Estoy en El Mundo (o El trabajo os hará libros)
Hoy he leído sorprendido que hablaban de mí en las páginas de Cultura de El Mundo, en un artículo que se titula “La verdad os hará libros” (el título por cierto ha provocado unos cuantos comentarios, absurdos en mi opinión). Bueno, hablaban de mí y de tres autores más, a propósito del mundo del trabajo y los libros, la literatura curriqui–de la que me nombran el máximo representante en España, qué responsabilidad- …-
¡El trabajo os hará ‘libros’!
Un puñado de autores desconocidos toma partido frente a la crisis y el paro
Poesía, relatos cortos y teatro para la llamada literatura ‘curriqui’
¿Dónde se esconde el Émile Zola que escriba el ‘Germinal’ de esta época? ¿Qué Charles Bukowski entregará a su editor ‘El cartero’ o el ‘Factótum’ de la nueva era? Ninguno. De hecho, son incontables las librerías que debe uno patear si lo que quiere es separar el grano de la paja. O sea, si no está dispuesto a aceptar que las dos o tres novelas ‘tardomarxistas’ de Belén Gopegui o ‘Atlas de geografía humana’, de Almudena Grandes, son los únicos reflejos que la literatura ha hecho del mundo laboral en España.
Patxi Irurzun, el segundo ‘paleta’ en incorporarse a esta cuadrilla especial de escritores ‘no al uso’, nos lleva de la poesía al relato corto. Este escritor pamplonés es el máximo responsable en nuestro país de la llamada literatura ‘curriqui’ o «literatura sobre el desempleo, la otra cara de la moneda», según matiza Irurzun.
No en vano el autor ha facturado, entre otros muchos de una variada producción, sendos libros sobre el tema: ‘Ciudad retrete’ y ‘Ajuste de cuentos’, ambientados ambos en la fábrica de tazas de baño de Jamerdana Pozal, S.A.
Nuestro cuarto ‘jornalero’ de la letra reparte sus horas extra entre la poesía y el teatro. Se llama Carlos Contreras Elvira, burgalés, cosecha del 80, y ha ganado el XI Premio de Teatro Arte Joven de la Comunicad de Madrid con ‘Orikata’, actualísima obra coral (26 personajes) que transcurre entre las paredes de un locutorio. Ha sido publicada por Ñaque Editora y se representará en breve.
NO SOY UN ASESINO.
Intento no pensar en ello
pero la muerte permanece
agazapada
en todo lo que está vivo
En los pájaros posados en la carretera
que huyen del sudario de nieve sobre campos de trigo
que ya no se convertirán en pan
y en el hombre al que mataré hoy,
día de nochebuena.
Matar a un hombre,
no es tan diferente a matar un pájaro
golpeándolo con el coche
si uno deja que sea la rabia quien lo conduzca.
No soy un asesino,
me digo,
un disparo es solo un golpe al otro lado del cristal
que nos separa
Intento no pensar en ello,
en los ojos de la gente que me miran
cuando bajo del coche,
esos ojos que no me ven,
que solo ven
a otro hombre como ellos…
Hasta que saco la pistola
y me cubro con el pasamontañas.
Ahora todo cambia de repente
pero ni siquiera ahora
soy un asesino,
me digo,
y también
que no me importa lo que piensen los demás
ni lo que escriban mañana en los periódicos,
no soy un asesino,
me repito,
y entro decidido al bar.
El hombre que voy a matar
es el último que se vuelve hacia mí
Parece como si supiera que
algún día llegaría este día.
Lo veo apurar su vaso de vino
rojo como sangre espesa
y miro sus manos
esas manos con que retuerce los testículos
de los detenidos
las mismas manos con las que
algunas noches
acaricia
a su perro,
a su mujer,
a sus hijos…
Intento no pensar, tampoco, en ello,
solo en que alguien debe hacerlo,
alguien debe matarlos a ellos
para que nosotros
sigamos vivos
Después el hombre me mira a los ojos
y durante un segundo
me veo a mí mismo al otro lado del cristal
El hombre que voy a matar y yo
somos los únicos en este bar
que entendemos lo que va a suceder
Matar a un hombre no es tan complicado
sobre todo cuando ese hombre
sabe que merece morir.
Así que levanto el arma,
apunto a su cabeza
y disparo dos veces
¡BUM, BUM!
No tengo miedo,
ni siento que he roto ningún principio sagrado
no me impresiona oír los gritos a mi alrededor
ni verlo a él desplomarse
todos los días mueren miles de personas
y a nadie le importa
ni los periódicos escriben sobre ellas
La muerte es ley de vida,
permanece
agazapada
en todo lo que está vivo
Y yo ahora solo siento alivio,
y satisfacción por haber cumplido
rápido y sin dudar
mi trabajo
Alguien debe hacerlo
alguien debe matarlos a ellos
para que nosotros sigamos vivos
me digo,
y salgo a la calle con el rostro cubierto
y la pistola humeante
-como el vaho de mi propia respiración-
todavía en la mano.
Lo hago por precaución
para que no me reconozcan
y a la vez para que lo hagan,
para que sepan
que estoy por encima de las leyes
impuestas por el enemigo.
Para que tengan miedo de mí
y se lo pierdan a ellos.
Fuera, el coche espera con el motor encendido
como un animal nervioso y salvaje
y arranca dando mordiscos a aceras y bocacalles
hasta que la víctima queda atrás
y el único rastro de sangre
es el sabor de dos corazones,
entre los dientes
Después,
poco a poco,
también quedan atrás
los gritos,
el eco de los disparos,
BUM
bum
y el leve estertor del hombre al que he matado
huyendo de su boca
como un pequeño pájaro,
como uno de los pájaros asustados
que vuelvo a atropellar con el coche
mientras conduzco,
mientras me alejo
mientras vuelvo a convertirme
en un hombre como los demás
y por un momento siento que esta noche
del día de nochebuena
lo que realmente me gustaría,
es estar en mi casa
(en lugar de encerrado y
solo
en un piso franco)
y acariciar
a mi perro,
a mi mujer,
a los hijos
que no tengo…
Pero intento no pensar demasiado en ello.
No soy un asesino,
me digo,
y por la ventanilla
veo extenderse
a mi alrededor
un sudario de nieve
y silencio.
CORAZÓN VIAJERO
Y eso que la cosa empezó mal, la maleta o mochila con ruedas, más bien, tenía una especie de clon de la mitad de tamaño que se unía a ella por una cremallera, y el día de su estreno las siamesas se desgajaron nada más echármelas al hombro. Pero luego cada una siguió su propio camino, la más pequeña hoy la utiliza mi hijo Hugo para guardar sus Clics de Famobil, que ahora son de Playmobil, y la mayor aguantó como una campeona hasta el otro día en que, de regreso de la gran manzana, viéndola hecha una piltrafilla, decidí, no sin pensármelo una y dos veces, bajarla a la basura.
Como la maleta no entraba en ningún contenedor la dejé apoyada en uno de ellos, y subí a por una segunda tanda de basura –hay que ver la cantidad de mierda que generamos- y cuando volví, me puse tontorrón y quise echarle un último vistazo, pero ¡había desaparecido! Miré a mi alrededor y vi entonces un camión de “Remar”, en cuya parte trasera estaba mi Dockers, de pie, mirándome orgullosa, dispuesta a continuar recorriendo mundo. Eso es lo que se llama tener corazón viajero. Y yo me alegré por ella. ¡Buen viaje, compañera, y larga vida!