Archive from septiembre, 2009
Una infección de garganta que ha subido hasta el oído.
Una novela que he dejado a medias para hacer más caso a mis hijos.
Mi hija Malen dando sus tres primeros pasos.
Mi hija Malen con fiebre.
Mi hijo Hugo viendo demasiadas horas la tele.
Mi hijo Hugo diciendo que quiere ponerse una pajarita en la boda (mi mujer y yo nos casamos dentro de un mes)
Nueva York vista en el horizonte, como una tierra prometida (durante 10 días)
Dos entradas para ver a Leonard Cohen en el Madison Square Garden.
Leonard Cohen desmayándose en Valencia.
Mi mejor amigo metido en un lío muy gordo y con gente que da mucho asco.
Incertidumbre laboral.
Maravillas, de Berri Txarrak, dos o tres veces cada día.
Seis horas dormidas cada noche.
Lluvia y una bronca con mi mujer la primera noche que salimos en muchos meses.
Dos nuevos proyectos literarios ilusionantes.
Dolor físico y dolor por dentro.
Cansancio y miedo y esperanza y lucha, y amor, a pesar de todo.
El sitio más cutre en el que he dormido ha sido a su vez en el que mejor me han tratado. Fue en Navotas, el municipio más pobre de Manila, en una chabolita de pescadores levantada sobre una lengua de mar que mecía mareas de aguas fecales y desperdicios, tumbado sobre un frágil suelo de madera y acompañado de una legión de mosquitos, una rata enorme que perseguía a un gato sarnoso y un fotógrafo loco con insomnio obsesionado con fotografiar montañas de basura. En realidad yo tampoco llegué a dormir aquella noche. Por la tarde los vecinos de Navotas nos habían dado la bienvenida emborrachándonos con «sanmigueles» y aunque al volver a la casita de Arret -así se llamaba nuestro anfitrión- tenía la vejiga a reventar no conseguía echar ni gota ni gota. Sobre el agujero en mitad del pasillo que hacía las veces de urinario, Arret, que se dedicaba a criar y vender pajarracos, había apostado un águila, y cada vez que yo intentaba desahogarme me daba por pensar que aquel bicho confundiría «aquello» con una lombriz y se lanzaría en picado. Después volvía al cuarto y le pisaba el rabo a un perro con escorbuto, que despertaba con sus ladridos a una prole de niños que a continuación nos traía Arret para que les chupáramos la barriga porque, eso decía, les calmaba. Fue una pesadilla, y sin embargo, Arret nos había cedido su mejor habitación, y por la mañana nos preparó café y un pastel que se llamaba puto y después nos paseó por los callejones de Navotas con el mismo orgullo con que mostraría su canario más canoro. Todo a cambio de nada, porque Arret no aceptó que le pagáramos un céntimo. La chabola de Arret no aparece en guías de alojamientos y sin embargo, a pesar de todo, es un hotel de mil estrellas, tantas como se ven brillar en el cielo a través de los agujeros en su tejado de hojalata.
Fue como en aquella novela de Raul Nuñez, «La rubia del bar», creo que se llamaba, o tal vez «A solas con Betti Boop», no recuerdo, el caso es que el protagonista era un tipo que se enamoraba de la presentadora del telediario y hacía un viaje, una odisea alcohólica hasta Prado del Rey, en busca de su Penélope catódica, que esperaba su llegada tejiendo los hilos de guerras y goles, bodas reales y coches-bomba, aquellos hilos podridos que siempre se desanudaban para volver a comenzar la misma y miserable historia. A mí me pasó lo mismo con la chica del tiempo de la ETB. En cuanto la vi. Su ropa ajustada a un cuerpo como una carretera de montaña, sinuosa y recién asfaltada, con ese olor a brea que se te introduce en el cuerpo y hace florecer dentro un campo de amapolas, y provoca un aleteo de mariposas entre ellas, a la altura del estómago, y en el escroto un zumbido de abejas…
No era, de todas maneras, una sensación nueva. Tiempo atrás me volví loco por la chica del informativo local. Cada vez que la veía leer las noticias tenía la sensación de que ella clavaba sus ojos almendrados y tristes en los míos, que era capaz de verlos al otro lado de la cámara, que eran los únicos que veía, y también que su sonrisa era a mí a quien reconfortaba, y que sólo yo era capaz de adivinar en el contraste de aquellas dos expresiones la niña que fue, y de comprender que de la suma de las dos resultaba otra, al tiempo asustada y curiosa, soñadora y retraída que indicaba para mí, solo para mí, en las pequeñas patas de gallo que comenzaban a esbozársele como el mapa abrupto de su geografía interior, el recorrido correcto hasta su corazón.
Todo se acabó entre ella y yo, sin embargo, cuando conseguí verla al otro lado de la pantalla. Tampoco entonces, cuando la encaré, rehuyó mi mirada, como si realmente durante todo aquel tiempo hubiera estado mirándome a mí solo a mí, sentado en mitad de mi cuarto de estar, observándola boquiabierto.
Fue en una manifestación, a lo que yo había acudido a revolver un poco y ella a cubrir la noticia; o sea, a lo mismo que yo. Me sentí estafado. Era como si a lo largo de todo aquel tiempo ella me estuviera ocultando algo, una mitad de sí misma, todos aquellas arrugas en sus pantalones, y aquellos dedos de los pies que asomaban en su sandalias y se sobreponían unos sobre otros como pequeñas morcillitas desventradas.
Con la chica del tiempo de la ETB era distinto, porque conseguía verla de cuerpo entero, y su ropa era como asfalto caliente, ajustada como un guante a su cuerpo curvilíneo de carretera de montaña, y los pedazos de piel que asomaban bajo ella frondosas laderas, en las que uno encontraba bonguis, y se los comía, y se revolcaba loco de amor sobre la hierba húmeda.
Ella era una diosa, que manejaba el tiempo, las mareas a su antojo. Me excitaba la manera en que sostenía el bolígrafo, o en que el boli sostenía sus manos nerviosas, y oírle decir «isobaras», y «mar arbolada», y «las temperaturas sufrirán un leve ascenso en todo Euskalherria». La amaba.
Por eso estoy aquí, en los estudios de Miramar, como el protagonista de la novela de Raul Nuñez, que, ahora que lo pienso, tal vez se titulara «Sinatra». Sentado dentro de mi coche y mirando malencarado al guarda jurado, el mismo que me ha echado el alto hace unos minutos. Él no comprende nada. Lo único que quiero es que la chica del tiempo dibuje para mi, solo para mí, unos cuantos soles; que se abra un poco de luz entre las nubes negras que anidan en mi pecho de lobo hambriento y solitario. Por eso estoy aquí, odiando a ese guarda jurado. Por amor. Dispuesto a todo. Incluso a que otra chica a la que también amé una vez en secreto pronuncie mi nombre por vez primera. Mañana, en las noticias del informativo local. Por eso estoy aquí, agarrando cada vez con más fuerza la palanca antirrobos, dispuesto a descalabrar a ese guarda jurado y a cualquiera que se interponga en mi camino. Dispuesto a todo. Por amor. Por puro amor. Sólo por eso.
De La polla más grande del mundo. Patxi Irurzun (Baile del sol, 2007)
Ayer presenté junto con Iñaki Echarte Vidarte y Tito Navarro, el libro del primero, Blues y otros cuentos, en la librería Auzolan de Pamplona. Por la mañana fue la presentación para la prensa a la que no acudió ningún medio, que les jodan a todos, supongo que estarían muy ocupados sacando alguna foto al consejero de ¿cultura? y o a algún jugador de Osasuna que se haya hecho pupita. Se libran, como casi siempre el Diario de Noticias, que publicó algo esa misma mañana y Radio Euskadi y Cadena Ser, que entrevistaron al autor.
Por suerte por la tarde, en la presentación al público, fue una gozada ver a Iñaki arropado por su familia y amigos, firmar y firmar libros, escuchar alguna anécdota infantil referida a Iñaki y su precoz pasión lectora…
Esto de aquí es lo que más o menos dije (y mantengo):
Blues y otros cuentos me ha gustado porque es un libro, valiente, todo aquel que de alguna manera recurre a elementos biográficos en su obra se expone a los demás, está desnudándose ante ellos, mostrando su piel (la piel, por cierto es recurso y una metáfora, uno de los elementos recurrentes de este libro). E Iñaki, aunque de una manera contenida, sin complejos, y sugerente, hace en Blues es un estritips emocional.
Blues me ha gustado, y también considero que es un libro valiente por eso, porque tratándose de un primer libro Iñaki ha sabido evitar muchos de los errores en los que se suele incurrir en un primer libro, el primero de todos querer contarlo todo;, Blues por el contrario es un libro que está lleno de silencios (silencios que hablan a gritos, como escribí en otro sitio), de insinuaciones, de puertas abiertas, de cuentos con finales que dejan todo en el aire, y es el lector quien tiene que rellenar, ocupar todos esos espacios.
Blues me ha gustado también porque es un libro que habla de las pequeñas cosas, de lo cotidiano, de encuentros fortuitos en bares, de cazuelas de macarrones, de entrenamientos de natación… Y porque a veces la literatura realmente grande es la que habla de estas pequeñas cosas, y sabe expresar a través de ellas o simbolizar conceptos, o sentimientos, como el dolor, o la soledad, o el miedo, la esperanza, que son algunos de los temas de este libro. (Y esto no lo dije, pero ahora añado aquí que me gustó oír decir a Iñaki que él no era un tipo optimista, y asumir sentimientos o circunstancias como la soledad o la timidez sin complejos. Me sentí muy próximo a él)
Blues también me ha gustado porque hay un cuento que me parece delicioso, un cuento de iniciación a la vida y a la sexualidad, que se lee como si te estuvieras deslizando por una piscina, o transportándote a tu adolescencia… Se titula
El campeón, y hace honor a su título.
Y me ha gustado porque aparece por ahí Reinaldo Arenas, y porque hay personajes que se llaman Agurtxane o Iñaki, en vez de James o Vanessa, y porque hay cuentos deliciosos, que se leen con facilidad, pero también hay cuentos raros, arriesgados…
Hay, por último, una cosa más que me ha gustado de este libro, y es que me ha sabido a poco, que en ese estriptis emocional queremos ver más, y que eso sin duda quiere decir una cosa, y es que Iñaki es un escritor que tiene todavía mucho que contar, y que yo al menos estaré esperando para escucharle cuando llegue el momento de su segundo libro y de los que vengan detrás.
Mozart musikari txiki handia, la traducción al euskera de mi libro Mozart , el pequeño gran músico, ya está en la calle. El miércoles se presentaron los libros de la colección en Donosti, y este es el artículo que apareció en Gara al respecto (por cierto, parece ser que uno de estos días recibiré algún ejemplar, y que la incomunicación con la editorial El rompecabezas ya se ha roto, cruzemos los dedos).
Martín Ansó, de Txertoa, que aparece abajo en la foto, me dice además que la traducción de Miren Arratibel es muy buena. Eskerrik asko!
Bost pertsonaia historikoren biografiak argitaratu ditu Txertoak, haurrei zuzenduta
GARA DONOSTIA
Txertoa argitaletxeak «Nor da?» bildumako bost titulu berri aurkeztu zituen atzo; hots, bederatzi eta hamabi urte bitarteko neska-mutilei zuzenduta, hainbat pertsonaia ospetsuren biografiek osatutako saileko bost argitalpen berri. «Darwin bidaiaria», zientzialariaren jaiotzaren bigarren mendeurrenari eta «Espezieen jatorria» liburuaren argitalpenaren 150. urtemugari erantzunez sortua; «Marco Polo abenturazalea», egun ere liluragarriak diren veneziarraren bidaietan oinarritua; «Mozart musikari txiki handia», inoiz izan den musikaririk bikainenetako baten biografia, Patxi Irurzunek idatzia; «Clara Campoamor», azken urteotan historiaren ilunpetatik ateratzen ari bada ere, Txertoak nahikoa pertsonaia ezaguntzat jotzen duen emakumea; eta «Lorca eta haren xarma», Federico Garcia Lorca idazle granadarraren historian oinarritua, tragedia baten sinboloa ere badelako.
Sail horretan aurkezten diren liburuak ez dira «biografia oso formalak», Martin Anso editore eta itzultzaileak azaldutakoari jarraituz: «Pertsonaiaren ibilbidea errepasatzen dute, laburtuta eta pertsonaia berezi egiten duten gertaeretan zentratuta». Ibilbide horretan, «hainbat ipuintxo eta istorio txirikordatzen dira, askotan, umore ukitu handiarekin, gainera», argitu zuen Ansok.
Liburu horiek irakurlearen adinaren arabera egokitutako testuak ere badituzte, eta eranskin gisa, ariketa entretenigarriak eta informazio osagarri bitxiak. Ariketok irakurketan zehar ikasitako hainbat gauza finkatzeko baliagarriak izan daitezkeela nabarmendu zuen editoreak, eta, batez ere, «liburuetan azaltzen diren gaietan sakontzen jarraitzeko pistak ematen ditugu, baita pertsonaiak bere testuinguru historikoan behar bezala kokatzeko informazio osagarria ere».
Bederatzi eta hamabi urte arteko haurrei begirako liburuak izanik, horientzako erakargarri izateari garrantzi handia eman diotela nabarmendu zuen.