MI RELIGIÓN (O CON JOSU EN MONDRA)
El caso es que hace unos días estuve presentando la novela de Josu Arteaga, Historia universal de los hombres-gato, en el gaztetxe de Arrasate-Mondragón, y por la noche Josu me llevó a ver un par de conciertos, en los que se veían huecos, y hablamos de eso, de que para nosotros la música era una religión y los conciertos su eucaristía, había que ir a ellos por devoción y por obligación. La música era la forma de socializarse, de expresarse, de escupirle al mundo y aunque el lapo volviera de regreso a tu cara, tú pensabas que estaba lloviendo y que olía a libertad.. Creo que la música sigue teniendo ese componente religioso para los jóvenes, pero ha perdido la capacidad de socialización, hoy la fe se vive de forma individual y acumulativa, lo que cuenta es el número de discos que tengas en el iPod, y no hay que perder tiempo, hay que intentar oírlos todos, pero no aprenderse las oraciones de memoria, no despegar el auricular ni siquiera cuando estés con tus colegas, tu pareja… Claro que todo esto no lo sé muy bien, efectivamente no tengo veinte años. Vi, de todos modos, en el gaztetxe de Mondra a muchos chavales jóvenes y muy jóvenes gestionando un espacio con entusiasmo y con mucha miga (radio, fanzine, conciertos…). Me cuenta Josu que una de las cosas que los ha espoleado y unido ha sido la muerte repentina de un compañero. A veces eso pasa, la vida te agarra por las solapas y te espabila, le escupes a la cara y esta vez das en el blanco. Me alegró mucho ver a esos chavales tirando palante. Como me alegró lo bien que salió todo en la presentación, y que la culpa de todo la tuviera Josu y los suyos, que se lo montaron como merecía la ocasión, llevaron tortillas, vino, y le despojaron a ese acto (la presentación de un libro, oh) de ese matiz pedante y aburrido que suele llevar implícito, no sé por qué, pues escribimos, entre otras cosas, para entretener, para que la gente pase un buen rato. Nos colocamos allá todos en círculo y hablamos, cada uno como pudo (esto lo digo por mí), en euskara y en castellano, antes y después de la presentación, nos echamos unas risas… Y allá estaba, gente de todas las edades, desde el pequeño Taxio, el hijo de Josu, hasta la tía Eugeni, la primera vez en su vida que pisaba un gaztetxe. Y la gente de Alberdania, la editorial, respaldando y arropando a Josu, y despachando libros de una caja como rosquillas (para cubrir las carencias de las librerías -es increíble que en este negocio el que se lleve la mayor parte sea la distribuidora y que luego cueste tanto conseguir que en tu propio pueblo haya más que los cinco o diez ejemplares, con suerte, de rigor-). Una gozada. Josu me dijo que había descubierto que tiene un montón de amigos, pero cualquiera que lo conozca un poco sabrá que él se los ha ganado a pulso. Y luego la novela, que es maravillosa, cruel y tierna, una salvajada dulce, un libro desde luego diferente. Ya dije en la presentación que los libros hay que leerlos en lugar de hablar de ellos o diseccionarlos como animales muertos. Este libro está vivo y caliente, como un gato callejero.
Después de la presentación, lo dicho, cervezas, y bocadillos de setas, y conciertos, y reencuentros sorprendentes con peña de otras épocas y lugares (como Iker Barandiaran, de la revista Putz, en la que aparecí en un número metiéndole mano a Lazkao-Txiki, el bertsolari y meando en la pila de la iglesia, después de que Diego Martiartu me emborrachara en Lazkao, en donde estuve un año aprendiendo euskara para después desaprenderlo sobre todo por una dejadez imperdonable por mi parte pero también porque en Navarra hablar la lingua navarrorum es cada vez más una cosa de marcianos, sospechosa, mal vista…).
En cuanto a los conciertos, estuvimos viendo en un bar a Puro Chile, en el que toca Mamen, la que fuera miembro de Las Vulpes y de Anticuerpos y hasta de Cicatriz, entre otros, o Urko Igartiburu, que llegó a tocar en Eskorbuto (ellos podrían ayudarme mucho con esa novela sobre el rock radikal). Yo siempre he tenido debilidad por la voz de Mamen, así que fue una guinda perfecta para el pastel. Luego Josu me puso cama, cuando ya estaba tambaleante (después del otro concierto en el gaztetxe, con varios grupos punks, y un encuentro o encontronazo con unos nazis que luego no lo eran o sí o no quedó claro, pero la cosa no fue a más), y he de decir que es una de las camas más cómodas en las que dormido en mi vida. Tanto que ni siquiera me enteré de que mis anfitriones tuvieron que salir a toda prisa poco después de acostarnos porque Josune, la chica de Josu, tenía una neumonía (nadie lo diría a la mañana siguiente, viéndole coger en brazos a Taxio; una mujer fuerte, sin duda. Un beso para ella, espero que ya esté bien).
Me lo pasé muy bien, en definitiva, y como siempre que estoy con Josu, estuve muy a gusto. El punk-rock y la gente del gaztetxe y la Historia universal de los hombres-gato volvieron a darme fe, me sentí como un chaval y si a alguien le pica o piensa que soy pura pose, que se arrasque, y que se prepare porque pienso volver por Mondra y si hay fuerzas y ganas igual la liamos bien gorda, menudos somos los de Olariz y alrededores.