La cabeza me va a estallar. La noto bullir. Esto va por temporadas y últimamente los periódicos y también las circusntancias de la vida me llenan de relatos la mollera. Leo los periódicos y encuentro literatura por todo los lados. El tipo que pide un alargador de pene y le mandan una lupa. El que se autosecuestra y exige un rescate de 23.100 euros. ¿Para qué necesita esos 100 últimos? Tengo, también sueños raros, en los que aparece Tachenko, y me apetece hacer una semblanza sobre aquel jugador de baloncesto soviético que convirtió su apellido en un sustantivo y en el nombre de un grupo indie. Dios, estoy mal. Que alguien me ayude. Necesito echar todo eso sobre un papel, que me lean las masas, alimentarlas con el caldo de mi cabeza. ¿Nadie se da cuenta? ¿Nadie me va a dar una oportunidad? El talento me rebosa. Ya estoy harto de falsa modestia. Yo le hago una columna, una colaboración en un pispás, señora directora. Le garantizo lectores. Tengo historias para dar y regalar, de los periódicos y también de verdad, tengo mantas que tirar, crónicas para no dormir, historias de la mafia, hilos que alguien importante se ha dejado en mi chaqueta después de asaltarme y que llevan hasta la madeja, ases en la manga, momentos extraños en mi vida… ¿Por qué no dice nada? No, mejor no abra la boca, ¡No, por favor!… Ya le llamaremos, lo sabía.