IMAGINAD, DESOBEDECED
Lo que yo quería era escribir un cuento de ciencia ficción, con ministerios patrocinados que ya no se llamarían Ministerio de Sanidad, sino Ministerio McDonalds, por ejemplo, pero en la tercera línea ya me di cuenta de que eso no tenía nada de futurista; eso podía decretarse cualquier viernes terrible de estos. Así que empecé a imaginar qué más podíamos hacer. Indignarse estaba bien, pero no era suficiente (o quizás no se había tomado al pie de la letra la definición de la RAE: Indignación: Enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos). Y seguí pensando. Seguí imaginando. Mientras lo hacía, en la radio, el ministro BBVA (al que antes llamábamos de Economía y Hacienda), decía en el congreso —aunque más bien parecía que estaba en una taberna—: “Pero ustedes qué quieren, reinventar el sistema financiero”, y lo peor no era el tono despectivo, burlón, desafiante, casi gansteril en que hablaba, sino que lo hacía como si aquello fuera irrebatible, y de hecho lo fue para aquel a quien se dirigía, alguien que, supongo, para lo que en el fondo estaba allí o a lo que aspiraba era a sentarse un día en el sillón del Ministerio Repsol, CASA o alguno parecido…De lo contrario podía haber replicado:
—Claro, eso es precisamente lo que pretendemos: reinventar, imaginar. A eso es a lo que deberíamos ponernos ahora. Ya nos hemos quejado todo lo que hemos podido —o quizás no, solo lo que nos han dejado—, pero no es lo único que vamos a hacer, también tenemos alternativas, o igual no las tenemos todavía, pero al menos sabemos que las hay, que puede haberlas, que debe haberlas. Nos imaginamos que hay alternativas, y eso es lo vamos a empezar a hacer: imaginarlas, ponernos a pensar en ellas.
—Claro, eso es precisamente lo que pretendemos: reinventar, imaginar. A eso es a lo que deberíamos ponernos ahora. Ya nos hemos quejado todo lo que hemos podido —o quizás no, solo lo que nos han dejado—, pero no es lo único que vamos a hacer, también tenemos alternativas, o igual no las tenemos todavía, pero al menos sabemos que las hay, que puede haberlas, que debe haberlas. Nos imaginamos que hay alternativas, y eso es lo vamos a empezar a hacer: imaginarlas, ponernos a pensar en ellas.
Suena vago, claro. Además, en realidad yo, en particular, no tengo ni idea de cómo se puede reinventar el sistema financiero, económico, las relaciones sociales y laborales… Nos hemos indignado, más o menos, pero esa indignación no puede ser indiscriminada, ni vaga (“ellos”, “el sistema”, “el capitalismo”…) y también debe incluirnos a nosotros mismos. Deberíamos indignarnos por habernos indignado, únicamente, porque detrás del grito no haya siempre palabras, argumentos, propuestas. O por dejar estas en manos de otros. El sistema financiero se puede reinventar, claro que sí, de igual modo que se puede reinventar el sistema político, la democracia, la partidocracia… Hay también una responsabilidad que no puede ser eludida en quienes dieron el voto a los partidos que nos están desgobernando. Lo están haciendo porque unos cuantos millones de personas se lo han pedido, o al menos se lo han consentido.
Es su responsabilidad, y es también la de quienes no los hemos elegido ni nunca hemos confiado en ellos: seguir imaginando, reinventado.
Todo eso, por supuesto, no quiere decir, como al parecer se pretende, que mientras tanto seamos nosotros quienes tengamos que cargar con todo el peso, que caiga sobre nuestras espaldas toda la responsabilidad y las consecuencias de esto que llaman crisis y que en realidad es un expolio. La indignación, pues, debe seguir, entre tanto (mientras imaginamos un mundo mejor), y ajustarse a su valor etimológico, dando un paso al frente, por vías vehememente imaginativas como la desobedencia: los médicos navarros que anteponen la deontología a los decretos leyes y que han dicho que atenderán a sin papeles; el impago en peajes y metros con precios abusivos… La desobediencia es también una manera de reinventar, de imaginar, y puestos a imaginar, yo me imagino por ejemplo manifestaciones en las que, ya que pretenden que no podamos encadenarnos con los brazos rodeemos nuestros hombros, o incluso hagamos la conga (porque tampoco podemos sucumbir al miedo o la tristeza). Y la insumisión fiscal, el plante al repago sanitario, la okupación de sillas con taxímetro para acompañantes de enfermos…
Lo que yo quería era, en definitiva, escribir un cuento de ciencia ficción, y al final parece que me ha salido un panfleto, dirán algunos, pero me parece, creo que eso es lo que toca, lo que hay que hacer, antes de que sea tarde, antes de que la realidad supere la ficción y solo sean personas con derechos aquellos que tengan la tarjeta de El Corte Inglés.
Patxi Irurzun