‘DIOS NUNCA REZA’ EN EL BLOG ‘PANEM ETA CIRCENSES’
Ayer tuve que quedarme toda la mañana en casa, cuidando a mi hija, de un trancazo de esos tan habituales por estas fechas. Media Ikastola esta igual. Da mucha penica verla sufrir y a la vez me deja boquiabierto su serena fortaleza.
A la tarde en cuanto apareció mi mujer por la puerta, ya estaba vestido, necesitado e impaciente por dar un paseo que desembotara mi cabeza, como si fuese un perro demandando bajar a la calle. No se si serán los wifis, los campos electromagnéticos, las corrientes eléctricas, las resinas y aislantes de construcción o simplemente una paranoia psicosomática, pero el hecho es que necesitaba, ansiaba con desespero, salir a tomar aire fresco al monte cercano a mi casa.
Al subir al último pueblo de Iruñerria, pasé cerca de la biblioteca pública y decidí entrar a coger un libro que tengo pendiente desde hace meses; qué digo meses; años. Era un libro de un listado de recomendaciones que el profesor de filosofía de tercero de BUP nos entregó: Introducción al pensamiento filosófico de Bochenski.
Ya me ha ocurrido en, al menos tres ocasiones, que las bibliotecarias de este pueblo, dejan abandonada la sala tan campantes, bajando a echarse un café, un truño en el baño o simplemente de cháchara por el resto del edificio, como si el tiempo de los demás valiese menos que el suyo, así que tuve que esperar en el mostrador a que apareciera alguien que se dignara a atenderme.
La sección de novedades está justo al lado del mostrador y por hacer tiempo eché un vistazo un poco a desgana. Ahí vi el libro Dios nunca reza del autor Patxi Irurzun. Ciertamente el título del libro atrae y con esa misma intención, supongo, Patxi, decidió ponerlo. Aun así por mucho título atrayente, la portada era fea de cojones. No se por qué motivo, sin pensarlo demasiado, decidí cogerlo también, junto al de Bochenski, justo cuando apareció la bibliotecaria excusándose. Al verla insistir en la disculpa, ruborizada, me sentí mal por haberseme pasado por la cabeza escribir una hoja de reclamaciones. No debo ser mal tipo. Paso del odio a la compasión y comprensión con sólo ver un pequeño gesto de humildad o reconocimiento de la falta. Eso creo que se llama perdón, aunque, nuestro entorno ultra católico se encargue de desvirtuarlo y confundirlo.
Al llegar a casa, como nuevo tras el paseo, con las piernas aún hormigueantes y las orejas plácidamente congeladas, volví a mirar la portada y caí en la cuenta que podía ser el libro que mi admirado Jorge Nagore recomendó, hace tiempo, en uno de los artículos de su columna del periódico local. Dudé, no obstante.
Tras la cena comenzaron los gritos de los personajes de dibujos animados de la tele. Ultimamente siempre gritan, siempre corren, se dan de hostias, y son medio bobos, como preparando a nuestros pequeños para la que les viene encima, a la vuelta de unos años, incitándoles a que todo siga igual; a correr mucho y pensar poco. Escapé, sin excusarme, al dormitorio y comencé la lectura de Dios nunca reza.
No me moví hasta tres horas más tarde, cuando leí la última hoja y cerré la tapa, volviendo a mirar la portada, incrédulo de lo que acababa de leer. Incluso me aguanté las ganas de mear hasta que lo hube terminado.
Enseguida en las primeras páginas me di cuenta de que efectivamente, no podía ser otro libro, que el recomendado por Nagore. Los dos, Nagore e Irurzun dejan el mismo rastro tras leerlos, ese tufillo a adoquín viejo de la calle mañueta mojao. Abrumadoras sentencias llenas del gran sentido común “de los de casa”, directas, brutas. Una despiadada autocrítica aparentemente camuflada con un humor socarrón, pero igual de dolorosa. Un libro que da ostias de realidad, a pecho descubierto y nos deja a todos pelaos, como a él, como lo que somos, maravillosos perdedores llenos de dudas y contradicciones, pero geniales, viviendo en una sociedad en la que pese a ser conscientes de que no hay nada que hacer por ganar, batallamos como gato panza arriba. Una puta gozada de libro.
Voy a sustituir a “Modesto” arriba, con este comentario, pero quiero pensar que no es casual que Nagore escriba en su blog que se lo leyó del tirón y yo lo haga también, más cuando no lo había hecho en años. Quiero pensar que existe un, llámalo, gusto común; un valorar un estilo y un tipo de arte que lo sentimos como propio las gentes como Nagore, Irurzun y yo. Que me perdonen por mi osadía pero me apunto a su cuadrilla. Con dos cojones. Leer el libro fue como echarnos los tres, unas cervezas y un frito en la Calle San Nicolas, riéndonos de la vida y las mismas paridas, cómplices y compañeros. Ya me gustaría…