¿HEMOS GANADO LA PROTESTA, AITA?
A la sombra se pueden tirar pedos. Sí, ya, parece la frase de una niña de tres años, lo parece porque lo es, me la dijo el otro día mi hija, en esa especie de literatura automática y oral que practican los niños:»Sabes, aita, a la sombra se pueden tirar pedos». Yo al principio no lo entendí muy bien, pero dándole vueltas he llegado a la conclusión de que eso es lo que está pasando, a la sombra, en la oscuridad más impune, han estado algunos soltando todos sus gases tóxicos, atufándonos y ahogándonos al resto, que no sabíamos de donde venía el pufo pero lo sospechábamos (o sí lo sabíamos, pero por educación, o por ingenuidad, esperando que los autores reconocieran sus «fetidocherías» no decíamos nada).
Aquí cualquiera puede pederse y levantar por el aire hasta su cartera fajos de billetes, o pintarse como una campeona del juego limpio cuando huele a mierda que tira patrás (el sábado pasado en una revista de esas de mujeres de los sábados en las que descubro cuál no es mi lado femenino, salía la ¡presidenta, presidenta! de Navarra diciendo con todo su morro que se había bajado el sueldo un 40%, y callándose por supuesto toda la bufa -que es un widfor de esos silenciosos que se tiran a ver si nadie se entera- de las dietas ocultas de la CAN, a las que renunció solo porque alguien , un periódico, sí se enteró y todos supimos entonces que aquello olía muy mal. Después, de repente, la señora se convierte en paladina de la austeridad, lo proclama a los cuatro vientos, y lo malo es que algunos se lo creen y otros le creen porque les conviene y todos se olvidan de aquello de que el primero lo siente debajo lo tiene).
Pero es solo un ejemplo más. Políticos, banqueros, jueces… Son toos unos pedorros, y si los señalas te conviertes en un perroflauta, o parece que te has quedado anclado en los 80 entonando estribillos de Eskorbuto o de La Polla Records. Hasta eso han conseguido, que uno se sienta un simple*, o le de vergüenza salir a la calle a gritar algunas cosas, de puro obvias que son… ¿Hemos ganado la protesta, aita?, me preguntaba ayer mi hijo mayor, después de la mani. «Todavía no, hijo», le contesté yo, porque qué iba a decirle, cómo contestarle que todavía queda mucho por hacer y aún parece que no somos suficientes o igual todavía no sabemos si el camino es el adecuado, cómo hacerle ver sin que tu cara delate que no te lo crees ni tú que todavía falta un buen trecho hasta que los responsables de todo este chandrío paguen en lugar de cobrar por lo que han hecho y sus pedos se los tiren, de verdad, a la sombra.
*De hecho, hay un «¿Hemos ganado la protesta, aita?, segunda parte», pero tengo que ponerlo aquí, en una nota al pie porque me da no sé qué exponerlo, no parece de verdad, me pregunto si sonará ñoño, o si conviene esta candidez, este jipismo, pero juro por mi hijo, que es quien lo dijo, que es cierto:
-Entonces ¿hemos ganado la protesta o no, aita?
-No, todavía, no. Pero cada vez hay más gente protestando por todo el mundo.
-Entonces ¿el mundo será ahora del color de las personas?
Me lo hubiera comido a besos