PEQUEÑA CRÓNICA DE LA PRESENTACIÓN DE PAMPLONA (O CAMBIEMOS EL MUNDO CON SIMPATÍA)
Este libro nos está regalando momentos, gestos, personas que no tienen precio… Como ha dicho en alguna ocasión mi compadre en esta aventura, Esteban Gutiérrez, quizás podamos cambiar el mundo con simpatía. O quizás no, pero eso que ganamos. Nunca viene mal un poco de buen rollo. La simpatía que recibimos a veces llega desde personas y lugares insospechados, bizarros incluso, desde Chimo Bayo (que entrevistó a Esteban el día de la presentación en Madrid, por teléfono, en el «camerino del humo» del Gruta 77) al lehendakari, que recomendó nuestro libro en su blog.
Es impagable, también, la generosidad de personas más cercanas, todos los grupos que lo han dado todo por nada, durante estos días, viajando, tocando por la cara, de los que nos han cedido las salas, o nos han dejado sus casas para dormir. Puf, ¿cómo se da las gracias por todo eso?
Hoy ha sido la presentación en Pamplona y todo ha seguido por ese mismo y tan hermoso derrotero. No sé desde fuera cómo se habrá percibido, pero para mí ha sido una presentación emotiva, esa es la palabra. El comedor se ha llenado de gente. Prensa, poca, porque coincidía con «algo» mucho más importante en el parlamento de Navarra. Otro día hablaremos de eso (de los medios de comunicación y la manera de cubrir las noticias: todo entra al mismo saco, si toca un día en que hay poco movimiento, bien, si no, te jodes, la cara de un político o de un futbolista siempre vende más que la de un rockero o un escritor, y para retratarlas todas solo tenemos un fotógrafo), pero bueno, lo dejamos para otro día y que no nos amargue este tan chulo de hoy. Con todo, ha venido una chica de EFE y la noticia ya la han rebotado que se sepa en ABC y Diario de Navarra, que, oye, no está nada mal.
Pero lo que de verdad cuenta es la gente que se ha acercado al París. Siempre nos quedará París (365). Había por allá amigos, viejos rockeros y muchos voluntarios del comedor. Gente admirable. A veces siento un poco de vergüenza cuando digo que el libro es solidario, me parece que «utilizo» eso, que es un gancho. Lo que nosotros hemos hecho es tan poquito al lado del trabajo de esta gente, desinteresado, todos los días. Nosotros nos estamos divirtiendo. Ellos están poniendo un plato de comida caliente, tres veces al día, a gente que lo necesita.
Hoy, también, ha estado en la presentación El Drogas, un auténtico héroe del rocanrol, y no solo -que si- por su trayectoria, sino por su humanidad. Siempre dispuesto a echar una mano, a apoyar, a darlo todo. El Drogas se ha venido hoy con su guitarra y ha cantado dos canciones, una de ellas que ha compuesto o ha rematado, de camino, en el coche. Yo estaba sentado a quince centímetros de él. No me lo podía creer. Escucharlo ha sido, ha sido… la hostia. Tocar el cielo. Con la voz rota, por un concierto el martes en Orihuela, en el centenario de Miguel Hernández, a mí me ha sonado divino. Otro más de esos momentos que no tienen precio. Lo he grabado con la cámara digital (espantosamente) y quién sabe, quizás lo suba a este blog, si sé cómo se hace y si a Enrique le parece bien.
No sé qué más decir. Muchas gracias a todos. Y simpatía, sí, Esteban, cambiemos el mundo con simpatía, no se me ocurre una manera mejor de hacerlo.
Es impagable, también, la generosidad de personas más cercanas, todos los grupos que lo han dado todo por nada, durante estos días, viajando, tocando por la cara, de los que nos han cedido las salas, o nos han dejado sus casas para dormir. Puf, ¿cómo se da las gracias por todo eso?
Hoy ha sido la presentación en Pamplona y todo ha seguido por ese mismo y tan hermoso derrotero. No sé desde fuera cómo se habrá percibido, pero para mí ha sido una presentación emotiva, esa es la palabra. El comedor se ha llenado de gente. Prensa, poca, porque coincidía con «algo» mucho más importante en el parlamento de Navarra. Otro día hablaremos de eso (de los medios de comunicación y la manera de cubrir las noticias: todo entra al mismo saco, si toca un día en que hay poco movimiento, bien, si no, te jodes, la cara de un político o de un futbolista siempre vende más que la de un rockero o un escritor, y para retratarlas todas solo tenemos un fotógrafo), pero bueno, lo dejamos para otro día y que no nos amargue este tan chulo de hoy. Con todo, ha venido una chica de EFE y la noticia ya la han rebotado que se sepa en ABC y Diario de Navarra, que, oye, no está nada mal.
Pero lo que de verdad cuenta es la gente que se ha acercado al París. Siempre nos quedará París (365). Había por allá amigos, viejos rockeros y muchos voluntarios del comedor. Gente admirable. A veces siento un poco de vergüenza cuando digo que el libro es solidario, me parece que «utilizo» eso, que es un gancho. Lo que nosotros hemos hecho es tan poquito al lado del trabajo de esta gente, desinteresado, todos los días. Nosotros nos estamos divirtiendo. Ellos están poniendo un plato de comida caliente, tres veces al día, a gente que lo necesita.
Hoy, también, ha estado en la presentación El Drogas, un auténtico héroe del rocanrol, y no solo -que si- por su trayectoria, sino por su humanidad. Siempre dispuesto a echar una mano, a apoyar, a darlo todo. El Drogas se ha venido hoy con su guitarra y ha cantado dos canciones, una de ellas que ha compuesto o ha rematado, de camino, en el coche. Yo estaba sentado a quince centímetros de él. No me lo podía creer. Escucharlo ha sido, ha sido… la hostia. Tocar el cielo. Con la voz rota, por un concierto el martes en Orihuela, en el centenario de Miguel Hernández, a mí me ha sonado divino. Otro más de esos momentos que no tienen precio. Lo he grabado con la cámara digital (espantosamente) y quién sabe, quizás lo suba a este blog, si sé cómo se hace y si a Enrique le parece bien.
No sé qué más decir. Muchas gracias a todos. Y simpatía, sí, Esteban, cambiemos el mundo con simpatía, no se me ocurre una manera mejor de hacerlo.
Etiquetas: presentaciones, reseñas
Me alegro mucho y siento una gran envidia (sana, la verdad, lo que cuentas no provoca nada insano, al revés).
Me haré con un ejemplar de Simpathy…
abrazos
Me alegra mucho lo que cuentas, Patxi.
Me alegró mucho también conocerte en Madrid.
Un gran abrazo.
JL