INCUNABLES
Hoy he venido a casa con una caja llena de libros. En apenas una semana, con mi cumpleaños de por medio, he tenido unos regalos impagables. Primero fue la edición de Los planos de la demolición de El Ángel, que generosamente me envió alguien quien conoció al autor y a algunas de las personas de su entorno, muchas de las cuales inspiraron poemas de este libro ya mítico e inecontrable, esta pequeña joya (joya robada, además, según se desprende de la dedicatoria escrita en la primera página de este ejemplar, que ‘tengo para mí’, como dicen algunos guais, que ha pasado por muchas manos antes de llegar a las mías, manos que han vivido, tocado, acariciado, fumado, bebido, vivido mucho). Los planos de la demolición, con la genial portada de Rodrigo Cabezas, lo editó El Europeo /La tripulación, revistas legendarias ambas en las que yo publiqué mis primeros relatos y que dirigía Alberto García-Alix (todavía recuerdo su voz cavernosa, con el rumor de una Harley rugiendo en la graganta, a través del teléfono).
Y hoy he conseguido, me han regalado, un comic no menos mítico, Jamón de gorrión, de Simónides, un tebeo que recopilaba historietas publicadas en El Víbora, Egin y Makoki, y que levantó polvareda en su día, a mediados de los ochenta, fue retirado de la red de bibliotecas de Navarra y que retrata el ambiente, bronco y guerrero de una Iruña que la carcundia foral trató/trata de invisibilizar vía querella judicial, algo a lo que le tienen afición en la misma medida que odian cualquier cosa que se salga de su cuerda.
Hasta Jamón de gorrión llegué a través de las «Idas y venidas» de Miguel Sánchez-Ostiz, su último y adictivo como todos los demás dietarios, tanto que apenas acabé de leerlo busqué en las bibliotecas el primero de ellos, La negra provincia de Flaubert, en el que Simónides vuelve a aparecer. Otro libro de Sánchez-Ostiz, el Mundinovi, también publicado en Pamiela, aguarda en esa caja con la que hoy he vuelto a casa, y junta a ella, más incunables, Perro de prensa, del magnífico Javier Eder, que lo ha puesto en mis manos alguien todavía más magnífico, la Silva curiosa de historias de Angel María Pascual... Hoy soy, en fin, un hombre feliz. «A mí, regalarme libros», digo siempre cuando se acerca mi cumpleaños (aunque ya empiezo a abarcar más de lo que puedo), y hasta en eso he tenido suerte, pues mi madre me ha regalado el último de Bukowski y, sin querer, me ha tocado un ejemplar raro, que acaba y vuelve a empezar: las primeras viente páginas se repiten al final del libro. Os debo una, a ti, mamá, a Javier,a Jesús, a David, a Txema… Os debo una muy gorda.