cuatrocientas personas, que tal vez lo que debería hacer para sentirme mejor, para que mi vida fuera más digna y yo más feliz, es, por ejemplo, dejar el trabajo, conseguir que me despidan (o quizás lo esté haciendo ya con este diario, quizás mi jefe sea una de esas trescientas o cuatrocientas personas que lean el libro)…
Supongo que pienso en ello porque hoy han despedido a Aitziber. Y porque me pongo a hacer cuentas y ya hay más gente que he conocido en este trabajo que me importa fuera que dentro de él. Aiztiber, en realidad, lo ha dejado ella, pero mi jefe le ha hecho la vida imposible durante los últimos meses, contrató a otra persona para que hiciera su trabajo, la ha ido echando poco a poco… Supongo también que que la gente que me importa esté fuera quiere decir que mi sitio también está fuera. Pero tengo pánico a dar el paso, y un niño de tres años y otra a punto de nacer y casi 40 años. Y tengo todavía más pánico a que el miedo me venza, y a hacer lo que tengo que hacer para quedarme dentro, aceptar las normas, postrarme, convertirme en otra persona, un adulador, un lameculos, un peón, con la cabeza muy gorda pero sin brazos, al que son otros los que mueven; todo lo que Aitziber, y los demás, los que están fuera, no eran. Sí, tengo miedo, mucho miedo, pero me gusta pensar que será June la que vendrá a rescatarme.
Dios nunca reza, Alberdania 2011
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