ZORIONAK HUGO!
Mi pequeño Hugo vino al mundo
de madrugada, como un sueño.
Uno de esos sueños
en los que hay momentos buenos
y otros malos
pero todos son hermosos
Oí, por ejemplo,
desde la sala de dilatación
a su madre
gritar como si se partiera en dos,
partiéndome en dos a mi
con su voz como un cuchillo
La ví después temblar
en el paritorio
y me pareció
la mujer más fuerte del mundo
y también la más guapa
como si ella también naciera otra vez
Luego trajeron a Hugo
y yo lloré igual que un niño
mientras sostenía entre mis brazos
a aquel pequeño hombre
Mi hijo.
Nuestro hijo
Más tarde, en la habitación
mi mujer lo amamantó
y yo me sentí feo y pequeño y torpe
al lado de ellos dos
Todavía me siento así
pero también me siento limpio, mejor.
Me siento, por primera vez en mi vida
un hombre.
Un hombre completo, feliz
Agradecido.
Estuvimos observando a Hugo en la cuna
—su dedos, perfectos, sus piernas largas
su carita, sus primeros balbuceos—
hasta que amaneció.
Entonces salí a llamar
y cuando se lo conté a mi madre
volví a llorar
y comprendí que,
afortunadamente
nada de aquello
había sido un sueño.
Eran las siete de la mañana
Y las enfermeras habían puesto música
en el pasillo.
La sinfonía del nuevo mundo.
Yo colgué el teléfono y volví a la habitación
al lugar donde debía estar:
Junto a mi mujer y mi hijo