Han dicho sobre ‘¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis!’
(Esteban Gutiérrez)
Me he reído un montonazo pero además me ha interesado mucho la historia, que de trivial no tiene nada. Creo que es mucho más que una novela humorística. De entrada, el inicio es fabuloso en la más amplia significación del término. Cómo arranca la historia en La Habana, y su posterior correlato en el Museo de la Revolución, con tamaña irreverencia en la que no se adentrarían jamás unos cuantos de «nuestros irreverentes» profesionales, sumado eso a los trazos francamente impresionistas del regreso a Pamplona, me parece todo una auténtica crónica realista. El humor y la irreverencia a la que me refería ponen el resto: profundizan y ensanchan las márgenes del relato. Por supuesto, la relación de las hazañas del protagonista va en el mismo sentido, de forma que la historia en ningún momento cede un palmo de terreno y cada situación es un ampliar las características del personaje, su inframundo anterior, con lo cual las posibles brutalidades de su nueva profesión quedan reducidas al anecdotario (y es ahí, me parece, donde más crece la historia por lo que antes decía: nada es banal, las peripecias del barrendero se producen siempre entre basura con lo que la anécdota no hace otra cosa que ratificar la condena que ya había caído sobre el tipo antes de que lo descubrieran para el cine porno). También me parece magnífica la manera con que se desbarata el costumbrismo, por ejemplo en lo que pasa la historia por los Sanfermines. Y, por supuesto, los personajes son muy creíbles. Mucho.
(José Luis Moreno Ruiz)
(Josu Arteaga)
PATXI IRURZUN (Editorial Eutelequia)
En los años 80, Dick Grande, un barrendero “heavy” de Pamplona se convierte accidentalmente en estrella internacional del porno. ¿El secreto de su éxito? Su privilegiada herramienta de trabajo (la “blakandeker”), sí, pero sobre todo su aspecto de hombre vulgar: tirillas y difícil de ver, cuando aparece en sus películas haciendo el amor con las mujeres más hermosas del mundo, los hombres solos, tristes y rotos creen que pueden ser como él. Dick Grande recorre los santuarios secretos del porno “amateur” —La Habana, París, Bangkok, Manila, México DF…—, funda un movimiento musical (el porno-rock radikal vasco), financia involuntariamente con sus películas una guerrilla maoísta… Pero él también es un hombre insatisfecho, que solo persigue desesperadamente el corazón de la mujer que le introdujo en el mundo del porno: la dulce y sucia Janis. Brutal y tierna, soez y poética, animal y, por ello, terriblemente humana, ¡Oh Janis, mi dulce y sucia Janis! se convierte, bajo la apariencia de una novela de género (erótico) en un pimpapúm social que no deja títere con cabeza y un artefacto infalible para hacer reír a mandíbula batiente mientras una pantera resopla en nuestra entrepierna. Por fin una novela atrevida (que antes fue novela-blog y recibió medio millón de visitas), escrita a tumba abierta por un autor valiente para lectores valientes cansados de leer solapas de libros que nunca cumplen lo que prometen.