La paga
Hoy, antesdeayer cuando salgan estas líneas, fue mi cumpleaños. Caía un número feo, en el que ya hay contraindicaciones sanfermineras, como adentrarse en Jarauta de noche, que entrar igual se entra, y salir también, pero al día siguiente, ay, al día siguiente siempre amanece nublado y con barro en los bajos del pantalón, y en los del estómago… Dejando aparte estos achaques propios de la edad, siempre me he sentido afortunado cumpliendo a solo cuatro días de las fiestas.
Hace unos años, en aquellos primeros sanfermines de ensayo y error (primeras borracheras/ primeros viajes en la ambulancia de la DYA; primeros intentos de gaupasas/ primeras noches durmiendo y temblando en hierbines; primeras incursiones en Jarauta, sin miedo al barro ni a la niebla / primeros efectos radioactivos del kalimotxo en polvo y los bocatas de txistorra de los puestos callejeros; primeros ligues / ah, no, eso no, que serán sanfermines pero seguimos estando en Pamplona); en aquellos años de aventura y forja adolescente, mi cumpleaños me salvaba el presupuesto, gracias a las pagas de tíos y abuelos, con las que uno hacía sus primeras prácticas de economía doméstica: el día seis, la casa por la ventana, dos mil o tres mil pesetas; los demás, lo que llegue para diez o quince sanmigueles y un paquete de ducados…
Y así.
No sé qué hubiera sido de mí si en lugar de cumplir el dos de julio (que además, es el día que está justo en mitad del año, siempre se lo digo a mis amigos para que piensen que soy un elegido y ellos piensan que soy un elegido para decir tontadas), llego a nacer en octubre, o, qué se yo, el día más triste del año, el quince de julio (bueno, en ese caso lo que habría podido sufragarme con mi paga habría sido la cura de desintoxicación en el camping de Zarauz, o en el de Lekeitio, como mis amigos, en lugar de quedarme en casa sufriendo una terapia de choque radical, una dieta de zumitos y sopas, cuando todo el mundo sabe que lo mejor para la resaca es volver a emborracharse, en Zarauz o Lekeitio, con marianicos, zuritos, sidra Zapiain …).
Mis tíos y mis abuelos me estuvieron dando la paga hasta que dejé de ser un adolescente, o sea, a los treinta o así, y así fui sumando algún suplemento a mi sueldos de ochocientoseurista, las temporadas en las que me fichaba el INEM, etc. Ahora, mi cumpleaños ya no es un salvavidas, al contrario, solo sirve para anticipar un poco los sanfermines, salir a comer (hoy manitas de cuto, que como todo el mundo sabe también son acertadamente llamadas en algunos lugares manitas de ministro, otros que de economía doméstica saben un rato), darse una vuelta, ver el ambientico, tomarse un algo… total, veinte o treinta euros a tomar por culo; luego, en fiestas, uno se las arregla como puede, pero últimamente me pongo nostálgico cuando veo cómo cada vez somos más los que salimos de casa con las mochilas llenas de latas y bocatas, y me alegran el día los botellones, las cervezas de los chinos, me lo alegran porque ya está bien, joder, ya está bien, estas fiestas no son un chiringuito privado, ni una caseta de feria, con matón en la puerta, ni los sanferminjeinekenes, que sí, que todos nos ponemos el gorro ese que dan el día del chupinazo, pero eso es solo porque pega el sol, y cae el champán, y el agua de los balcones, eso no significa que con él te marquen para robarte la cartera…
En fin, me voy a callar, porque no quiero hacer mala sangre, que es mi cumpleaños y ya solo quedan cuatro días, dos cuando salga esto. ¡Felices fiestas, pues, a todos! ¡Nos vemos por las calles!
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