Ayer estuve en la librería ELKAR de Pamplona acompañando a Joaquín Carbonell en la presentación de su biografía de Sabina «Pongamos que hablo de Joaquín». Buena afluencia, Joaquín con la mano tonta de firmar y después unas cañas y unos pinchos, junto con Dani Insolenzia, que también se acercó a acompañar al maestro. Ahí salimos los tres retratados, la mar de contentos, en una foto urbana, digamos. Después me acerque al Terminal a saludar a Odón, de El cuarto verde, que tenían bolo y solo pude oírles en la prueba de sonido, porque se me acababan las villavesas para volver a casa. Todavía me dio tiempo para llegar a casa y ver un poco de Cuéntame, y me pareció muy bonito y me dejó muy preocupado lo de Merche y la mancha de café por el mantel extendiéndose después de palparse un pecho en la habitación del hotel, mientras el gilipollas de Alcántara (al que su hijo pequeño se va pareciendo cada vez más) volvía de regreso a Madrid en coche tras un ataque de celos. Solo me tomé cuatro cañas, de verdad.